013 | #INOCENCIA

53.9K 4K 334
                                    


NICK


—Debo irme.

Me quito la sábana de golpe y corro en busca de toallas limpias en el aparador para darme una ducha. Amber permanece en la cama, con mi camisa de anoche puesta y abierta. Puedo sentir el peso de su mirada clavada en mi culo ahora mismo.

—Apenas son las seis—señala Amber desde la cama—. ¿Tienes que irte en este momento? ¿Desde cuándo debes tomarte el metro para llegar?

—Sabes que soy de llegar temprano.

—En quince minutos estás.

—¡¿Por qué eres tan fastidiosa?!

Cuando me vuelvo de golpe, me encuentro con el gesto de Amber, sorprendida y furiosa. Sus ojos parecen fuego entre el cabello de color rojo intenso.

—Definitivamente sabes cuándo comportarte como un verdadero imbécil—me suelta como si de un escupitajo se tratase y se pone de pie para buscar su ropa, quitándose mi camisa y arrojándola al suelo con evidente desprecio.

Pasa desnuda por delante de mí, buscando su ropa de camino y sale así de mi habitación meneando sus tetas rosáceas.

Santo cielo, creo que la tensión empieza a sobrepasarme.




Estoy a punto de entrar a la ducha cuando mi móvil empieza a arder en llamadas. Ken. Kaneki. Ken. Kaneki. Kaneki. Kaneki. Van a matarme. También lo saben. Uno ha de haberle dicho al otro, sino Amber es quien ha desatado la bomba. Ese plan que tan bien marchaba ahora volverá a ponerme en el foco de atención...foco que, esta vez, no compartiré con Nat. Porque la muy cobarde se ha marchado. Ha desaparecido. No va a volver conmigo ni al hospital.

Mis dedos actúan antes que mi razón y marco el número de móvil de Natalie. De inmediato salta la contestadora para anunciarme que la característica marcada no existe en su área de cobertura.

Ha cambiado el teléfono.

Presiono el móvil con mis manos llevando mucha fuerza en ello e intento estrellarlo contra el enorme ventanal que cubre todo el lateral de mi habitación. Aunque no lo hago. Me detengo justo mientras ejerzo presión con mi puño cerrado, apretándolo con una fuerza tal que estoy a punto de herirme la mano.

Lo tiro a la cama y avanzo hasta el ventanal. Lo abro. Este edificio no es tan alto como los que rodean la ciudad, aunque no me interesa en absoluto la posibilidad de arrojarme desde el segundo piso de la casa o que la gente alrededor pueda estarme observando. He quedado demasiado expuesto ya, no hay manera de que eso pueda deshacerse.

Así es que siento el viento fresco de la mañana impactando en mi piel, en mi cuerpo desnudo. Las corrientes de aire primaveral deberían provocarme al menos una pizca de frío, pero lejos de eso, sólo mantengo mis pies avanzando sobre el cerámico del balcón y ando hasta la barandilla externa. El ruido de motores y bocinazos me llega, aunque retrocedo justo cuando las puntas de los dedos de mis pies rozan el borde del balcón. ¿Qué estoy haciendo? ¿Acaso pienso arrojarme? No. Aunque admito que siempre he querido vivir en una torre de treinta pisos, subirme desnudo al más alto y gritar tan fuerte como mis pulmones sean capaces de soportar.

Y esta no es la ocasión. Estoy desnudo y en lo alto, pero no lo suficiente. Permanecer aquí me da la pauta de que soy capaz de soportar más...mucho más de lo que ya he soportado. Y aún me queda mucho por gritar y desgargantarme. Hoy no será ese día.

+18 Las Mentiras del JefeWhere stories live. Discover now