026 | #MásCerca

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NICK

Son horas de madrugada y aún no puedo conciliar el sueño.

Ni siquiera me apetece hacerlo.

Mi cabeza no es más que un vagabundo andando por los recovecos oscuros de recuerdos profundos.

Recuerdos que intento ignorar día a día, pero, en mis peores momentos, retornan sin control.

Deslizo una mano por las suaves sábanas de la cama y encuentro el celular. Lo miro. No hay nada. Lo dejo nuevamente y quedo con la mirada perdida en el enorme ventanal, de tal tamaño para poder acaparar la ciudad, sin darme un sentido o una razón de centrarme en algo específico.

Siempre he querido tenerlo todo.

Para encubrir que nunca he sabido conservar nada.




Magda.

En una nueva salida al parque con mi madre, la niña se aparece detrás del árbol donde nos encontramos por primera vez. En parte, fui a buscarla, y según dicen, para encontrar únicamente hay que buscar.

—Pssst.

Me llama a expensas de mi madre. Que ella no me vea. Sabe cuando alguien no la quiere cerca y las consecuencias que algo así le ocasiona.

Yo me acerco.

Por suerte, no traigo tijeras.

Aunque sí sucede algo mucho peor.

Y lo noto en sus ojos atravesados por el miedo.

—¿Qué sucede?—le pregunto.

Está atormentada. Más desprolija que de lo común y parece que le cuesta mantenerse de pie. Sus manos y su mandíbula tiemblan.

La niña cae de rodillas y mira una bolsa negra que yace entre las raíces superficiales del árbol.

—¿Qué...es eso?—le pregunto.

—¡¿Niiiick?!

Salgo del árbol y la encuentro. Ella parece más aliviada al verme sano y salvo jugando tras un árbol.

Acá estoy mamá—le dije, saliendo de mi escondite Acompañado de una sonrisa impostada como un niño normal quién ha decidido salir a jugar al parque.

—No te alejes demasiado—me advierte, ella.

De pronto parece estar mucho más aliviada al verme, lo cual la devolvió a su viejo lugar del banco en la plaza.

Lo que no sabe, es que tras el árbol se esconde su persona menos grata en el mundo y mi mayor preocupación.

Magda tiembla.

Se la ve desolada.

Temblorosa.

Desprolija.

Enloquecida.

—¿Qué...hay...ahí?—murmuro.

Magda levanta su mano derecha y con el dedo índice me señala la bolsa. Quiere que me acerque.

Dudo varias veces si acercarme o no. ¿A qué costo?

Me acerco a la bolsa con mis manos temblando, hasta que percibo un ligero olor nauseabundo que se me atora en las fosas nasales.

+18 Las Mentiras del JefeWhere stories live. Discover now