VEINTIOCHO

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1943

Maximiliano Ancona continuó con su hórrida narración.

–Después de que te llevaste a la niña varias personas se quedaron más tranquilas, decían que liberándonos de la criatura ya no teníamos que preocuparnos por lo que Dios pudiera hacerle al pueblo en castigo, gente estúpida, eso era más que obvio. Pero yo sabía qué quería y lo tomaría. Un grupo de mis más allegados y algunos entusiastas nos escondimos cerca de la casa ese día. Escuchando y observando; Alejandro insistía a Mónica en que ese día no iría a trabajar para estar con ella, pero ella dijo que el día anterior no había ido por acompañarla y que ya se sentía mejor, que debía ir. Pobre idiota, si se hubiera quedado tal vez nada hubiera pasado –hizo una pausa en su relato y luego continuó– ¿Quieres saber cuántas veces la hice mía esa mañana?

Jorge no dijo nada, solamente arremetió contra Maximiliano con todas sus fuerzas, pero un disparo cerca de él lo hizo detenerse en seco.

–Aléjate de él Herrera –el hombre infame lloraba de dolor, ya que Jorge apretaba donde le había disparado.

–Y tú –refiriéndose a Maximiliano–, evita dar tantos detalles.

Cuando se hubo calmado la situación, dentro de lo que cabe, el hombre ruin prosiguió.

–Después de que quedé completamente satisfecho –prosiguió entre sollozos de dolor–, solo la deje ahí, la muy perra lloraba. ¿Sabes que gritó tu nombre un par de veces?, como si pudieras haberla rescatado. No me arrepentí, me di cuenta de que aun casada con otro te tenía todavía en la mente, la muy puta.

"Yo quería dejar las cosas como estaban, pero las personas se salieron de control, lo juro. La tomaron y le prendieron fuego, ¡ella aún estaba viva! Salí de ahí tan rápido. Terminaron de incendiarlo todo y no sabíamos qué hacer. El humo nos delataría pronto, así que ideamos un plan e inmediatamente hicimos correr la noticia de que ella se había suicidado.

"¿Quién pondría en tela de juicio nuestra palabra?, había entre nosotros varias personas ilustres del pueblo. Incluso amigos de tu padre que corrieron prestos a quemar todo para no dejar rastros. Entérate de que los Herrera ya no están tan bien colocados, y hay más de uno que quisiera ver a tu padre en la miseria o muerto.

"Pero regresando a los que nos atañe. Pasado un tiempo, empezó a parecer que las personas tenían razón, el pueblo comenzó a prosperar después de esos acontecimientos, se abrieron nuevos negocios, muchos de los que participamos en ese acto conseguimos empleos mejores, todo iba tan bien, ¡progresamos! En el lugar donde antes estaba su casa ahora la gente tira sus desechos. De Alejandro Corona no supe nada nunca más, quién sabe que haya sido de él o a dónde haya ido. Yo vine esta semana aquí porque mi patrón no pudo venir, confía en mí y me envió a escuchar tu propuesta de inversiones. Te prometo que no te reconocí –rio sarcásticamente–, todo un hombre ¿no? Pero cuando mire a tu hija, es idéntica a su madre y también a ti. No tuve dudas, supe que debía actuar".

El silencio envolvió a los tres. Jorge se levantó de repente.

–Siéntate, Herrera –ordenó Eliseo, pero antes de que pudiera hacer algo Jorge empezó a vomitar.

Parecía que no fuera a parar nunca, se sentía horrible, la vista se le cubría de puntos negros y los oídos le zumbaban. Ese hombre había asesinado a Mónica. Él mató a su hermana, ella no se había suicidado.

–Jorge –dijo Eliseo–, vamos afuera. Y a ti no se te ocurra moverte o te mato.

Salieron de la habitación y el médico le devolvió el revolver.

–Discúlpame, pero necesitábamos aclarar esto y tu no estabas en condiciones –dijo tomándole por el hombro–, ¿cómo te sientes?

–Como mierda.

