CINCUENTA Y CINCO

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1943

A cada paso las calles adoquinadas se convertían en piedras sueltas, el polvo empezaba a levantarse conforme se acercaba a las afueras del pueblo. De la misma manera, al avanzar la tarde el calor se acrecentaba.

Cruzaba por su mente la idea de tomar un descanso cuando divisó a lo lejos un difuso camino descuidado el cual se notaba poco transitado ya que los matorrales que crecían a los lados del sendero se desbordaban cubriendo ligeramente la vereda que llevaba hacia la hacienda.

María suspiro, aún podía regresar al pueblo si quería, a decir verdad, no habría ningún problema si en algún momento diera marcha atrás, pero estaba decidida a conocer a sus abuelos y entender la otra parte de la historia que hasta el momento todos parecían ignorar. A parte necesitaba el trabajo, tenía mucho que ganar, se arriesgaría lo necesario para encontrar la verdad que tanto anhelaba.

Caminaba nerviosa, atenta a lo que la rodeaba. Las hierbas bordeando el camino se enredaban en su falda incomodando su andar. Se sentía vulnerable al no ver un alma cerca. Pensó en que podría pasarle cualquier cosa en aquel lugar y nadie lo sabría, nadie la encontraría ni se enterarían de lo que había pasado con ella. Con todo, estaba decidida a seguir adelante, su valentía y tenacidad eran más fuertes que sus miedos infundados.

Después de caminar, lo que ella calculó como medio kilómetro, pudo divisar el enrejado de la propiedad. No era para nada vistoso, sus expectativas habían sido demasiado altas. Al detenerse frente a las rejas notó que en algún tiempo estuvieron pintadas de blanco pero el olor del óxido reflejaba que llevaban años de descuido.

No había nada más que un pasador impidiendo el paso al lugar, no tenía cadenas ni candados y no se veía a nadie en los alrededores. Entreabrió despacio, solo lo suficiente para que pudiera pasar, escabulléndose ágilmente adentro la reja chirrió un poco, nada que el viento no pudiera provocar.

Miró a todos lados para ver si distinguía a alguna persona, al no encontrar a nadie se dirigió hacia la casa, la cual contrastaba demasiado con el enrejado y el camino que dejaba atrás.

La propiedad no era grande, era enorme. Una bella hacienda, limpia y muy bien conservada le dio la bienvenida. La construcción era toda de concreto, anchas columnas sostenían la fachada techada y amplios ventanales comenzaban en el suelo terminando en el techo, dejando claro que era una casa sumamente fresca.

Al acercarse más y ampliarse la visión, apareció un molino de viento asomándose por detrás de la construcción.

Y, meciéndose tranquilamente a la sombra de una frondosa ceiba que adornaba la entrada, había una persona reposando apacible en una hamaca, la cual estaba amarrada a una gruesa rama del árbol y a la columna más cercana. María no podía distinguir bien a la persona acostada pero esta se veía bastante tranquila, al acercarse más escuchó un suave murmullo, alguien tarareaba una melodía que se le hacía sumamente familiar, se aproximaba despacio, rebuscando en su memoria.

– ¿Quién eres? y ¿qué quieres?

La ronca voz masculina la sobresaltó tan de repente que dejó escapar un pequeño grito. La figura que estaba recostada se incorporó rápidamente también, dejando ver a una mujer madura de semblante duro.

María contemplaba a ambas personas turbada, había sido un error ir hasta allá.

–Se te preguntó algo chiquilla, responde ahora mismo –ordenó el hombre sin paciencia.

María solo lo miraba petrificada, el hombre era demasiado alto, no llevaba camisa, su torso musculoso sudado parecía brillar bajo los rayos del sol, los ojos bajo el sombrero de paja eran fieros y el machete que llevaba en la mano daba demasiada desconfianza.

¿Quién eres?Where stories live. Discover now