X

134 19 17
                                    



Despierta amada y escucha
Despierta princesa y atiende
El corcel asecha la salida
Mi corazón anhela tu llegada.



Yo quería salir corriendo, volver a mi casa, decirle a mi papá que lo amaba, pedirle perdón por mi actitud, a mi mamá que lo sentía por haberle mentido, lamente profundamente nunca haber dado mi primer beso, deseé desde lo más hondo de mi corazón encontrar a Cristian, quería salir corriendo, volver a aquel prado, inclusive no me parecía tan mala la idea de dormir bajo la oscura noche de la que me hablo Alair, quería enfrentar a mis agresores, pero algo impedía que moviera mi cuerpo.

— ¡está totalmente indefensa Inaia!

— ¡no importa! Así es mejor, no podrá hacernos daño— respondió la chica y me giró con su pie en dirección a ella, mi cuerpo permanecía inmóvil. Tenía un cuchillo hecho de piedra en su mano y me miraba con bastante odio. Su cabello también era negro pero su piel, a diferencia del muchacho, un poco más tostada y sus ojos color miel, pero esas diferencias no disminuían ni un poco lo hermosa que era.

— por favor Inaia vamos a llevarla con nuestra madre, ella sabrá qué hacer— seguía suplicando el joven

"Diablos, debo moverme, vamos cuerpo, reacciona por lo menos habla y pide disculpas por tomar el agua de la fuente sin permiso"

— no me vas a detener— dijo Inaia y acercó el cuchillo a mi cuello.

— pe... perdón— dije con dificultad— yo... yo no... no qui... quise tomar el a... agua de su fuen... te

— ¿qué? — la mujer, que estaba por cortarme el cuello, se detuvo y me miró sorprendida— ¿bebiste del agua?

El muchacho la empujó y me alzó nuevamente. Caminó rápido un largo trecho y cada tanto me miraba asustado. Comencé a sentir mis manos y apenas pude las mover, un dolor muy fuerte llegó a mi cuello y lo toqué, sentí algo húmedo y miré mis dedos, ¡estaban cubiertos de sangre!, quise llorar y gritar.

— duele— fue lo que logré decir después de un vano intento por gritar.

— ya llegamos señorita— dijo amablemente el joven— no se muera por favor, ya llegamos.

El cielo se veía cada vez más lejos de mí, las nubes parecían formar rostros tristes, ¿acaso estaba muriendo? Cruzamos una puerta y oí a lo lejos la voz de alguien que preguntaba lo que sucedía, el bullicioso de la ciudad había vuelto. La cabeza me daba vueltas y no podía ni tragar mi saliva del dolor en el cuello.

— Madre, bebió de la fuente, pero sigue con vida— dijo el chico— Inaia le cortó.

— Es profundo Inaia ¿Qué te dije sobre matar gente? Eso es lo que nos diferencia de los hijos del fuego— dijo una hermosa mujer de piel blanca, que parecía tener también los ojos celestes, era muy parecida al joven que me tenía en sus brazos, pero las arrugas a los extremos de sus ojos, de su boca y en su frente señalaban que no se trataba de una jovencita.

Se alejó por un momento, mientras el joven me acomodaba en la cama, la mujer regresó con una tela blanca y me dijo que iba a doler, pero que era necesario un poco de dolor para cerrar la herida. En efecto, dolió tanto que deseé morir en ese mismo instante. Creo que fue el dolor o el extraño humo que me hicieron respirar lo que permitieron que caiga en un sueño profundo.

HIJOS DEL FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora