Capítulo 8

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      Casi una semana después avanzaba por el desierto recordando aquella noche, la última noche que pudo dormir bien. En aquella última semana tan sólo avanzaron por el desierto, dejando atrás a la comitiva de Absad e intentando llegar antes de que las provisiones se acabasen, ya que se negaron a aceptar nada de la tienda prosiguiendo el viaje tal y como llegaron. Tal vez un poco más descansados.

      Y esa fue la única ventaja de aquella noche, ya que desde que abandonaron aquella tienda, un grupo de atacantes los perseguía sin descanso ignorando al grupo de Absad, que necesariamente estaba detrás de ellos. O tal vez se trataba de otro grupo, no lo sabía. Pero durante aquella semana apenas si pararon para dormir en un intento desesperado de mantenerse lejos de un grupo que siempre estaba demasiado cerca. Además, las provisiones se les acabaron el día anterior y la bebida hacía seis horas. Como Lexta no estuviese cerca, no llegarían ni a la noche.

      También perdieron a tres miembros, dos de ellos sacrificados en un intento de mantener alejados a sus perseguidores, muchos menos de lo que ella pensaba en un principio si tenían en cuenta que fueron la última comitiva en salir. Claro que aún no lo habían conseguido, se recordó.

—Ahí hay algo. —La voz de Rasen rompió de repente el silencio.

—¿Estás seguro? —Le preguntó Xon mientras todo el mundo prestaba atención sin detenerse ya que sabían que, de hacerlo, no podrían volver a ponerse en marcha.

—Hace varios minutos que lo vi, pero no he querido decir nada hasta no estar completamente seguro —asintió Rasen.

—¿Y qué es?

—Una ciudad —contestó Rasen y casi se oyó el suspiro general.

—¿Lexta?

—Si no nos hemos equivocado de dirección, sí.

—Pues entonces vamos —ordenó Xon apretando el paso y dado que los demás lo imitaron, a ella no le quedó más remedio que hacer lo mismo.

      Media hora después lo que antes era un punto lejano y difuso, se concretaba en una ciudad el doble de grande que Xritt formada por altas torres rojizas en la que destacaba una gran torre central de color algo amarillento. La primera vez que veía Lexta, la primera vez que veía otra ciudad, que se confirmaba la idea de que no estaban solos en medio de la nada que parecía rodear Xritt. Y sin embargo estaba tan cansada que lo único que pudo hacer, fue preguntarse si tendría que subir a aquella torre antes de que le permitiesen dormir.



      Abrió los ojos cansadamente y se sentó. Estaban en Lexta, lo habían logrado, como sus antepasados, y por primera vez valoró realmente lo que aquellas personas hicieron. Se miró las manos aún temblorosas y las apretó. A pesar de todas las precauciones, se había quemado, de manera que tenía las manos vendadas y le habían aplicado un ungüento en la cara y el cuello. También recordaba el agua de la verdad y su amargo sabor y después de no haber reacción, haber comido y bebido un extraño mejunje que le aseguraron era muy bueno para gente en su estado, pero todo era confuso. Tanto como los saludos, presentaciones y formalidades. Afortunadamente Lexta llevaba tanto tiempo siendo la sede de la reunión, que habían aprendido a ocuparse primero de los viajeros y, una vez que estaban en condiciones, llevarlos ante los representantes, razón por la cual ella, junto con su grupo, estaban alojados en una pequeña vivienda cerca de la entrada.

     Se levantó, obligándose a recordar los nombres que le habían dicho, pero fue inútil. En aquellos momentos había dedicado toda su energía a no desmayarse ni nada parecido y apenas recordaba nada de lo sucedido, de manera que tendría que disculparse con quien fuera necesario y esperar que sus lapsos pasasen desapercibidos.

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