VEINTE

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Tiempo actual

–Ana, creo que te debo una disculpa –es lo primero que dice Dani al acercarse a mí.

– ¿Por qué? –pregunto dejando la tarea que estaba haciendo.

–Creo que no presenté bien el tema de mi ayuda –dice mientras se juega los dedos y se balancea sobre los talones–, discúlpame.

Ow, ¿en serio?, qué dulce

–Ah ¿eso?, sí, no te preocupes no hay problema –contesto en tono indiferente.

–Eso es perfecto –dice ignorando por completo lo que yo intentaba demostrar–, porque me encantaría compensarte.

Oh cielos, qué está a punto de pasar.

–No vas a creerlo, pero mamá y abuelo ¡han hecho las paces! Tendremos una cena todos juntos la próxima semana y quisiera que estés ahí.

– ¿Yo? –Digo con verdadero asombro.

La alegría que me había invadido por escuchar la reconciliación de su familia se ve reemplazada por un escalofrío de inseguridad, no soy una persona muy social, en serio.

– ¿Por qué quieres que esté? Acabas de decir que es familiar.

–Sí, sí, lo sé, pero si no hubiera sido por ti esto no estaría pasando.

Me quedo admirada ante Daniel y su buen corazón. Dejo de escucharlo mientras relata cómo será todo, qué comeremos y de qué hablaremos. Solamente pienso en la acertada decisión que tomé al ayudarlo a él.

–Y también estará Vanessa.

Su último comentario me saca de mis pensamientos.

– ¿Quién es Vanessa? –Antes de darme cuenta he hecho la pregunta, afortunadamente he comprobado que Dani es demasiado lento para captar algunas cosas.

–Oh, Vanessa –es tanta su inocencia que no se da cuenta de mi humor–, es mi hermana mayor, estoy seguro de que te encantará conocerla.

–Seguro... oye Dani –digo con voz lenta–. ¿Tu familia sabe que me estas invitando? No vayan a incomodarse....

Se echa a reír.

–Pfff, no digas tonterías, ha sido idea del abuelo que vayas y por alguna razón todos estuvieron de acuerdo.

Dejo caer la cabeza entre las manos y suspiro. Esa cena será bastante interesante.

*

Marzo 1933

Emoción era lo que llenaba a María en esos momentos. Jamás había vivido algo que se comparara a lo que le estaba pasando ahora. Desde que salieron de casa quedó fascinada totalmente con Jorge, su tío. Le parecía extraño pero familiar ya que tenía los mismos ojos que su madre, la hacía sentir muy tranquila.

Viajaron en coche, en tren e incluso una parte en una gran embarcación. Aunque esta última no era necesaria ya que los trabajos en las vías férreas habían finalizado, pero María había dicho que nunca había subido a una embarcación antes, así que Jorge decidió que hicieran una parte del recorrido en barco, sin embargo, desembarcaron a la primera oportunidad y terminaron el viaje en tren. Una vez que llegaron a su destino subieron a un coche que estaba ya esperándolos.

Al llegar a la ciudad lo primero que Jorge hizo fue pasar a su despacho que estaba en el centro, llevó a María con él para que conociera un poco de la ciudad y su lugar de trabajo. Era dueño de varios negocios y se le veía trabajando en el banco casi todos los días, y si no, solía pasar el rato en la oficina de correos que también manejaba, aparte de que había fundado una biblioteca.

Ese día, en su paso por la oficina, recogió los periódicos que habían sido publicados durante su ausencia, se subieron de nuevo al coche y se dirigieron a casa, en el camino Jorge se puso al día de las noticias, mientras María soñaba despierta contemplando las cosas nuevas que había a su alrededor.

Ese día María nunca lo olvidaría por varias razones, y años después lo recordaría con dolor también.

Durante todo el viaje su tío se había visto muy animado con ella, ya que no paraba de hablar y de contarle cosas acerca de la ciudad y respondía a sus preguntas también; hasta que, mientras leía el periódico, se quedó callado de repente. María lo miró con curiosidad pues no sabía qué había pasado.

Jorge solamente miraba las hojas del diario sin realmente verlo, estuvo varios segundos así hasta que María preguntó tímidamente.

– ¿Tío?

Pero él ni siquiera la miró, continuó con la mirada vacía y bajó el periódico lentamente. Miró a su sobrina y ella nunca más en su vida vio unos ojos tan llenos de pesar y tristeza. Una lágrima rodó por su mejilla, pero él fue lo bastante rápido para apartarla, aunque no había nadie más que pudiera verlo.

–María, ven aquí –dijo Jorge tiernamente–, acércate.

María no confiaba tanto en aquel sujeto, pero había algo tranquilizador en su voz y en él, que le hacían sentir lo mismo que cuando estaba con su padre.

Se acercó lentamente, él la tomó en sus brazos y la abrazó, llenándole de besos las mejillas al igual que la frente.

La tuvo así con él durante todo lo que restaba del camino a casa. María trato de no moverse mucho y de quedarse callada, pero la curiosidad le picaba demasiado. Aun así, guardo cierta calma, después de los primeros minutos se aburrió y tomó lo primero que estaba a su alcance, el periódico que hacía un momento estaba leyendo su tío. No bien le puso un dedito encima, Jorge alejó el diario de su alcance.

María no sabía por qué no podía tocarlo, pero había muchas cosas que no entendía. Así que se limitó a obedecer como obedecía antes a sus padres.

Al llegar a la propiedad, no cabía en sí de la emoción. No era una casa muy grande, mas comparándola con su antiguo hogar parecía un castillo, una vez adentro se sintió muy confortada. Dos niños mayores que ella, uno casi de su edad y dos más pequeños estaban en la sala jugando y le dieron la bienvenida emocionados.

La esposa de su tío, Catalina, estaba encinta para esos días de su sexto hijo el cual era el tercero que tenía con Jorge. Eso no fue impedimento para que recibiera cálidamente a María también, quien al verse envuelta entre tantos mimos y atención se sintió como en casa.

Jorge no había dicho nada, apenas atravesó la puerta se dirigió a la cocina donde intercambió algunas palabras con Catalina, luego se fue a su habitación donde permaneció encerrado varios días.

¿Quién eres?Where stories live. Discover now