TREINTA Y DOS

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1943

Jorge se encerró en su oficina, se sentía mal por haber tratado a María de esa manera tan soez, sabía que ella no podría tener contacto con el mundo exterior por ahora. Mónica Herrera estaba en todos los periódicos y su nombre se escuchaba por las calles y no solo el de ella, él también estaba en boca de todos. Su buen nombre, todo el trabajo que había hecho para salvaguardado era vano ahora. Desafortunadamente se escuchaba de vez en cuando el nombre de María también, la gente había empezado a sacar sus propias conclusiones dejándose llevar por la imaginación.

¡Tenía que hacer algo para solucionar esto ya!

Sobornar al periódico había dado resultados al principio, pero obviamente no había sido una solución completa ya que varias personas habían pasado momentos a solas con Maximiliano mientras este gritaba toda la historia de los hermanos Herrera, por lo que al leer las noticias los que estuvieron presentes notaron sin dificultad que los medios habían sido manipulados.

Catalina acordó irse un tiempo con una de sus hermanas que vivía en un pueblo vecino, decidieron que era lo mejor, esperar a que se calmaran las cosas. Jorge delegaría sus asuntos a su secretario y los alcanzaría pronto, mientras tanto María permanecería en casa y juntos irían a encontrar a Catalina. Una vez que todo hubiera vuelto relativamente a la normalidad o que al menos las cosas entre la familia estuvieran en más paz la verdad sería revelada a María, en ese momento regresarían a casa como si nada hubiera pasado. O al menos eso era lo que Jorge deseaba que pasara.

La sola idea de enfrentar a María y contarle todo lo hacía temblar. Era un gran hombre eso es cierto, pero le aterraba decirle la verdad.

¿Cómo podría decirle a ella que Alejandro no era su padre?

¿Qué tono usaría para decirle que su hermana y él habían tenido una hija?

¿Cómo le explicaría que ella era esa hija y que él era en realidad su padre?

¿Cómo le diría sin llorar que su madre estaba muerta y que por años se había creído que se suicidó y hoy se sabía que fue asesinada?

¿Cómo iba a decirle eso a su hija?

El sudor lo bañaba cada dos minutos, ya estaba cansado de secarse tanto la frente, el estómago le daba vueltas y las lágrimas hacían esfuerzos por ser libres. Jorge tomó dos tragos del poco alcohol que le quedaba, las botellas de las gavetas se habían terminado, solamente quedaban las reservas de los baúles, había tomado demasiado en muy poco tiempo.

Temía tener que empezar nuevamente en otro lugar, la información ahora viajaba más rápido y tenía miedo de que lo reconocieran a donde quiera que fueran. Consideraba que de ser necesario tendrían que irse a otro país o incluso cambiarse el nombre.

No sería muy difícil moverse, tenía amigos poderosos y dinero suficiente pero también recordaba que tenía dos hijos varones estudiando en el extranjero, no quería arriesgar su futuro dañando la reputación de su buen nombre; si no es que ya era demasiado tarde para salvarlo. Debía moverse rápida y cautelosamente.

Y aunque no quisiera, también sabía que debía hablar con María lo más pronto posible.

*

En cuanto la llevaron a su habitación María no aguantó más, se soltó a llorar y gritar con todas sus fuerzas. No le importaba si sus gritos se escuchaban hasta el pueblo, no le importaba nada.

–Señorita –le habló Carmen suavemente–, ¿quiere que le traiga un té para que se tranquilice?

María la miró con los ojos desorbitados.

¿Quién eres?Where stories live. Discover now