Capítulo 30

16 4 2
                                    

—Otra vez —le advirtió Rush mientras cenaban en medio de ninguna parte con la menguante iluminación de la puesta de sol.

—Ya lo veo —asintió Aisdal sin prestarle verdadera atención. Los soldados de Liniven les habían dado provisiones. No entendía de dónde las sacaron, seguramente de Absad, pero pensar que habían cargado con ellas durante tantos días sin comerlas... negó con la cabeza. Era imposible.

—¿No deberíamos hacer algo?

—El problema no es ella, es él —contestó Aisdal volviendo a la realidad—. Ya lo hemos separado de siete chicas y cada vez que lo separamos de una, va a por otra. Por lo tanto, es el Sr. Medkiavar quien tiene que hacer algo.

—Ese soldado no hace caso al Sr. Medkiavar —señaló Rush.

—Pues en tal caso todos tenemos un problema —respondió ella mientras lo miraba. Se trataba del mismo soldado que durante el viaje por las cuevas se acercó a una de sus soldados. Y aunque en aquella ocasión el Sr. Medkiavar consiguió controlarlo, ahora parecía decidido a conseguir algo a pesar de que, obviamente, no era el momento.

—¿No crees que deberías hablar con él? —Le preguntó Rush finalmente.

—No —negó mientras mordisqueaba un poco más el trozo de pan seco y lo guardaba haciendo un esfuerzo.

Aún tenía hambre, pero sabía que aquellas provisiones debían distribuirlas muy bien si quería sobrevivir a aquel viaje ya que ahora su objetivo era Lexta. Por segunda vez en su vida se dirigía a aquella ciudad y después de hacer el viaje una vez era consciente de que no lo conseguirían. Les haría falta un milagro para lograrlo.

—Como prefieras —zanjó Rush algo molesto levantándose y ella suspiró por un momento antes de tumbarse cerrando los ojos.

     Estaba agotada. Ella no estaba acostumbrada a aquellas largas caminatas, ya no tenía reservas, y para colmo su cabeza estaba llena de cosas que apenas la dejaban dormir por las noches. Y ahora nuevos problemas se añadían a la lista ya que aunque su lógica le decía que nunca llegarían a Lexta, una parte de ella la obligaba a decidir qué decir delante de aquella gente y qué no. Finalmente se sentó. Debía hablar de nuevo con el Sr. Medkiavar, sabía que aquello no serviría para nada y que el Sr. Medkiavar sería tan hermético como siempre, pero era lo único que podía hacer, interrogarlo a la espera de un fallo, de que se le escapase algo que le diese una pista, de manera que se levantó comenzando a buscarlo por el campamento, pero parecía haberse ido. Finalmente escuchó su voz, de manera que se dirigió hacia allí cuando se detuvo en seco.

—¿Qué parte es la que no entiendes? —Le estaba preguntado el Sr. Medkiavar a un soldado en un tono bastante amenazador.

—¿Acaso no son nuestras? —Le preguntó el otro sin dejarse amedrentar— ¿Acaso...?

—Te estoy preguntando que cuál es la parte que no entiendes —repitió el Sr. Medkiavar con voz mucho más grave mientras lo cogía del cuello y lo levantaba sin más— Las reglas son claras, yo mando y vosotros obedecéis y si no lo haces... —añadió apretando la mano y ella hubiese jurado que escuchó algo romperse.

—Sr. Medkiavar —le pidió Zul saliendo de las sombras—. Ya sólo quedamos siete, no puedes matarlo a él también, seis sería excesivo.

—¿Y para qué quiero a alguien como él? —Le preguntó el Sr. Medkiavar a Zul volviéndose hacia él y al verlo de perfil se dio cuenta de que no sólo su voz había cambiado, ahora su cara era más afilada como si tuviese morro— Yo necesito gente que me solucione problemas no que me los cause.

—Es un soldado valioso.

—Es un soldado indisciplinado —replicó el Sr. Medkiavar apretando más.

EvaluadoresWhere stories live. Discover now