NATALIE
En la actualidad...
Creí que se habrían librado de él, pero no hice más que iniciar las cosas.
En aquel momento mi vida no era más que una catarata de inseguridades y enigmas, preguntas sobre mi destino que difícilmente parecían encontrar respuestas, más un millón de problemas de deudas sin tener lo suficiente para comer ni pagar mis cuentas.
Lo que gané trabajando para Nick no me resuelve la vida, sin embargo, ahora tengo el ticket de una transferencia de dinero a mi cuenta bancaria y un contrato de trabajo que parece prometer más de lo que puedo imaginarme.
—¿Setecientos mil dólares?—le pregunto a Kaneki. La propuesta también proviene de Magda, pero no es a ella a quien me dirijo. Creo que las verdaderas intenciones de la chica son precisamente ir en la dirección contraria a quien sería su socio. Ninguno de los dos es de fiar.
Estamos ahora mismo en la barra de un bar asombroso, casi exclusivo, en un hotel cinco estrellas bebiendo un Martini y hablando de negocios. ¿Podría acostumbrarme a esto? Casi que se me olvida el verdadero lugar donde estoy. De hecho, no he visto por ahora ninguna de las aberraciones que se comentan.
¿No es ese el mundo real, allá afuera? Un millón de cosas horribles suceden a nuestro alrededor día a día y no somos capaces de verlas ya que preferimos seguir con la vista en nuestro ego, optamos por ignorar los abusos y la corrupción para poder subsistir...aun siendo víctimas de ello sin que nos detengamos a admitirlo.
—Esto es sólo un adelanto del diez por ciento de lo que promete el contrato una vez que inicies el trabajo con nosotros—me dice él.
—Vete acostumbrando a ver muchos ceros en tu cuenta bancaria, muñeca—interviene Magda—. Cada persona que adhiere a trabajar conmigo, he conseguido resolverle la vida a cambio de que haya cumplido con su trabajo. Y no soy de pedir grandes cosas.
"Tu eres de obligar a hacer las cosas, no las pides por las buenas. Dime a quién amenazarás de mi familia o amigos esta vez si no cumplo contigo. ¿O querrás torturarme mutilándome o algo similar?" deduzco interiormente, pero no puedo explicitarlo ya que me hizo una contrapropuesta respecto a la de Kaneki que podría meterme en problemas.
...Si es que no se trata de una trampa.
—¿Qué fue de la última persona que trabajó contigo?—le digo.
—Hoy está regodeándose en sus billetes y terminando su carrera universitaria, cosa que antes no podía costear.
—¿Y por qué la buscaste?
Kaneki no parece entender mucho de lo que habla Magda y sus negocios, por ello interviene cruzando su bolígrafo delante de mis ojos, obstruyendo la conversación con su socia.
—Creo que preguntas demasiado, nena.
"Nena", "muñeca". ¿Por quién carajos se creen que pueden tomarme estos dos?
—Lo leeré primero—digo con cara de pocos amigos, sosteniendo el bolígrafo que me pasa como si estuviese a punto de venderle el alma al diablo.
—Ok.
—Detenidamente lo leeré.
—Tenemos tiempo.
—¿Cuál diablos es la prisa?—intervengo.
—Ya tenemos tu primera tareita asignada—Magda vuelve a hablar, pero esta vez no la miro directamente. Mi cabeza comienza a divagar al pensar dónde me involucraré.
—Bien—suelto, un poco harta—, firmaré un maldito contrato que contempla que trabajaré para una empresa pederasta para que exploten mujeres y niños a su gusto en una isla que no figura en ningún sistema.
—No es la primera ni será la última—adhiere él—. ¿Por qué motivo te piensas que algunos buques desaparecen al llegar a zonas que en mapas figuran como el centro del océano? ¿Crees que en esa parte surgió un monstruo enorme y se tragó el buque? ¿O puede que hayan llegado a una base militar de la que pocos saben que preparan bombardeos, laboratorios secretos o a una empresa privada muy sucia y divertida que negocia mediante la Internet Oscura?
—Definitivamente estás enfermo.
—Por favor, Natalie, léelo y no nos hagas perder el tiempo.
La manera tajante de hablar de Magda me sorprende. No importa lo que un contrato diga si es que ella tiene otros planes para mí. De una u otra manera, ya estoy perdida.
Pero lo leo al detalle... Sorprendiéndome de que ahora trabajaré para una empresa turística que me pide generar un sistema de redes que ayude a conectarlos con el mundo exterior.
Así que tendré un rol de colonizadora informática.
—¿Es una broma?—mi voz está cargada de indignación.
—Si algo sucede, tu eras quien intentaba que podamos figurar en el mundo al que todos conocen—me dice Magda.
—¡No quiero ser la responsable de sus cosas!
—Por supuesto que no eres quien deba hacer eso, tú nos servirás para otra cosa. Ya lo tenemos preparado—Magda saca un sobre desde el interior de su saco de paño. Es idéntico al que me llegó con las fotos de Malcolm. La mirada que intercambia conmigo dice mucho de lo que en verdad sucede, en gesto de complicidad evidente.
—Estas son las coordenadas y claves de la primera base de datos a la que accederás luego de que conozcas el registro de nuestros bebés.
—¡No seré partícipe de que hagan aberraciones con...bebés!—le suelto.
Y dos hombres que yacen a unos metros de nosotros, también sobre la barra observan por encima de un hombro a la loca que está con un ataque histérico por no entender este asqueroso mundo en el que se involucran.
—Podrías por favor calmarte si es que no buscas colmar mi paciencia—me dice Kaneki con una falsa sonrisa en los labios.
No importa que intente pedir ayuda. Todos son parte de lo mismo.
—¿Por qué simplemente no me obligan a hacerlo y ya?
Es él quien adopta un gesto de seriedad, saca su móvil y me muestra una cámara de seguridad instalada en el interior de un coche.
En este me cuesta distinguir a Serge por la cercanía en que lo está tomando el lente. Unos segundos luego observo que Sophia sube a su auto y una enorme avalancha de angustia arrolla en mi interior el cariño y la añoranza que conservo hacia mis amigos.
—Porque lo estamos haciendo—dice él.
—Muñeca—Magda se vuelve a mi con su voz aterciopelada—. El chico matará a tu amiga si no firmas ese contrato. Hay un revólver bajo su asiento.
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#LasMentirasDelJefe 3/3
Fin de Maratón...
...¿o no?
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