Capítulo 20

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      Contempló como las piras ardían sin descanso. Piras perfectamente distribuidas en las que se quemaban los cadáveres con eficiencia. Todo perfectamente estudiado para que no quedase ningún cuerpo, nada que los atacantes pudiesen usar en sus ceremonias, incluso periódicamente se dejaban extinguir las piras, que eran limpiadas y cualquier cosa que hubiese quedado era destruida. Se sabía que los atacantes acabarían encontrando algo, sobre todo de los últimos en morir, pero allí se trataba de dejar lo menos posible y por ahora estaban haciendo un buen trabajo. Pero sabía que en cualquier momento se les acabaría el tiempo y entonces dependería de la suerte lo que te pasase durante la eternidad. Por eso algunos evaluadores y soldados ya habían pasado a mejor vida y sus cuerpos esperaban para desaparecer, pero ella seguía allí atada por su responsabilidad y cuantos más morían, mayores eran las responsabilidades que recaían en los vivos.

      Al día siguiente se anunciaría que los niños entre siete y diez años debían morir y para el atardecer aquello pasaría de ser una sugerencia a ser una obligación que los soldados se encargarían de cumplir. No esperaban mucha resistencia, ya que todos sabían que era preferible una muerte dulce que lo que les esperaba, pero aun así...

      Afortunadamente los aullidos de los atacantes ayudaban a comprender que la situación no era ninguna broma.

      Miró las piras. A aquellas alturas los atacantes, conscientes de que cuanto más esperasen menos presas encontrarían, habrían atacado, pero en cambio llevaban ya tres días esperando y eso significaba que alguien los estaba controlando. Alguien muy poderoso y de nuevo recordó a la figura oscura del dibujo y sintió un escalofrío.

—¿Estáis bien? —Le preguntó alguien.

—¡Sr. Medkiavar! —Exclamó sorprendida y de inmediato se regañó. A pesar de que la situación fuese terrible, no debía perder la compostura—. Lo lamento —se disculpó—, estaba distraída. ¿Puedo ayudaros en algo?

—No, sólo estaba paseando —contestó el Sr. Medkiavar—. Han sido muchas horas.

—Cierto —asintió mientras se negaba a hacerle ninguna pregunta referente a la reunión.

—He de decir que sois muy diligentes —los alabó el Sr. Medkiavar mirando las piras.

—Dada la situación es lo único que podemos hacer.

—Sin embargo, en las otras ciudades no lo fueron tanto.

—¿Habláis de Nacorus? —Le preguntó con prudencia.

—No, de Kortinal.

—¿Cuándo? —Inquirió mirando las piras.

—Hará apenas una semana —contestó el Sr. Medkiavar—. Seguramente los atacantes ya vienen hacia aquí. Por más que no les hagan falta— añadió.

—¿Sobrevivió alguien?

—Me temo que la situación no dio ninguna opción. Cuando nosotros llegamos, las brechas eran demasiado grandes y tuvimos que esperar. Hicieron todo lo que pudieron, pero los preparativos no fueron lo bastante rápidos.

—Espero que a nosotros no nos pase lo mismo.

—No creo que vuelva presenciar lo mismo. Sra. Aisdal, ¿podría haceros una petición?

—Adelante —le pidió volviéndose hacia él.

—Quisiera pediros que estéis presente en la reunión de esta tarde.

—¿En la reunión? —Le preguntó cogida por sorpresa—. ¿Puedo preguntaros el por qué?

—Yo he venido aquí con una misión muy concreta y a pesar de que el tiempo se nos está acabando, no puedo encontrar ninguna solución. Por eso he pensado que, quizás, vuestra presencia nos permita salir del callejón sin salida en el que estamos.

EvaluadoresWhere stories live. Discover now