Capítulo 38

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—¿Por qué cada vez que hablas con el consejo de Lexta la situación empeora? —preguntó Rush entrando sin llamar.

—En primer lugar, esa apreciación es errónea, no siempre que hablo con ellos la situación empeora. En segundo lugar, normalmente cuando lo hace, es porque les he dicho algo que era necesario manifestar a pesar de que ellos no lo quisiesen oír, y mi obligación es decirles las cosas, les agrade o no. En tercer lugar, en cualquier caso, los sentimientos del consejo hacia mí, no tienen por qué afectaros.

—Pues lo hace.

—Lo lamento, no era mi intención molestar a nadie. Además, ya he sido apartada de mis funciones en la ciudad, he recibido mi castigo, por lo tanto, no os deberíais ver implicados.

—Hablas como si todos fuesen tan racionales como tú, cuando las cosas no son así.

—Cierto —admitió—. ¿Cuál es la situación?

—Los incidentes crecen lenta, pero inexorablemente. La situación se les está yendo de las manos y lo único sorprendente es que aún no hayamos sufrido ningún ataque a pesar de la situación.

—Preocupante, ¿verdad?

—Mucho. He tenido que dejar a Pria con los demás porque están demasiado nerviosos. Sienten que va a pasar algo y eso no hace sino confirmar que estamos perdidos.

—¿Entonces no has venido a cuestionar mi actuación?

—Francamente, dado que a la ciudad le queda, con suerte, un par de días, no me preocupa lo que el consejo de una ciudad que está muerta pueda opinar o pensar. Me preocupa más el hecho de que apenas si han muerto la mitad de los niños, los saqueos continúan sin control y no hay vigilancia. Y nosotros estamos atrapados aquí en esta locura.

—¿El consejo qué dice?

—Aunque no lo reconocen abiertamente, en privado empiezan a admitir que si se hubiesen seguido tus medidas, no estarían así.

—Y en menos de veinticuatro horas —asintió ella.

—Las cárceles están llenas de soldados, tantos que ya no pueden meter más, gente que debería estar ayudando y que en cambio sólo duerme, come y planea cosas para cuando salgan.

—Las mentes ociosas con malas, sobre todo en este caso.

—Me han pedido opinión, pero les he dicho que las únicas medidas posibles son las que tú impartiste el primer día, ahora muchos más duras al haberse perdido una vez el control.

—¿Y los soldados de Liniven? —Se encontraba encerrada en su habitación aislada del mundo.

—No dicen nada, parecen ocupados en sus propias cosas, aunque nadie parece saber de qué se trata. Según se dice, están a punto de dejar la ciudad a su suerte y desaparecer antes del primer ataque, pero esos rumores existen desde que llegaron.

—Luego siguen con su comportamiento inexplicable.

—Sólo que ahora corren incontables historias que hablan de episodios inexplicables relacionados con ellos, contestaciones extrañas, situaciones imposibles y, sobre todo, últimamente se multiplica la gente que afirma haberlos visto salir de noche y entrar en el campamento enemigo. Desde luego nadie se atreve a hacer una acusación formal, sobre todo porque si alguien fuese hasta allí, no volvería, pero es un rumor que corre y que cada vez toma más fuerza.

—Procura que nuestros soldados estén preparados y si hay alguien que les agrade y sea digno de confianza, también.

—¿Quieres que salgamos?

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