TRES

934 132 12
                                    

Tiempo actual

Al finalizar las clases paso a la biblioteca de la escuela ya que me han dejado bastante tarea, tomo prestados los libros que me servirán para esta semana, como resultado pareciera que mi mochila pesa más que yo.

Cuando llego a casa nos sentamos a la mesa, almorzamos la deliciosa comida que preparó mamá. Después la ayudo a lavar y a acomodar los platos, cuando terminamos subo a mi habitación para organizar mis pendientes.

Estoy sentada en la cama con la agenda abierta sobre las piernas revisando las cosas que debo hacer hoy, en eso mamá y papá entran al cuarto y cierran la puerta tras ellos.

–Ok, eso fue un poco raro –les digo riendo–. ¿Qué pasa?

Ellos se miran buscando apoyo en la mirada del otro. Se acercan a mí y se sienta cada uno a mi lado. No dicen nada.

Mamá saca una pequeña cajita que no reconozco, la abre y veo adentro mi tesoro.

Por lo que me han contado sé que me encontraron en la puerta de una casa de monjas, enrollada en una manta dentro de una caja pequeña, con un camafeo alrededor del cuello y con mi nombre escrito con plumón en el brazo (ya sé que es muy extraño, pero es lo que me han dicho).

Papá toma el collar de la cajita, sin decir nada me lo pone y me da un beso en la frente, mamá toma mis manos y las besa.

–Discúlpanos por dártelo hasta hoy –dice papá avergonzado.

–No recordábamos dónde lo habíamos guardado –reforzó mamá apenada.

–Te deseamos mucha suerte mi amor –dicen con cariño.

Antes de salir de la habitación, mamá hace un gesto de que estaba a punto de olvidar algo y regresa a mi lado.

–Sólo para confirmar, recuerdas tu apellido, ¿verdad? –me mira tiernamente y acaricia mi cabello.

Solamente una vez hablamos de eso, cuando pregunté por qué me habían llamado Ana.

"–Lo traías escrito"–. Eso había dicho papá.

Fue tiempo después cuando entendí que literalmente traía escrito "Ana Garza" en un brazo.

No puedo decir nada, solo asiento con la cabeza y los veo salir cerrando la puerta tras de ellos.

Sostengo el relicario y lo miro largo rato, hace muchos años que no lo veía, renuncié voluntariamente a él alrededor de los doce años, me ponía bastante mal. Me siento tan cómoda pensando que Alexander y Eliza son mis padres, nadie más.

No puedo decir que no quiero conocer a mis padres biológicos, mas me angustia pensar en que me abandonaron, que me dejaron sola. No quiero encontrarlos para decepcionarlos cuando vean que no los extraño, que no pienso en ellos, que no correré a abrazarlos... Es más una cuestión de orgullo, porque todo lo que soy, lo que he logrado, no es gracias a ellos definitivamente.

O eso es lo que quiero pensar, es lo que quiero que pase. Tengo el ligero presentimiento de que es momento de dejar atrás esas niñerías y madurar. Tal vez mi corazón se abra, quizá pueda perdonarlos.

Creo que es por eso que he intentado hasta cierto punto redimirme, por así decirlo, haciendo la genealogía de los trillizos. Aunque de alguna manera también me preparo para cuando inicie mi propia búsqueda, porque no será una tarea fácil.

Y aquí está ante mí de nuevo, el collar que odio tanto. ¿No podían haberme dejado algo más inútil? Bueno, yo no soy nadie para juzgar, pero de verdad no me sirve para nada lo que tengo. ¿Qué hago con solo una fecha?

¿Quién eres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora