Capítulo 50

14 4 3
                                    

—¿Qué son? —preguntó Rasen señalando a unas bestias de cuatro patas y aspecto feroz que estaban a ambos lados de las puertas de Liniven. Se encontraban atadas a la pared por férreas cadenas al cuello a pesar de ser de piedra.

—No tienen nombre —contestó el Sr. Medkiavar acercándose a la puerta—. Se dice que son los guardianes de las puertas de Liniven. Según la tradición, impiden que el infierno entre en la ciudad.

—En tal caso deben ser muy útiles, aunque me pregunto cómo pueden defender Liniven cuando son de piedra —murmuró Tasex acercándose y tocando los afilados colmillos.

—Porque no siempre fueron de piedra —contestó el Sr. Medkiavar y aquello hizo que Tasex sacase la mano de la boca rápidamente.

—¿Cómo? —preguntó alejándose.

—He dicho que no siempre han sido así. Según la tradición están vivos.

—¿Entonces?

—Están esperando respondió el Sr. Medkiavar acercándose a uno y quitándole la capa de polvo que lo cubría con reverencia—. Pero cuando hagan falta, nos ayudarán.

—Eso espero —dijo la Sra. Alnea mirándolos también con recelo y es que aquellas criaturas eran tan grandes que uno se podría subir en ellas con poderosas patas, casi sin cuello y unas garras que brillaban como si estuviesen hechas de algún metal. Como sus pequeños ojos negros. Se preguntó si realmente estaban vivos o no era más que una leyenda cuando de una de aquellas bestias salió un gruñido grave que hizo que todos se detuviesen—. ¿Ha gruñido? —murmuró sorprendida.

—Yo diría que sí —asintió Rasen mirándolo.

—¿Y eso qué significa? —inquirió Pria.

—Eso significa problemas —contestó el Sr. Medkiavar dirigiéndose a la puerta mientras los soldados de Liniven se dirigían a la entrada de la pequeña cueva donde estaba la puerta transformándose mientras comenzaban a gruñir amenazadores.

—Ya viene —les advirtió Zul apareciendo de la nada transformado sangrando por varias heridas.

—Esto no tiene buen aspecto —se lamentó Taxes.

—Xon —lo llamó Aisdal—. Que se preparen, no sé qué es lo que vine, pero no quiero que nos coja desprevenidos.

—Comprendido —asintió Xon comenzando a dar órdenes y poco después los soldados de Xritt estaban preparados y listos para enfrentarse a lo que fuese, aunque ella esperaba sinceramente no tener que hacerlo, ya que era evidente que en su estado sólo serían un fácil bocado para cualquier cosa que los siguiese, incluidos unos simples malditos.

—Veo que traes invitados, y veo que estos no hacen los honores —dijo alguien y al volverse vio a una mujer en la puerta.

—Tenemos más invitados de los necesarios —explicó el Sr. Medkiavar.

—Si, ya veo —asintió la mujer olfateando el aire—. El traidor se ha unido a nuestros parientes.

—¿Les ha abierto la puerta? —preguntó el Sr. Medkiavar tenso.

—Vamos, sabíamos que sólo era cuestión de tiempo.Pero no hay de que preocuparse —añadió acercándose a un lateral y soltando a unade las bestias, la cual tembló, deshaciéndose de la tierra que la cubría antesde gruñir y dirigirse a entrada de la cueva—. Espera —le ordenó la mujer—, tienesmejores maneras de morir —dijo mientras tocaba algo en la pared y de repente elsuelo comenzó a temblar tan fuerte que cayó incapaz de mantenerse de pie temiendoser aplastada por alguna roca, pero cuando paró todo, la cueva estaba intacta. Laúnica diferencia era que la entrada de la cueva había desaparecido y que todoslos presentes estaban cubiertos de polvo—. ¿Entramos? —los invitó la mujer queestaba soltando a la otra bestia, la cual también se desperezó siguiendo a la mujerdentro, de manera que se levantó entrando por la puerta mientras le parecíaescuchar ruido de desprendimientos. Al parecer la reacción en cadena continuaba.

EvaluadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora