XXI (Especial II)

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Quiero creer que no me olvidas
Quiero creer que no te dejo
Quiero creer que estás conmigo
Quiero creer que no es cierto.



El rey volvió a entrar a su habitación sin previo aviso como era su costumbre, Cristian estaba mirando las estrellas pensando en Julieta y en los rumores de su captura, el palacio se había inundado de comentarios de la extranjera que venía a sacar al rey de su trono.

— Mizu, capturamos a la plebeya— dijo sonriendo— está con Axalia, ella le va a sacar la información que necesito.

— ¿de qué hablas? — Cristian disimulaba sus ganas de correr y salvarla, pero sabía que si hacía un movimiento fuera de lugar su hermano no dudaría en matarla, él la necesitaba con vida para extorsionarlo.

— Sé que sabes muy bien de lo que hablo— respondió llegando junto a Cristian y observando las mismas estrellas— nunca más volví a ver una estrella viajera desde aquella noche que nuestro padre...

— ¿qué le vas a hacer? — lo interrumpió un poco nervioso mirando a su hermano por el rabillo del ojo.

— nada, si tú te comportas, no le voy a hacer nada

— ¿puedo verla majestad? — Cristian ya estaba muy nervioso pero no lo demostró.

— Si me tomo la molestia de venir hasta aquí a contarte de ella, es para que vayas a verla— respondió, Cristian caminó tranquilamente para salir de habitación y cuando estaba en la puerta Uzziel lo detuvo— el problema es que no vino sola.

Cristian no lo comprendió, pero salió de su habitación, caminó cada vez más rápido hasta llegar trotando a la habitación de Axalia. Al entrar ella lo recibió sonriente, el lugar era muy bonito, la habitación estaba muy iluminada y, en contraste con toda la decoración del castillo, las paredes estaban pintadas de blanco y el resto de los adornos y muebles variaban entre celeste, azul y turquesa. La mujer, regordeta, de ojos amarillos y cabello rojo le indicó que la siguiera, Cristian lo hizo así, cruzaron otra puerta a un costado, el príncipe siempre pensó que ese portal solo se trataba del armario de su nana, entraron a una habitación un poco más penumbrosa, iluminada por una pequeña ventana.

— Príncipe Mizu, la chica está aquí— dijo la mujer levantando una cortina, Cristian se asomó y pudo ver a Julieta acostada, estaba sucia y encadenada como un criminal.

— ¿por qué la tienen así? Te ordeno que la liberes y la aseen.

— no puedo majestad, el rey me ordenó...

— ¡no me importa lo que diga ese salvaje! ¡Sácala nana! — ordenó Cristian bastante alterado, su fuerza de voluntad se había esfumado y la ira recorría su cuerpo, además sentía latir con mucha fuerza su corazón, sabía que el extraño poder que tenía se activaba con la presencia de Julieta.

— Mizu, no puedo— dijo Axalia mirando a la chica— lo que puedo hacer es ayudarla a salir de ese sueño, pero no puedo hacerlo sola, yo sé cómo entrar ahí, pero no sé salir sin ayuda.

— No te entiendo— Cristian no sacaba la vista de la joven que parecía dormir pacíficamente en la camilla de madera que tenía Axalia en esa extraña habitación.

— puedo ayudarlo a entrar en su visión majestad y puedo sacarlo rápidamente para que la chica despierte.

— hazlo.

No lo pensó dos veces para entrar y ayudarla, estaba dispuesto a todo con tal de volver a verla bien, la siguió observando, su cabello rojo y liso estaba sucio y enredado, sus labios, que normalmente tenían un color rosa natural estaban pálidos, igual que su rostro, sus ojos se movían rápidamente bajo sus párpados, llevaba puesto un vestido celeste que, si no fuera por lo sucio y dañado que estaba, lo habría lucido a la perfección, mientras Axalia hacia todos los preparativos, el príncipe vio a Julie mover la cabeza y hacer el ademán de juntar las cejas como si algo no le gustara y luego la escuchó murmurar "Cristian", el pelirrojo sonrió pero rápidamente esa sonrisa se esfumó cuando ella dijo claramente "Yuki".

HIJOS DEL FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora