Capítulo 48

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      Miró sus manos de una manera insistente, casi enfermiza, mientras iba cogida de la capa del Sr. Medkiavar. A veces incluso cerraba los ojos, de tal manera que no tenía ni idea de donde se encontraba. Estaban en la ciudad, eso lo sabía. Era lo único que sabía.

     Apretó los ojos de nuevo y se centró en lo que había pasado, como repetía una y otra vez desde que entraron. Prefería los recuerdos confusos de su memoria a la realidad que la rodeaba en esos momentos. Realidad, pesadilla o lo que fuese.

      Recordaba haber entrado a través de las puertas y que lo primero que encontraron fueron los campos de Miriem, o lo que quedaba de ellos, con la ciudad al fondo, una sombra oscura. Al principio se adentraron por un camino apenas visible rodeados de hierba más o menos alta, aunque en algunas zonas no crecía nada o sólo hierba mustia. Algunos árboles solitarios y retorcidos se recortaban negros en medio de la oscuridad y el silencio.

      Y de repente empezó la pesadilla.

      Primero vieron luces en la ciudad. Estas comenzaron a encenderse como si la abandonada ciudad de Miriem hubiese vuelto de repente a la vida y poco después llegaron los sonidos, al principio similares a los de cualquier ciudad, incluso un poco más escandalosos debido, sin duda, a la abundancia y seguridad que tuvieron sus habitantes, pero de repente los sonidos comenzaron a cambiar y transformándose al acercarse hasta que la oscuridad se llenó de gritos de dolor y angustia, peticiones desesperadas de ayuda y sombras confusas. Incluso a veces creyó sentir manos llenas de sangre que se aferraban a ella, pidiendo su ayuda o intentando llevársela con ellos. Manos de hombres, mujeres y niños. Aquellas manos... cerró los ojos con fuerza. No quería recordar aquello.

      Algunos cayeron en aquellos primeros momentos incapaces de obedecer, sus voces al caer en la trampa, al separase de los demás, sonaron con una desesperación nueva, luego gritos de dolor y después, nada. Pero aún seguía oyéndolos. Desde que comenzó aquello había escuchado en diferentes sitios los gritos desesperados de uno de los soldados cinco veces. Estaba segura de que era el mismo, pero prefería no mirar, no ver, algo le decía en su interior que era mejor así, la misma voz que le dijo que era mejor no recordar la pesadilla que vivió en Lexta y que la privó de voz.

      Luego, en la ciudad, todo se volvió más caótico, las sombras ofrecían imágenes terribles que apenas se adivinaban, en algún momento después de entrar en la ciudad el que iba detrás de ella comenzó a gritar y salió corriendo, perdiéndose para siempre. Después de aquello el Sr. Medkiavar ordenó que se cogiesen al de adelante y no mirasen nada, pero ella sabía que obedecer aquella simple orden era muy difícil; y lo sabía porque para ella también era una cuestión de disciplina ya que su mente estaba llena de dudas. Sentía que el Sr. Medkiavar los estaba engañando y que los lleva a la condenación, o que en realidad no era el Sr. Medkiavar quien los guiaba, sino que iba siguiendo a algo y que ese algo la arrastraba hacia la condenación o tal vez era el de atrás el que no era otro soldado, si no uno de aquellos horrores de Miriem que ahora miraba su cuello preparado para saltar y... 

      Detuvo aquellos pensamientos. Aquello no era así. El que estaba detrás era algún pobre soldado y el Sr. Medkiavar los llevaba hacia la entrada de otros túneles iguales que los que existieron en Xritt, iguales a los de Lexta, iguales a los que existieron en las demás ciudades. La idea de mirar detrás, delante o alrededor para asegurarse de donde estaba, de que no la estaban engañando, era algún tipo de trampa, y ella no pensaba caer ya que no sabía si Rush y Pria aún seguían vivos. Por lo tanto, su misión era salir viva de allí y hacerse cargo de cualquier soldado de Xritt que consiguiese salir. Otro grito de pánico de un soldado resonó en sus oídos mientras escuchaba ruidos de desgarros hasta que finalmente el ruido cesó de repente y ella apretó los ojos aún más.

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