VEINTICINCO

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Julio 1943

La biblioteca era uno de los lugares más grandes del pueblo, no era el más visitado ni mucho menos el mejor cuidado. Aun así, Jorge tenía en gran estima ese santuario y siempre que tenía la oportunidad se dirigía ahí.

Si tenía mucho trabajo se quedaba en la oficina principal a terminarlo, si había alguna reunión importante la llevaba a cabo en el área de "Ciencias Naturales", si debía tomar una decisión importante iba reflexionar al salón de su colección favorita, era como un lugar en el que podía sentirse en calma y María podía decir lo mismo. Disfrutaba acompañarlo ya que siempre se tomaba el tiempo de hablarle acerca de diferentes cosas aun cuando estuviera ocupado.

Aunque cuando fue creciendo se hizo un poco más difícil que pudiera acompañar a su tío cada vez que salía, ya que sus responsabilidades en la casa habían aumentado también. Además, no era bien visto que una jovencita de su edad anduviera por las calles sola con un hombre mucho mayor y casado, aun cuando este fuera su tío.

Jorge tenía muy en cuenta esto y se afanaba por proteger la reputación que ellos como familia tenían y por salvaguardar la imagen de su querida hija.

Este día en específico era muy especial para él, estaba nervioso y un tanto intranquilo. Por lo que decidió que María podía acompañarlo, eso lo ayudaría a relajarse un poco y pensar en otras cosas.

Importantes inversores de ciudades cercanas estaban interesados en hacer negocios y tratos con él. Había una propuesta atractiva y personas dispuestas a pagar, cerca de veinte hombres aguardaban al señor Herrera en la biblioteca del pueblo.

–María, espérame aquí –suspiró nervioso dejándola en la sección de botánica–, prometo que tardaré.

Le dedicó una sonrisa y guiñó un ojo, María sonrió ante su acto y lo vio desaparecer en la oficina seguido de otros hombres.

Sin embargo, uno de ellos regresó y se asomó de nuevo fijando demasiado su atención en María, ella se incomodó de inmediato, pero le sostuvo la mirada.

Se percató de que el hombre no la miraba de otra manera sino con asombro, lo que le sorprendió más a ella, ya que después de un segundo el hombre abrió mucho los ojos y casi dejó escapar una pequeña exclamación.

Acto seguido, desapareció rápidamente en la oficina donde se llevaría a cabo la reunión.

Qué extraño fue eso, pensó restándole importancia.

Durante la semana pasada había estado leyendo un poco de la sección de biología y después platicó con Jorge lo que había descubierto. Le encantaba poder hablar con él de cualquier cosa, y otro tanto que él siempre sabía cómo responderle.

Repasó uno por uno los títulos de la sección de botánica, tomó de la estantería algunos volúmenes que le llamaron la atención y se sentó a leer. Ya llevaba hechas varias anotaciones cuando notó que las puertas de la oficina se abrieron y los hombres comenzaron a salir, hablaban animados entre ellos, algunos otros estaban fumando y riendo.

Tanto a ella como a su tío les irritaba ver a las personas que fumaban despreocupadas cerca de los libros. Esperaba que él les llamara la atención en cualquier momento, por lo que se concentró en sus anotaciones. Pasados unos minutos se dio cuenta de que Jorge no había salido y los hombres aún llevaban el cigarrillo en los labios.

Terminó de escribir rápidamente sus últimos apuntes y brincó alegremente hasta quedar ante las puertas abiertas de la oficina.

Su jovialidad mermó cuando vio que su tío y el hombre que la había mirado extraño estaban hablando acaloradamente, distinguió con claridad la mirada amenazante de Jorge.

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