TREINTA Y NUEVE

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Agosto 1943

El tren se acercaba a su destino unos días después de lo planeado, las vías férreas estaban en inspección para un proyecto de expansión, por lo que debido a los trabajos estuvieron avanzando un par de metros por horas casi antes de llegar a su estación.

El viaje no había sido nada cómodo para María, no había tenido buenas noches, le costaba trabajo conciliar el sueño y durante el día no hallaba qué hacer con su vida. No pudo llevar ningún libro entre su equipaje y ya no le apetecía leer el periódico. Aun con todo el pesar que había en ella trataba de mostrarse fuerte o al menos aparentar que no sufría por dentro.

Por fortuna Fernando estaba con ella, le había hecho buena plática durante todo el tiempo de viaje, era como si al despertar le dieran cuerda y nunca parara, siempre tenía algo qué decirle para animarla. Ella estaba realmente fascinada con él, sentía tranquilidad con su compañía, se habían llegado a conocer un poco más en esos días y a ella le parecía sumamente atractiva su labia y experiencia, le recordaba a su querido primo Héctor a quien echaba mucho de menos.

Lo único que no le agradaba de Fernando es que parecía poder leerla, se había atrevido a insinuar que ella no sería capaz de valerse por sí misma. ¡Ja! Qué estupidez.

Claro que ella no había estado muy bien tampoco, días enteros estuvo llorando por la muerte de su madre. Pero después se dijo que no le constaba que realmente ella hubiera fallecido, y si en verdad estaba muerta no había nada que pudiera hacer para solucionarlo. Así que dejó de llorarla y simplemente se quedaba largas horas sentada mirando a la nada, pensando en lo que haría al llegar a su antiguo hogar.

Era obvio que Fernando pensara que ella no estaba lista para el mundo real.

Aunque, cuando lo meditaba un poco mejor, se daba cuenta de que tal vez fuera verdad. Si su madre estaba muerta realmente, a ella no le quedaba nadie a quien recurrir. Tendría que intentar buscar a su padre Alejandro, pero su padre Jorge le había escrito que no sabía qué había sido de él.

¡Qué lío de familia!

También debía considerar que estaba yendo de un pueblo en crecimiento a un pueblo decrépito, las personas obviamente tendrían ideas y pensamientos un tanto distintos o en desacuerdo a lo que ella estaba acostumbrada, y ella era una mujercita de quince años sin experiencia.

Muchos otros pensamientos rondaban su mente, quizá lo mejor que podía hacer era quedarse un tiempo con Fernando mientras le demostraba que sí podría valerse por sí misma o buscar a su padre. Lo que pasara primero.

Faltaba poco para llegar a la parada final. María salió del compartimento y caminó por los pasillos del vagón buscando a Fernando. Lo encontró afuera "hablando" con su cigarrillo, lo cual se le hizo sumamente infantil y casi la hace reconsiderar su idea de quedarse con él, pero lo pensó dos veces, ella solía hablar con los animales y las plantas que cuidaba junto con su madre cuando era niña.

–Ejem –se aclaró la garganta cuando estuvo detrás de él.

Fernando se volteó con el cigarrillo en la boca, apoyando la espalda en el barandal que sobresalía para marcar el límite del vagón.

– ¿Qué se te ofrece?, niña –inquirió sabiendo ya lo que María tenía para decirle.

Ella se sonrojó.

–He pensando en tus palabras, y creo que tienes razón, tal vez no estoy lista para valerme por mí misma en un nuevo lugar.

– ¿La has escuchado, amigo? –Se había sacado el cigarro de la boca y ahora le hablaba–. Sabía que venías a pedirme que no te dejara, pero no imaginé que me dieras la razón.

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