046 | #LaMáquinaDelSexo

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BEATRICE

La casa me mata y me muero con ella.

Mi cuerpo está exhausto, pero quiero todo lo que este sitio tiene para dar.

Giro la cabeza en la cama del cuarto de huéspedes y observo fijamente las luces tintineantes de la ciudad, las azoteas, los edificios más altos que el piso donde me encuentro, observo atentamente el sol escondiéndose tras las nubes como si supiera la persona que soy y se escondiese de mí.

Dejo escapar una sonrisa llena de malicia al hacerme la idea literal de ello. De ser así, nunca hubiese amanecido hoy.

Ken me tuvo hasta la madrugada en El Sometedor. Lo hicimos unas tres veces y ambos quedamos exhaustos.

Yo más que él.

Lo único que lamento es que no vino al cuarto conmigo luego. Al diablo, si antes de venir acá ya sabía que eso iba a suceder. Los hombres como Ken son exactamente mi tipo ya que no se dejan llevar por esa mierda del amor o la obsesión que se les mete en la cabeza cuando quedan prendidos con una.

Aprendí a dejar ese tipo de cosas de lado hace tiempo.

Soy mucho más que cualquier estupidez que sienta. Yo soy más que algún sentimiento que amenace con joderlo todo.

Alguien golpea la puerta y me incorporo en la cama de golpe.

Este sitio es enorme y está lejos de hacerme sentir protegida.

—¡¿Sí?!—digo desde mi lado de la puerta.

Una mujer responde al otro lado:

—Su desayuno.

¿Implica servicio a la habitación?

Me levanto de sopetón y observo a un lado de la habitación un armario. Me acerco a este donde descubro prendas nuevas, en sus bolsas respectivas transparentes y sin usar. Saco una bata de seda color magenta y me envuelvo en ella hasta que me dirijo a la puerta y abro. Se trata de una señora con aspecto de mucama quien me tiende una bandeja.

—Buen día, señorita—dice ella—, mi nombre es Anabel. Estoy al servicio suyo mientras dure su permanencia en la casa. El señor Ken me ha pedido que le haga llegar este presente.

Observo. Se trata de una bandeja dorada con un plato de frutas picadas y un vaso con algo que parece yogurt firme y agua embotellada.

—¿Este es mi desayuno?—murmuro.

También hay un sobre.

—Sí. Con un mensaje del señor Ken.

—¿Lo has leído?

—No, señorita. El sobre está cerrado.

—Bien—me hago a un lado en la entrada—, pasa y deja la bandeja sobre la cama. Luego lárgate.

—Permiso.

Hace lo que le indico y cierro de un portazo luego de que se retira. Camino hacia la bandeja y tomo un trozo de durazno. Está fresco, dulce y jugoso.

—Qué clase de juegos se traerá ahora, doctor—murmuro mientras rompo el sobre y saco la hoja escrita de puño y letra que hay en su interior.

Hay un mensaje directo y contundente:

Buen día, preciosa:

Anabel te ha preparado un desayuno rico en Vitamina C y con la fibra suficiente que necesitarás para soportar lo que viene ahora.

Es un placer enorme poder recibirte en esta casa y saber cuánto disfrutas de lo que tengo para darte.

Yendo al asunto: una vez que hayas comido tu desayuno, deberás asearte y colocarte ropa liviana. En el armario tendrás lo necesario. Donde te espero, encontrarás el atuendo suficiente para más.

+18 Las Mentiras del JefeWhere stories live. Discover now