XXXIV

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Baila para el mundo,
Baila para tu dios
Él te mira desde lejos
Él te ofrece su amor



"El agua apaga al fuego", esa frase atormentaba mi mente durante todo el camino, sabía perfectamente que el agua apagaba al fuego, pero estaba segura de que no se refería a esa obviedad, había algo oculto en eso y me rompía la cabeza pensando en la respuesta, sabía, en lo más profundo de mi ser, que luego, en algún momento la respuesta iba a dejarse ver, pero mi incansable desesperación había decidido volver a actuar en mí y volverme loca. Habíamos salido del palacio de Ohian muy temprano, Cristian, Yuki, Barsha y yo. Decidimos ir al pueblo donde se encontraba Marzalea e Inaia para buscar algunas hierbas medicinales que sólo tenía Mar, más bien era por insistencia mía, porque sabía que Yuki estaba preocupado por su madre y amiga, además, si pasaba lo que yo pude ver en aquella visión, iba a necesitar muchas hierbas para sanar las heridas de todos.

Caminamos por dos días y en la noche nos turnábamos para descansar. Durante la tarde del segundo día llegamos al pueblo, estaba igual a la descripción que nos había dado la reina, un lugar devastado, las casas turquesas que había visto con tanta vida la primera vez que estuve ahí, ya eran sólo cenizas y ruinas.

— Es horrible— dije apretando los puños.

Caminamos por lo que alguna vez fue el mercado, de pronto llegamos a lo que era la casa de Marzalea, el lugar no estaba quemado del todo, igual que el resto de las casa que la seguían.

— Los vestainos siempre salvajes— murmuró Barsha, no me contuve y le lancé una de mis famosas miradas asesinas, las que heredé de mi mamá.

— cierra la boca farsante— dijo Yuki y tomó mi mano— ¿quieres entrar Julie?

— cierra la boca farsante— dijo Barsha imitando a Yuki.

La ignore y entré a la casa, Cristian y Barsha nos siguieron, solté la mano de Yuki y me acerqué a la habitación de Mar. De pronto escuché un ruido sobre nosotros y en un segundo cayeron del techo unas personas. Yuki me protegió, en un abrazo, de los restos de madera que cayeron y cuando miré hacia Cristian, éste protegía de la misma manera a Barsha, rápidamente ella se liberó apartando al pelirrojo de su lado.

— ¡volvieron más pelirrojos! — gritó un hombre.

— esperen, soy Julie...

— ¡ella es la causa por la que estamos así! — gritó una voz conocida desde la puerta, al girar vi a Mayu, el panadero— ¡los vestainos la buscan a ella y al príncipe, por culpa de ellos destruyeron todo a su paso!

Sentí el calor recorrer mi cuerpo, Cristian se acercó a mí y tocó mi hombro.

— Tranquilízate— dijo, no me ayudó mucho, pero supe contenerme— siento el fuego por mi sangre, no hagamos nada tonto.

— Yuki, ¿qué haces con ésta vestaina y el príncipe? — dijo un amigo que había conocido anteriormente, pero no recordaba el nombre— ellos quemaron nuestras casas y destruyeron todo lo que logramos reconstruir.

— es que ellos no son...

No dejaron hablar al pelinegro, con empujones, y sin dejarnos tiempo de explicar algo, nos sacaron de la casa, la calle estaba vacía, comenzaba oscurecer y ya se veía en el cielo, alguna que otra estrella.

— ¡Escuchen por favor!— dije— ellos son los malos y nosotros los queremos detener, es más, los vamos a detener.

— ¡Mátenlos y lleven sus cuerpos al rey de Vesta para que ya no nos molesten! Rápido porque ya la noche es peligrosa— dijo Mayu, yo me detuve en seco e intencionalmente queme al que me tenía presa, era una de las pocas cosas que Barsha me había enseñado a controlar.

HIJOS DEL FUEGOTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon