025 | #LaBestia

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NAT

Pensar en Nick provoca que una presión en mi pecho se genere y me deje exhausta.

Llevo tanto tiempo intentando no pensar en él, que cuando aparece, no hace más que hundirme en un pozo profundo.

Un agujero que me hace sentir viva a la vez que me mortifica con crudeza.

Él está ahí.

Siempre.

Cada vez.

No importa cuánto lo ignore. De alguna u otra manera, él permanece a la espera de que le dé una respuesta. Aún luego de tanto tiempo que ha pasado.

Cuando crees estarlo superando, aparece. Siempre aparece.

Pero ¿qué es lo que busca de mí? ¿Seguirme haciendo pedazos? Literalmente. Quiere despedazarme y yo, ser desgarrada. Prefiero verlo sufrir.

Es posible que algo de eso haya sucedido y explique esas palabras. "Lo he perdido todo". No sé cuánto creerle. ¿El Virus habrá avanzado rápidamente con él? Imposible, ni siquiera he manipulado ni le he desencriptado la información que robé está noche. ¿Samurai habrá hecho de las suyas nuevamente, y ahora Nick necesita que le brinde ayuda? Una pena que me encuentre jugando para el bando enemigo.

—Señorita, Hale.

Marco me espabila. Lo observo, sintiéndome atónita. Como si me despertase nuevamente de una profunda pesadilla.

—Algo le sucede—insiste él—. Algo más allá de todo lo que pienso que es. Y no me lo está queriendo decir.

Saco mi versión de hierro para contestarle, aunque me arda el pecho al hablar, teniendo un puñal atravesado.

—No puedo confiar en ti—decreto.

—No tiene que hacerlo.

—Quieres que te explique qué me atormenta.

—No es necesario confiar en otra persona para hacer mutuos los demonios.

—El problema es que debo hacer mutuo al diablo con el demonio. Y eso me aterra.

Una comisura de sus labios se alza mientras sigue conduciendo.

Sonríe con picardía y oscuridad.

Aún cuando sus ojos claros son un glaciar en deshielo.

Tan hermoso y tan prohibido...

Algo en mi interior pugna por querer atraer El Mal.


Una vez que estamos nuevamente en la casa, tomo el celular con temor, en vísperas de leer el mensaje completo de Nick.

Dejo mis cosas sobre la mesa y Malcolm se prepara para dejarme encerrada una vez más. Espero que nunca haya una emergencia que me implique tener que salir de inmediato.

—Ha sido una misión emocionante, señorita Hale.

Escucharlo referirse a mí de esa manera, es casi una caricia. Es imposible, seguirá manteniendo las formalidades hasta el final. Ya no porque le busque mantener distancias sino porque esa manera es la adecuada que ha hallado para tenerme cerca.

—Más que emocionante, esta noche le he jodido la vida a un tipo que lleva colaborando en jodérsela a otros. Indefensos.

Marco asiente con un movimiento y, haciendo resonar las llaves de la movilidad, destaca:

—Debo regresar con mis hijos y en menos de cinco horas he de estar nuevamente para proteger a mi jefe. Espero compartir con usted más veladas como estas.

—La velada que quisiera compartir contigo implica una cena, velas y vino del caro—le suelto.

Lo cual parece sorprenderlo ya que, se sostiene inmutable, sin embargo piensa unos segundos en lo que va a responder.

—Quizá para su titulación—asiente.

Me pongo de pie y camino hasta él lentamente:

—¿Crees que podría ser antes?

—Debo mantener la formalidad profesional.

—Al carajo la formalidad.

Mis palabras salen con un arranque de furia, mientras me acerco furtivamente a él. Demasiado cerca. Él me ve venir. Hasta que menos de quince centímetros hay entre su cuerpo y el mío.

Lo quiero y no.

Una parte me empuja a él, otra me empuja al infierno.

Es hermoso.

Fuerte.

Me desea.

No obstante su moral le impide reconocerlo.

—¿Te acostarías conmigo si te lo exigiera?

Las palabras salen, pero no alcanzan a tocar el interruptor preciso para provocar un estallido.

En una milésima de segundo, los músculos de su mandíbula se marcan.

Sus labios me tientan, pero no me animo a romper la distancia entre nosotros. Temo el rechazo. Temo que no reaccione de la manera que espero.

¿Por qué carajos no me besas?

—Señorita Hale...—murmura—, esto le parecerá extraño, pero la buscaré por todas partes sólo cuando el señor Jefferson opte por rechazarla. Estar con el amor prohibido de mi jefe, sería destrozarle la mano a quien me dio de comer. Y a usted, quisiera mucho más que morderla. Pero no lo haré. No esta noche. Quizá, cuando deje de ser sólo un consuelo en su fantasía.

Y se da la vuelta, para dejarme encendida como una antorcha.

Se va.

Dejándome absorta.

Aturdida.

Sin noción de mí misma.

Algo me arde por dentro.

Arde como nunca.

Quizá Malcolm tiene razón.

Él es sexy.

Atractivo.

Me trata bien.

Es considerado.

Y no más que un consuelo.

Justo lo que necesito ahora para entibiar la coraza de hielo en la que estoy capturada.

Se trata de acercar la carne al animal que tiene hambre.

Aunque ello implique quitarle a La Bestia el bozal.

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#LasMentirasDelJefe


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