Capítulo 21

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      Dos horas después, ya se extendía por toda la ciudad el rumor de que los soldados de Liniven iban a escoltar a un grupo hasta Absad o, mejor dicho, hasta algún punto del camino, un grupo formado por soldados y evaluadores de entre trece y veintitrés años. Lo que variaba según la fuente era el número de personas que lo formarían y hasta dónde los acompañarían. Aquello cambio el ambiente opresivo de la ciudad, cosa que ella agradeció y es que ahora que existía una posibilidad de sobrevivir, aunque fuese tan vaga como un rumor, el número de suicidios había descendido y el resto trabajaba a buen ritmo mientras esperaban ser llamados para la salvación. Y entre tanto los atacantes seguían esperando algo, algo que ella no entendía. ¿Tal vez a los refuerzos? Aquello no tenía sentido, nunca antes lo habían hecho, por el contrario, cuando por alguna razón sabían que otro grupo iba a llegar, atacaban con más ímpetu para no tener que compartir el botín, ¿entonces?

—Esto no me gusta nada —negó mientras miraba fuera, a los atacantes, que permanecían a la espera y al pensar que Liniven vivió en esa situación durante años, se preguntaba cómo pudieron soportarlo. Los niños sólo conocían aquello, tan sólo desde el concilio supieron lo que era mirar a las afueras de la ciudad y ver algo más que un mar de bestias esperando para probar tu sangre.

      Sacudió la cabeza y suspiró intentando centrarse en otra cosa, pero lo que ocupó sus pensamientos, no fue en absoluto agradable y es que Lena había tenido a su bebé. Una hermosa niña. Pero dada las circunstancias, lo que debería ser una alegre celebración, era una especie de castigo, ya que aquella niña había nacido para morir, no podían salvarla, ya que la ciudad estaba condenada y a pesar de que un grupo iba a salir, no podían llevar ningún niño con ellos, mucho menos a un bebe.

      Los bebes atraían a los atacantes como las luces a los insectos en una noche sin luna. Nadie sabía la razón, pero eran capaz de sentirlos a kilómetros de distancia y seguirlos aun cuando hiciese varios días que habían pasado por un lugar y para salir de allí, era imprescindible hacerlo en secreto. Por eso se veían obligados a abrir las puertas de hierro que existían bajo la ciudad, y que daban a unos túneles que todos esperaban que los sacasen de allí. Según decían los libros, conducían a las montañas Cormklia, lo bastante lejos como para que los atacantes no pudiesen seguirles la pista, o al menos eso esperaban, ya que hacía generaciones que aquella puerta estaba sellada. Pero si llevaban un bebe, por más lejos que saliesen, los atacantes los encontrarían, por eso la edad mínima era de 13 años, y eso condenaba a muchos buenos soldados, a muchas jóvenes promesas que tuvieron la mala suerte de nacer demasiado tarde. Y eso incluía a la hija de Lena.

      Negó con la cabeza de nuevo. Ella estaba haciendo todo posible, no era culpa suya que las cosas saliesen así, ella estaba allí para resolver las situaciones en las medidas de sus posibilidades y había conseguido salvar a un grupo de una ciudad condenada, apenas existían antecedentes de algo así, debería estar orgullosa de haber sabido ver la ocasión, pero en lugar de eso se sentía culpable porque tan sólo consiguió que aceptasen un grupo de apenas cuarenta personas, condenando a miles a la muerte y una parte de ella se empeñaba en encontrar una manera de salvarlos a todos por más que fuese imposible. Y sabía que debía librase de aquellas ideas tan destructivas antes de que la consumiesen y dejase de ser útil.

—No puedo ayudarlos a todos —se repitió por enésima vez y luego suspiró antes de bajar. Aún quedaba mucho que hacer y por primera vez desde que comenzó aquella locura, se alegró de eso.

—Evaluadora Aisdal —la saludó Zul al llegar abajo, con aquella voz calmada que caracterizaba a los hombres de Liniven tanto como su ropa y sus tatuajes. Se preguntaba si las mujeres también serían así.

—Sr. Zul —contestó mientras sus soldados les hacían hueco. Al parecer, aunque los admiraban, por alguna razón habían decidido que era mejor no acercarse y dedujo que pasó algo, algo que no había llegado a oídos de los evaluadores por alguna razón, de manera que decidió investigar.

EvaluadoresWhere stories live. Discover now