Treinta y ocho

1.3K 99 20
                                    

A mi Ethan le dieron pronto el alta ya por suerte había ingerido muy pocas nueces no hizo falta mas que un pinchazo y algo de reposo. Por su cabezonería tuve que quedarme con el en su piso para que estuviera tranquilo y poder vigilar que estuviera descansando y no pasándose el día acosándome como hace siempre que no estoy cerca. Me pasé los siguientes días durmiendo en casa de Ethan y yendo al trabajo con el. Increíblemente me dejó conducir su precioso coche un par de veces.

Con mi mano agarrada a la suya me hace caminar hacia la empresa como si fuéramos una pareja de lo mas normal. No estoy segura de si lo somos pero tampoco quiero que la gente se entere de que salgo con el jefe y se piensen que me aprovecho de ello.

—Ethan, suéltame por favor —suplico cuando aun estamos a unos metros de las puertas principales.

—No —repite por creo que séptima vez desde que aparcamos en coche en la plaza privada que tiene en el parking.

—Por favor, no quiero que la gente piensa mal de mi.

Se para en mitad de la calle y me mira de frente con las cejas fruncidas.

—Nadie va a mirarte mal —replica dejando un beso suave en mi frente—. Y si lo hacen no me importa una mierda —suspiro con cansancio y el me imita con burla—. Quiero ir de la mano contigo y voy a ir de la mano contigo.

—Eres un cabezota —bufo cuando atravesamos las puertas de cristal y nos adentramos en el edificio.

Agacho la cabeza y me pego a su espalda intentando ocultar nuestras manos unidas. Para mi suerte la gente apenas parece notarlo, están demasiado ocupados formando sonrisa falsas para el jefe cuando pasa por su lado.

Ya en nuestra planta intento soltarme para ir a mi despacho y calmar la vergüenza que siento cuando Grace y [nombre de la otra secretaria] me miran con una sonrisilla cómplice. Voy a mandarles un montón de trabajo, pero obviamente el señor controlador egocéntrico no quiere soltarme.

—Dame un beso antes de irte —las puertas del ascensor se abren y muchos empleados bien trajeados entran hacia la sala de reuniones. 

Pasan por nuestro lado pero no parecen notar nuestra presencia, o simplemente nos ignoran porque es su querido y temido jefe, y creo que no soy la única a la que le da miedo cuando se enfada.

—Loren, dame un beso si no quieres que te lo de a la fuerza —ordena con suavidad pero con decisión, los ojos chispeantes de deseo.

Echo rápido vistazo a nuestro alrededor y aprovecho que nadie está mirando y dejo un rápido beso en sus labios, un gesto tan fugaz y apenas rozando que me sabe a poco.

—He dicho un beso, y eso no era un beso —gruñe antes de agarrarme de la nuca y estampar sus labios contra los míos en un beso largo, profundo, ardiente y embriagador que me deja sin respiración y por le que gemiría si su lengua entrando en mi boca no acallase el gemido tan natural que quiere salir de mi garganta.

Cuando me suelta me tengo que agarrar de sus brazos para no caer de culo de lo aturdida que me ha dejado, su pecho sube tan rápido como el mío con nuestros alientos mezclándose y una sonrisa deslumbrante se dibuja en sus labios rojos e hinchados.

—Eso si ha sido un beso de los que me gustan —acaricia mi labio inferior con su pulgar y creo que ya voy a morir porque no puedo respirar. Ethan se inclina hacia mi oreja haciendo un ligero contando en mi piel caliente—. Me harías muy feliz si llegara a mi despacho y te encontrara allí sentada desnuda esperándome para que te folle duro y fuerte como tanto te gusta.

Definitivamente este hombre quiere matarme. Mi corazón bombea tanta sangre que me estoy mareando y no puedo respirar, soy un maldito flan derritiéndome en sus brazos por culpa de lo que esos benditos labios hechos por el diablo hacen y dicen.

Llama del deseo ✔️ [Llamas #1]Where stories live. Discover now