022 | #Extrema

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NATALIE

—Levanta tus sucias manos de esa computadora.

El tipo se queda mirándome completamente absorto. Pero comete el error de intentar cerrar las ventanas antes de distanciarse, lo cual me obliga a saltar desde un costado del escritorio y tirarlo hacia atrás en la silla.

—Maldito cerdo asqueroso, ¿no sabes seguir las órdenes de una intrusa desquiciada?

Si algo saben las personas como él es que todo el tiempo deben aguardar a que algo terrible acontezca y sean descubiertos, lo cual implica que sepan actuar con velocidad a fin de evitar ser descubiertos.

Acto seguido saco un pendrive de mi bolsillo mientras el arma apunta a su cara. Él está aún en la silla, mirando el techo, con el respaldar pegado al suelo.

—Por favor, no me hagas daño—lloriquea, y el bigote se le mece en su enorme gordo rostro.

—Cállate o te vuelo la cabeza. No sin antes reventarte las pelotas con un puño—le suelto. Y si algo me empuja en instantes como este es que la ira es fuego vivo en pleno estallido dentro de mí.

El pen drive se abre en la computadora. El fondo de escritorio es él con su esposa y dos bonitos niños que han de ser sus hijos. Carajo, ¿cómo es posible que haga las cosas que hace y luego vea la foto de su familia al cerrar las ventanas?

El malware se inicia y comienza a descargarse en su equipo. Apenas haya concluido la carga, toda su información pasará a mi nube en Hard Deep, sin que haga falta que él cierre o no las pestañas. Después de todo, ha estado navegando sin un proxy seguro o un software conveniente.

Veinte por ciento.

—Mi...mi familia está en casa—dice el despreciable hijo de puta yaciendo en el suelo al ver que estoy haciendo algo en su computadora. Se encuentra en problemas y lo sabe.

Treinta por ciento.

—No les haré daño a ellos a menos que la perversión sea hereditaria.

—No soy ningún perverso. ¡Todo el mundo ve porno! No puedes juzgarme por ello.

—No del porno que tú estabas mirando, imbécil.

—No es de tu incumbencia el porno que yo veo.

Cuarenta por ciento.

Y volverme para revisar la pantalla, resulta un grave error. Ya que el imbécil se vale de mi fugaz distracción para asestarme una patada en los tobillos y hacerme caer del lado contrario al escritorio.

Acto seguido se intenta levantar al tiempo que puede con los pantalones abajo, sin embargo, me incorporo de pie con rapidez y alcanzo a sujetarlo del borde de la cintura del pantalón antes de que llegue a la puerta.

—¡Qué diablos haces!—farfullo.

Me levanto a todo dar.

—¡Ayúdenme!

Basta grito para saber que es el mayor error que podría haber cometido.

Ya que le asesto un duro golpe con el revólver en la cabeza, lo cual lo derriba al suelo con un golpe seco.

¡Maldición!

Se lleva una mano a la cabeza donde le he dado el golpe y sus manos se manchan con un repentino despliegue sangriento alrededor de los dedos.

No, no, no.

¿Lo maté? ¿Va a morir desangrado?

Miro la pantalla.

+18 Las Mentiras del JefeWhere stories live. Discover now