Cuarenta y dos

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Lo sueños pueden llegar a convertirse en realidad si lo deseas con fuerza y luchas por ello.

En muchas ocasiones creí que soñar era un tontería. Que por mucho que quisieras algo alcanzarlo era más imposible que tocar la luna con la punta de los dedos. Incluso que cumplir o conseguir algo que deseas solo ocurre mientras duermes.

El amor fue uno de mis grandes sueños. Y no un amor cualquiera, uno único, diferente, especial, irresistible y tan grande que no pudiera ni medirse.

Cuando ese sueño se cumplió para mi, creí que sería la persona más feliz del mundo y que no podía pedir nada más. Hasta que finalmente comprendes que los sueños son solo sueños, que las cosas que creemos perfectas solo existen en nuestra cabeza y que el mundo parece caer sobre tus hombros cuando los sueños se convierten en pesadillas.

Jamás olvidaré el momento en que mi corazón se partió en mil pedazos junto a todas mis ilusiones y todos esos sueños estúpidos. Fue como si el mismísimo Atlas hubiera perdido la fuerza completamente dejando caer el arco de los cielos de sus hombros rompiendo el equilibro entre el cielo y la tierra creando la destrucción total del universo.

En ese momento dejé de creer en fantasías, para mí todo dejó de tener sentido y el mundo calló sobre mí aplastándome dejándome casi muerta.

Me convertí en una persona complemente diferente. Pasé a ser una persona débil, desconfiada, incapaz de querer. Incluso llegué a dudar si tenía alma y podría volver a ser yo misma incluso si podría volver a amar a alguien.

La humillación que sufrí por tantas personas fue como si hubieran cavado el pozo donde me dejé arrastrar y me quedé allí sola durante demasiado tiempo con mi mente, mi corazón y mi alma recriminándome sin parar a mi misma por ser tan inocente y estúpida.

Salir del pozo fue lo más difícil que hice en mi vida. No tenía fuerzas para superar aquello y solo lo logré gracias a las personas que me dieron su apoyo y cariño cuando lo necesitaba.

A pesar de que mis padres nunca supieron nada de lo que pasó los tenía siempre conmigo y por su amor y el de mis mejores amigos que sufrieron conmigo y lloraron a mi lado superé con una fuerza admirable que ni sabía que tenía.

O eso creía hasta ahora.

Los recuerdos que encerré, los sentimientos que suprimí y todo el dolor que me obligué a no sentir se abrieron de golpe sin controlarlo ni evitarlo.

Estallaron como un cajón cerrado a presión.

Las pocas horas que conciliaba el sueño las imágenes se repetían en mi cabeza una y otra vez, desequilibrándome, desquiciándome, enloqueciéndome más y más.

No quería ni cerrar los ojos por si volvía a verlo otra vez, pero incluso con los ojos abiertos podía ver las imágenes de todo lo que pasó como si lo estuviera viviendo de nuevo en un bucle continuo que me mareaba y terminaba conmigo llorando y vomitando apoyada en el váter como acabé aquella vez.

—Sigo sin entender porque han vuelto —las voces de Hannah y Derek son susurros pero los oigo claramente desde la cocina—. Se suponía que había superado aquello.

—¿Conseguiste que te diga que le pasó? —pregunta Derek.

—No —farfulla Hannah en un murmullo—. No abrió la boca desde hace dos semanas cuando nos llamó para ir a buscarla.

—No necesito ser muy listo para saber que Ethan tiene algo que ver en esto.

—Su móvil no dejaba de sonar con llamadas y mensajes de él —suspira Hannah—. Cuando intenté coger su móvil mientras creía que dormía casi me corta el brazo.

Llama del deseo ✔️ [Llamas #1]Where stories live. Discover now