Capítulo 46

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      El grupo llegó a Miriem una mañana, cerca del mediodía y se presentaron ante las puertas con objetivo de intentar entrar primero pacíficamente. Sin embargo, nadie contestó a sus llamadas y finalmente decidieron entrar, encontrando que las puertas no estaban aseguradas. Aquello despertó la inquietud del grupo que se adentró en aquel lugar con precaución, temiendo que, finalmente, Miriem hubiese caído en manos de los atacantes. Sin embargo, las murallas exteriores y las puertas estaban intactas, como si, simplemente, hubiesen olvidado cerrarlas y aquello les causó más inquietud que si hubiesen visto a una horda de atacantes dirigiéndose hacia ellos.

      Según leyó en el informe que había en Xritt, especularon con la posibilidad de una nueva raza de atacantes, pero al adentrarse, la situación se volvió aún más confusa, ya que los campos parecían abandonados hacía meses, algunos incluso años. Podían verse huesos de animales secándose al sol y, al acercarse a la ciudad, encontraron que el camino estaba bordeado de esqueletos humanos atados a postes lo cual no hizo sino acrecentar la preocupación del grupo, pero dado que no vieron nada, como si los habitantes de Miriem hubiesen desaparecido, siguieron adelante, hasta llegar a las murallas interiores de la ciudad, que estaban abiertas de par en par sin que de nuevo hubiese rastro de ningún ciudadano. Al parecer, desde las puertas de las murallas, vieron que las calles estaban llenas de deshechos, como si hubiese sido abandonada hacía mucho. No se escuchaba ningún ruido y tan sólo el aire parecía traer el olor a humo y a sangre, lo primero confirmado por el hecho de que varias casas parecían haber estado ardiendo hasta hacía poco, de manera que se prepararon y entraron a averiguar lo que llevó a Miriem a aquel estado y lo que encontraron dentro fue aún peor de lo que pensaban.

      Según el informe, que obviamente fue modificado con posterioridad, avanzaron por las callejuelas hasta que al llegar al centro de la ciudad, vieron a una mujer de parto atada en medio de la plaza mientras que unos seres que en un principio no pudieron identificar esperaban impacientes. Por un momento no entendieron lo que pretendían, ya que parecían estar esperando a que la mujer tuviese el hijo por motivos desconocidos, por lo que aguardaron dispuestos a actuar y cuando finalmente el niño nació, apenas comenzó a llorar, los que estaban esperando se abalanzaron sobre él, de manera que tuvieron que acudir a salvarlo. Lo que pretendían aquellos seres, fue borrado, pero lo cierto es que al llegar al final de la lectura del informe se comprendía perfectamente. Aquellos seres fueron rápidamente liquidados, ya que aunque fuertes, eran demasiado lentos o estúpidos para esquivar las armas, incluso parecía que se lanzaban a ellas. Mientras el grupo se deshacía de aquellos seres sin identificar, otro liberó a la mujer que, en cuanto estuvo libre, se revolvió como un animal salvaje atacando a sus salvadores con saña, hasta tal punto que finalmente no les quedó más remedio que matarla. Ante esta situación, decidieron retirarse con el bebe, y regresar al concilio para explicar la situación, pero cuando intentaron salir, de las casas y calles antes desiertas surgió una población entera de aquellos monstruos y finalmente gracias a las ropas y su número, el grupo llegó a la inevitable conclusión de que se trataba de los habitantes de Miriem, que habían cambiado por alguna razón desconocida.

      Se vieron obligados a retroceder hasta la torre del consejo y hacerse fuertes en su parte alta. Lo que vieron en las habitaciones mientras subían, fue borrado posteriormente, tachado deliberadamente, pero fuese lo que fuese, ocupó cuatro hojas del informe y de aquello no quedaba nada, a pesar de que corrían muchos rumores al respecto, sobre gente viva encadenada a la que le faltaban brazos y piernas, festines de locura y borracheras de sangre, pero ella sospechaba que lo que se contaba era lo más suave de lo que vieron aquellos infelices en su subida a lo alto de aquella torre que ellos denominaron como "torre de los horrores". Tuvieron que permanecer en lo alto de la torre sitiados por aquellas criaturas durante casi diez días, escuchando los gritos de los que quedaron abajo, viendo por las ventanas como repetían el proceso de los niños sin poder hacer nada aquella vez y finalmente viendo cómo se atacaban entre ellos, a los más débiles para alimentarse con una sola distracción en la habitación, una frase escrita con sangre en la pared por algún autor desconocido y en cuya suerte todos preferían no pensar. La frase decía: "Estamos malditos".

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