CUARENTA Y TRES

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1943

Habría sido más rápido preguntarle a alguien acerca del nombre del pueblo para corroborar las sospechas de María, pero nadie parecía saber nada. Todos negaban, evadían y cambiaban de tema ante la mención de una duda en cuanto al nombre del lugar.

Fernando, que había puesto en tela de juicio la sospecha de María, ahora la compartía y la curiosidad le hacía seguir adelante tratando de averiguar qué era lo que pasaba realmente a su alrededor.

El palacio municipal estaba frente al parque en el que ellos se encontraban, solo tuvieron que caminar unos metros para tenerlo de frente. No había nada sospechoso pero ni los guardias ni las personas mayores pudieron darles la información que ellos requerían.

Fernando se detuvo un momento frente a la fachada del lugar, examinó el edificio hasta donde la vista se lo permitía y descubrió algo que a simple vista pasaba desapercibido.

–Oye niña, ven a ver esto –llamó a María que intentaba hablar con otras personas.

– ¿Has descubierto algo? –preguntó animada.

–Eso creo, mira ahí arriba.

Señalaba la parte superior del edificio donde estaba escrito el nombre del pueblo, pintado y decorado con letra elegante, hecha con mucho esmero y dedicación puesto que ocultaba muy bien un secreto.

–Lo estoy viendo Fernando, pero no encuentro nada extraño.

–Fíjate un poco mejor. Mira que donde está el nombre se ve ligeramente otro tono en la pintura, pasa casi imperceptiblemente, pero si te lo quedas viendo bastante rato salta a la vista.

–Sí, tienes razón –María estaba asombrada–. Entonces, ¿dónde estamos realmente?

–Esa es una muy buena pregunta.

Se miraron por un momento y luego dieron marcha hacia la imprenta, donde se encontraba el diario local.

Esperaban que tal vez algunas de las personas que trabajaban en la oficina pudieran darles información, o quizá algún empleado que despejara sus dudas.

Llegaron al lugar, donde había por cierto una gran concentración de personas, unos salían y otros entraban. En verdad ese lugar era un pueblo chico, por lo que pensaron que la mayoría de los habitantes estaban ahí reunidos, seguramente para conocer los detalles del caso tan escandaloso que parecía haber llegado a todos los rincones del mundo.

–Fernando –murmuró María.

– ¿Sí? –contestó él.

–Estas personas están aquí para saber más de lo que pasó realmente con mi madre, ¿verdad?

Él suspiró, recordó la noticia que hablaba sobre la "muerte" de Jorge.

–Eso me temo, niña. Pero ven, vámonos a parte un momento, hay algo que quiero decirte.

Desplegó ante ella el periódico y nuevamente le mostró la noticia titulada "El diablo se lleva a Jorge Herrera". María se quedó pensativa, no sabía qué era lo que Fernando quería que viera.

– ¿Qué piensas de la nota? –le preguntó ella.

–Creo que tu tío... tu padre supo sobornar muy bien a los medios y al médico para que las cosas salieran como él planeaba.

–El único problema radica en que lo hizo tan bien –suspiró ella profundamente–, que yo nunca más podré encontrarlos.

–Anda niña, no pienses así. Ya verás que sí, solo es cuestión de que los busques en los lugares correctos, y hablando de búsqueda, averigüemos dónde estamos realmente.

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