083 | #PANDEMONIO

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NICK

Cuando cruzo la puerta en mi vieja oficina, espero sentirme cómodo, seguro, nuevamente como en los viejos tiempos.

Pero los viejos tiempos tienen preparados su mejor sorpresa para mi presente desordenado.

Me encuentro en los estudios de grabación de Dirty. Mi vieja oficina. El lugar donde se gestó la fortuna que durante años estuvo robando Kaneki para fundar Little a mis espaldas. Jamás pensé que la empresa produjera muchos más ingresos de los que pensaba y aparecían declarados. A veces hubo algún inconveniente de cuentas que no cerraban, pero el caudal siempre fue tan fluido que a veces no se puede llevar un exhaustivo control (muy mal hecho eso). Lo bueno de esta industria es que con muy poco se pueden hacer grandes corporaciones; y con algún inversor extra, claro.

Mi oficina en este sitio siempre fue un lugar seguro, hasta que Nat desapareció y empecé a perder la cordura haciendo estupideces; me obligaron a tomar distancia por el bien de todos.

Sin ser del todo inteligente como para captar que también ellos me estaban enloqueciendo.

A propósito.

Me robaron todo. El dinero, mis emprendimientos, mis proyectos. Todo, culpa de un pacto.

Cerrado con la persona que me espera sentada en mi propio sillón al otro lado del escritorio.

—Te estaba esperando—declara Amber, enrulando un mechón de cabello rojizo y con la otra mano sosteniendo un lápiz con el que se roza los labios—. Tienes algo que me pertenece.

NATALIE

Una vez que papá se deshace en mi sueño, me despierto de golpe. Y esto de andar apareciendo en lugares nuevos cada vez ya comienza a ser costumbre aparentemente.

Contemplo a mi alrededor una habitación, algo muy parecido a un cuarto de depósito con una cama, paredes desmontables, cámaras en desuso y un sistema de conexión en reposo. Conozco este sitio.

Estoy con mi ropa arruinada, pero descalza. Percibo el suelo frío cuando me desplazo y contemplo las paredes de cartón prensado. Me detengo a ver las calcomanías que identifican la maquinaria.

DIRTY STUDIOS

Ya he estado aquí antes.

Pero una apuntada en la cintura me recuerda que un loco me empujó contra la portezuela de una nave a punto de cerrarse, dejándome desmayada. Supongo, propque es el último recuerdo que tengo.

¿Por qué estamos aquí? ¿Quién vino a salvarnos?

Sigo andando y al otro lado de la puerta escucho ruidos. Gente habla. Necesito explicaciones.

—¡Tenemos que encontrarle!—dice una mujer, desesperadamente.

—Señora, le pido que se calme—responde un hombre. Su voz se oye como si fuese una persona joven. Evidentemente lo es.

—¿Y si está muerto...?

Cielos.

¿Estarán hablando de Nick? La discusión me provoca un fuerte dolor como punzada en la nuca.

Evado el malestar y no me preocupo en respetar privacidades, cosa que caracteriza a este lugar, así que opto por girar la manija y abrir de sopetón.

Al otro lado me encuentro una oficina y una pantalla de pc gigante. La habitación donde he estado descansando era un depósito y este un box aparentemente secreto, o donde trabaja alguien que no se muestra demasiado.

Un hombre de aproximadamente mi edad y una mujer con dos chicos se me quedan mirando. ¡¿Qué demonios hacen niños en este lugar?! Inmediatamente me vuelvo a él como si fuese el mayor de los males.

—¡¿Qué estás haciendo?!—le grito.

—Mi trabajo—responde sin inmutarse.

La mujer se aparta de golpe.

—Tú—dice.

Su cabello es rubio y enmarañado. Parece ser de alta sociedad, pero tanto ella como los chicos se encuentran iracundos.

—Tú sabes dónde puede estar—insiste con la desesperación arrancándole las palabras.

—No...no sé de qué hablas—contesto y me vuelvo al chico tratando de leer lo que dice la placa en su escritorio—. ¿Estabas ofreciendo algún tipo de contrato laboral con los chicos? ¿También eres un maldito pervertido..."Vicent"?

Tras leer su nombre entra en mi cabeza el hecho de que posiblemente ya nos conocemos, aunque no en persona.

Él esboza una media sonrisa.

—Yo también esperé mucho tiempo para este encuentro—admite con una sonrisa atravesando su semblante.

Tendrá unos veinticinco años, su cabello es castaño y su quijada muy marcada. De contextura delgada y un par de hoyuelos que se marcan de maravilla. Su sonrisa es encantadora, pero no del tipo que me dejan mirando embobada.

—Pastelito—dice él—, sin duda podrías ayudarnos. Tenemos que encontrar a Malcolm. Aunque te haya secuestrado.

—¿Y por qué debo confiar en ti?

—Yo nunca te haría daño.

—No tienes motivos para asegurarme eso.

—Sí que los tengo. Soy Babe, Nat. Me encanta saber que ya estás a salvo y que vuelves a ser la misma chica exasperante.

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MARATÓN 2/3

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