Mi boca busca la de Amber con desesperación. El sabor de su labial inunda mi aliento, sin importar el incómodo saber a café y alcohol; después de todo no parecen tan mala combinación.
Amber hace a un lado el cobertor de lana y rodea mi cintura con sus rodillas sobre el sillón amplio.
Sus manos se dirigen hasta el cuello de mi camisa sin despegar su boca de la mía y empieza a desprenderla. Cuando lo termina de hacer, cierra su mano derecha en mi cabello y, tironeando de él, su boca desciende hasta mordisquear mi mandíbula, mi cuello. Sus labios rozan mi barba incipiente y desliza su lengua hasta mis pectorales.
Rápidamente sus manos dejan de jalarme el pelo y se van directo a desprender el cinturón en mi pantalón.
—Extrañaba esto—señala mientras me desprende el botón y baja el cierre. Sus ojos en medio de su enorme cabellera rojiza combinan con una sonrisa cargada de malicia al tiempo que se relame y libera mi pene endurecido.
Amber se desliza hacia abajo y sus labios atrapan mi sexo para metérselo en la boca con frenesí.
Y de pronto no sé si es producto del alcohol o de la ira, o de las emociones intensas del momento, o de la idea de que Nat pueda estar aquí conmigo, pero me invaden unas ganas enormes por querer poseer a Amber ahora mismo...
...en el cuarto piso.
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