Capítulo 39

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—¿Cuántos han hecho falta esta vez? —le preguntó Aisdal al Sr. Flearen en uno de los miradores de la torre.

      Se había retirado a dormir un par de horas durante la noche necesitada de un pequeño respiro. Un privilegio en aquella situación, ya que, al ser invitada, no tenía obligaciones como ocurría con los evaluadores de la ciudad. Y aquella falta de descanso, unida a la tensión de las decisiones que tomaban, estaban acabando con los evaluadores de Lexta. Ella misma había vivido aquello en su ciudad, y es que las decisiones que debían tomar no eran fáciles, muchos más cuando los juicios sumarísimos se repitieron sin descanso toda la noche después de que se abrieran las puertas de la cárcel y se hubiesen repartido los trabajos.

—Casi tres veces más que cuando lo hicisteis vos —respondió el Sr. Flearen. Pero gracias a la oferta de limpiar el expediente, junto con el rumor de que ni el Sr. Medkiavar ni el Sr. Nersan admitirían en el grupo a nadie problemático, han hecho que las cosas estén volviendo a su cauce rápidamente.

—¿Y los grupos?

—Por ahora están bastante igualados. Nacorus está cerca, pero los soldados de Liniven tienen mucha fama. Para muchos está siendo muy difícil decidirse. Sobre todo, después de que el Sr. Medkiavar haya dicho que Nacorus, si no ha caído ya, debe estar a punto de hacerlo.

—Ya escuché lo que dijo el Sr. Nersan al oírlo.

—No le gustó —asintió el Sr. Flearen sonriendo por primera vez desde que comenzó aquella locura. Amargamente, era cierto, pero lo había hecho— ¿Y vos y vuestros hombres?

—Les daré libertad de elección.

—¿Aún no habéis hablado con ellos?

—Me temo que he tenido otras prioridades. Y en cualquier caso, no creo que tengan muchas dificultades para decidirse.

—¿Permitiríais que el grupo se separase?

—Preferiría que todos siguiésemos juntos —admitió Aisdal—. Pero soy consciente de que esta no es una decisión que otro pueda tomar por ti. Además, esa condición de que todos los que les acompañen deben aceptar a un compañero de Liniven hace mucho más complejo el obligarlos en un sentido u otro.

—Eso es lo que más ha llamado la atención, esa condición tan extraña. No tenía la sensación de que Liniven necesitase sangre nueva.

—Ni vos ni nadie. Aunque dado que apenas si sabemos algo de Liniven, cualquier cosa es posible.

—Cierto —asintió el Sr. Flearen mirando la lejanía—. ¿Cuánto tiempo creéis que tenemos?

—Desgraciadamente, no mucho —contestó Aisdal mirando las hordas que los rodeaban. Cuanto más avanzaba el tiempo, más inquietos parecían, como si se estuviese acercando algo y el hecho de que eso confirmase las palabras del Sr. Medkiavar no era tranquilizador. Sinceramente ella preferiría que se equivocase, a pesar de que eso significaría soportar las burlas del Sr. Nersan, pero parecía que, una vez más, el Sr. Medkiavar iba a tener razón.

—Deberíamos haber aceptado vuestra manera de actuar al principio, eso nos habría permitido estar preparados a tiempo y no haber perdido tantos hombres inútilmente.

—En ese momento no estabais preparados para aceptar la situación —contestó Aisdal—. Pero al menos hemos conseguido que los niños estén a salvo.

—Es lo único que me consuela —asintió— Ha sido muy duro convencer a los padres, sobre todo en el caso de los niños más pequeños y de los que casi tenían la edad para que no los atacasen, pero hay que ser realista. Meter a un niño en un grupo, es condenarlo a muerte.

—Cierto —asintió Aisdal dándose la vuelta—. Nunca se puede salvar a los niños —murmuró adentrándose en la oscuridad.


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—Me imagino que ya lo sabréis —comenzó Rush mientras Aisdal miraba por la mirilla de la pared a los atacantes y debía confesar que no le gustaba nada lo que veía. Estaban empezando a serenarse y aquello no era bueno. Faltaba poco, lo sentía— Hubiésemos deseado ser nosotros los primeros en comunicárosla, pero las circunstancias no nos lo han permitido.

—¿Y cuál de todas las versiones que hay es la cierta? —preguntó Xon.

—Tanto Liniven como Darnien nos ofrecen refugio, aunque Liniven pone como condición que todo el que vaya debe aceptar una pareja de Liniven —contestó ella volviéndose y mirándolos por primera vez. Tenían peor aspecto de lo que había pensado. Era obvio que estaban agotados y hacer otro viaje no los iba a ayudar. Ojalá pudiese conseguirles tiempo para descansar, pero no podía.

—¿Y las órdenes? —inquirió Tasex.

—Esta vez no hay órdenes —contestó Rush—. Es una decisión individual, debéis hacer lo que consideréis mejor para vosotros.

—¿Y tú que vas a hacer? —le preguntó Rasen a ella.

—Eso ya lo sabéis —contestó Aisdal volviéndose de nuevo hacia la mirilla comenzando a observar a los atacantes, extrañamente tranquilos, cuando lo vio.

      Era exactamente igual que el dibujo que vio meses antes en aquella ciudad. Aquella figura pequeña y encapuchada en medio de los atacantes mirando la ciudad ajena a lo que ocurría a su alrededor y a pesar de su tamaño, a pesar del caos que rodeaba a la figura, se la veía perfectamente ya que no había nada a varios metros a la redonda. Los demás parecían sentir aquella presencia y huir en cuanto se acercaba aunque estuviesen de espaldas, preferían pasar por encima de enemigos ancestrales antes que acercarse más de lo necesario a aquel ser, tal y como se veía en el dibujo. Lo que sí era diferente es que mientras en el dibujo de trataba de una figura vestida de negro, lo que estaba viendo era diferente, ya que no es que la figura fuese oscura, simplemente no parecía salir luz de ella, o tal vez debería decir que desprendía oscuridad. No sabía lo que era, nunca había visto nada igual, pero si supo una cosa: aquella figura miró en su dirección y tuvo una extraña sensación cuando sus ojos se cruzaron.


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