NICK
Plip.
Algo advierte que podrías llegar a abrir los ojos...
Estás a punto de despertar, pero no logras hacerlo del todo. Es como si tuvieras que luchar mientras estás siendo sumergido, con una mano empujándote hacia lo profundo mientras intentas salir a flote para poder dar un respiro.
Aún peor si caes al agua mientras te desangras con una bala en el abdomen.
Plip.
Está oscuro.
Sabes que ya quieres abrir los ojos, pero debes hacer un esfuerzo por conectar el cerebro con el cuerpo y cada una de las terminaciones nerviosas a fin de poder emitir alguna reacción.
Ya puedes percibir algunos sonidos, algo más que el silencio y la oscuridad.
Plip.
Te encuentras con un dolor símil a agujas atravesándote los brazos, percibes ruidos alrededor, algo de molestia, los músculos un poco adormecidos, el cansancio va cediendo lugar a cierta necesidad imponente de querer salir corriendo.
Hasta que algo es posible.
El familiar pitido que marca la frecuencia cardíaca y el ruido de la válvula de oxígeno me dan la pauta de que esta vez me toca estar del otro lado.
Consigo un ligero movimiento con los dedos y, luego, distanciar lentamente los párpados, encontrándome con la luz blanca de una sala típica de hospital.
...Pero esto no es un hospital.
Años de trabajo para distinguir inmediatamente cuándo estoy en uno y cuándo no.
De pronto percibo que alguien me retira la máscara de oxígeno. Logro encontrarme con la borrosa imagen de una cabeza rojiza cubriendo la luz encandiladora.
Entorno los ojos tratando de definir lo que tengo delante y me encuentro con el rostro de una ¿chica?
Peluca roja y corta a la altura del cuello como cortada con una cuchilla, pero en consonancia con su rostro demasiado rosáceo, excesivo maquillaje, pómulos afilados y levantados, nariz recta y en punta, los ojos rasgados de manera no natural, la quijada desembocando en su mandíbula casi como un triángulo. No sé quién sea esta persona, pero evidencia una cantidad de cirugías.
Cuando me ve, esboza un atisbo de sonrisa. Sus labios finos muestran apenas unos dientes blancos y relucientes.
No la reconozco hasta que habla y mi parte más instintiva, más insensata despierta una presión en mi interior que demora en enviar señal alguna a mi raciocinio.
—No sabía que tardarías tanto en salir de tu coma farmacológico. Ay, amigo, ¡qué bueno es volver a vernos! Quería mostrarte una película sangrienta.
—¿Soy un animal?
—No lo sé...
—Y si lo soy, ¿dejarás de quererme?
—Un poco...
—Entonces, tendré que convertirte en un animal también.
Ella me enseñó que hay una bestia dentro de cada uno. Y tarde o temprano la conocemos.
Madga conoció a su bestia demasiado pronto en su vida.
Luego me conoció a mí.
Y despertó la bestia que permanecía atada en mi interior.
—Está aumentando tu frecuencia cardiaca, cariño—dice ella tras observar a mi costado. Yo no puedo despegar mis ojos de su aspecto. Es imposible. Ha cambiado demasiado.
¿Dónde estoy? ¿Qué hace ella aquí? ¿Por qué...?
Mierda.
Siento una puntada en mi abdomen como si acabasen de atravesarme con una aguja de tejer.
—Tranquilo, bobo. Estás bien. Pero tienes que recuperarte—dice ella, ubicando una mano sobre mi frente sudorosa. Luego la acerca a su boca y lame, dedicándome luego una de sus sonrisas forzadas o imposible de marcarse del todo, puesto que rostro yace demasiado tirante, afilado.
—Me alegra ser quien te dé la bienvenida, bebé.
A continuación, toma asiento a mi lado y sube la parte superior de la cama, dejándome en posición de observar una pantalla delante de mí.
—Qué bueno que llegas para acompañarme a ver una película, te juro que es mi favorita en mucho tiempo—dice ella.
Y enciende la pantalla.
...los gemidos de Natalie llegan a mis oídos como dolorosas cuchillas, sometiéndome a la peor de las torturas.
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#LasMentirasDelJefe
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MARATÓN 2/5
GRACIAS POR CUMPLIR EL DESAFÍO ♥ Aquí van los caps restantes ;)
