Capítulo 40

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      Gritó, gritó con todas sus fuerzas, tanto que se atragantó y comenzó a toser. Intentó controlarse, sobre todo porque el dolor de garganta era insoportable cuando vio sangre sobre las sábanas y al limpiarse la comisura del labio no le sorprendió demasiado descubrir que era sangre suya. Respiró varias veces profundamente controlando las ganas de toser y centrándose en el revuelo de alrededor.

—¿Cómo os encontráis? —la interrogó alguien y al levantar la cabeza vio a un curandero algo mayor acompañado de varios más. Estaba en una habitación sola, rodeada de camas vacías y se preguntó qué hacía allí y qué había pasado. No estaba herida, sólo le dolía la garganta, ¿entonces?

—Bi... —comenzó, pero se vio obligada a interrumpirse por el dolor, ¿qué le pasaba?

—Tomaos esto. —El curandero le tendió un vaso, que ella bebió con precaución, y aunque al principio las ganas de toser aumentaron, poco después se hicieron bastante más aceptables—. Creo que será mejor que no intentéis hablar. ¿Recordáis algo de lo que ha pasado? —Aisdal negó con la cabeza—. Hace aproximadamente tres horas, estabais en vuestra habitación en una reunión con vuestros subordinados, cuando de repente caísteis al suelo inconsciente sin razón aparente. Os trajeron a nosotros rápidamente, pero cuando estabais a punto de llegar, empezasteis a gritar y no os habéis detenido hasta ahora. No sabemos por qué lo hacíais, y aunque intentamos despertaros, sedaros, deteneros, fue inútil. Llevabais ya más de media hora sangrando por la garganta a pesar de lo cual no habéis dejado de gritar ni un sólo instante, por eso os duele la garganta. ¿Recordáis algo? —Negó con la cabeza— ¿Un sueño? ¿Una pesadilla? —insistió el curandero— porque los gritos parecían de terror. La Sra. Alnea dijo que se parecían demasiado a los que escuchó cuando huía de Nacorus.

      Aisdal intentó recordar algo, luchó por concentrarse cuando se detuvo. Había estado a punto de encontrar un hilo del que tirar para llegar a aquellos recuerdos, pero algo en su interior le decía que era mejor no recordar lo que la hizo reaccionar así.

—¿Ha despertado ya? —preguntó el Sr. Medkiavar que llegó en esos momentos.

—Acaba de hacerlo —señaló el curandero—. Se encuentra perfectamente salvo por la garganta.

—¿No está...? —comenzó a preguntar—. Ya veo que no— asintió al verla aliviado por un momento—, ¿Qué recuerda? —inquirió recuperando su expresión normal.

—Nada —contestó el curandero—. Le hemos pedido que intente recordar, pero al parecer no puede.

—Es mejor que lo haya olvidado, pocas veces se tiene esa suerte.

—Parece que sabéis de que estáis hablando —intervino el Sr. Nersan y por una vez ella estuvo de acuerdo con aquel interrogatorio.

—Lo que yo sé, es asunto mío —respondió el Sr. Medkiavar cortante con el Sr. Nersan por primera vez—. Saldremos enseguida —añadió marchándose.

—¿Es cierto que ha despertado? —preguntó Rush entrando y al verla la miró aliviado, algo que la extrañó—. En tal caso, no nos retrasemos más. Tienes que prepararte.

—No es recomendable que se mueva —negó uno de los curanderos.

—Ella forma parte del grupo de Xritt, grupo que se ha unido al del Sr. Medkiavar y nosotros no dejamos nunca a nadie atrás, mucho menos para que muera a manos de los atacantes. De manera que salvo que ella diga lo contrario, vendrá conmigo. Como ven, ella ya ha decidido —dijo Rush señalando el hecho de que ella ya se había levantado. No sabía cuánto tiempo tenían.

—La muralla —gritó alguien—. Están abriendo brechas en la muralla.

—Maldición, ya está todo perdido —dijo Rush corriendo hacia la ventana, pero ella lo cogió del brazo y lo sacó de allí. Si realmente iban a salir, más valía que se diesen prisa.

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