–Jorge, esta es tu vida, haremos lo que consideres correcto –le apretó el hombro con firmeza y sentenció–. ¿Qué quieres hacer con este hombre?

Jorge tembló, el doctor era su amigo, pero sabía también que no lo hacía gratis. Tenía un hijo y él a María, ambos en edad de casarse.

Se miraron a los ojos, en ese momento no podía pensar claro, pero sabía que no quería ser como el paria y mucho menos como su padre. No mataría a ese hombre, pero si lo entregaba a la justicia él hablaría también de María, parecía que no había una salida honorable para su apellido. Quería llorar de impotencia.

Al final decidieron hacer algo que estaba muy por debajo de su nivel. Pero era lo único que podría salvarlo en ese momento.

"El honor lo es todo".

Recordaba las palabras que su padre solía decirle cuando era un niño. Sabía que hacía lo correcto, salvaría a su familia presente dándoles la oportunidad de un rico futuro a sus hijos y al mismo tiempo protegería el legado de los que ya no estaban.

–Eso es algo grave –aseveró Eliseo–, pero estoy de acuerdo contigo en cada aspecto, hay que actuar rápido, en otra situación podría pensar en algo más pero ahora no se me ocurre nada y el tiempo apremia. Dile a José que entre, necesitaremos su ayuda.

*

El señor Herrera se había "asegurado" que al día siguiente se publicara la siguiente nota en el periódico:

El ciudadano Maximiliano Ancona fue entregado a las autoridades hoy a primera hora bajo los cargos de violación, robo y asesinato de la señora Mónica Herrera en 1933. Se podría decir que fue una situación poco inusual su caso. Después de confesar ante el hermano de la asesinada y un testigo, intentó suicidarse cortándose la lengua y tirándose por la ventana de un segundo piso, afortunadamente el testigo del que se habla es el médico de cabecera de la familia Herrera. Los dos hombres rápidamente actuaron para evitar que muriera por la pérdida de sangre, pero el pobre hombre se destrozó las manos en la caída y le tuvieron que ser amputadas. Para acabarla se le condenó a cadena perpetua. Trágico.

Jorge se sentía asqueado, no podía creer lo que acababa de hacer. Aun así, sabía que ese sujeto tampoco había tenido nada de compasión para con Mónica y eso le hizo retirar todo pensamiento de culpa o arrepentimiento que había en él.

En lo que no había pensado todavía era en qué le diría a María, en unos días la noticia estaría circulando por todas partes y seguramente la verdad saldría a la luz. Su nombre sería recordado y esta vez no sería tan fácil empezar de nuevo en algún lugar alejado.

Pero ¿qué debía hacer?, decirle a María la verdad no era una opción muy buena según él, tendría que afrontarla y contestar todas las preguntas que justamente ella tendría.

Mateo Domínguez era su única opción.

Pero ahora también estaba Eliseo Pilar de por medio.

Se sentía sucio por pensar en cómo usar a María. Ambos hombres eran sus amigos y le habían dado su apoyo y confianza durante años, pero ahora la amistad debía dar algún fruto y le dolía pensar en entregar a su única hija, lo único que lo seguía uniendo a su hermana, para salvaguardar el apellido.

Decidió que lo pensaría en otro momento, después de darse un baño y haber dormido lo suficiente, para tener la mente fresca y poder pensar con claridad.

Llegó a casa de madrugada, faltaba poco para que amaneciera, nunca había regresado tan tarde, más bien tan temprano. Era más que seguro que Catalina estaría dormida y los niños también. Entró a la oficina a dejar sus cosas y a revisar de qué botella podría robar un trago.

Se sorprendió al abrir la puerta y encontrar a María dentro, sentada frente a su escritorio.

–María... –susurró, su voz parecía a punto de quebrarse.

–Tío, explícame ¿qué es esto? –dijo ella enojada, aventando sobre el escritorio las cartas que ella había escrito a sus padres por años, las cuales no habían sido enviadas.

Jorge cerró los ojos y se dio por vencido, no podía ya soportar más, cayó de rodillas y se echó a llorar como un niño pequeño.

¿Quién eres?Where stories live. Discover now