Capítulo 27

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—Creo que os agradará saber que dentro de unas horas comenzaremos a ascender —le comunicó el Sr. Medkiavar al día siguiente mientras avanzaban. Desde la noche anterior no había vuelto a desaparecer ningún soldado de Liniven y es que, al parecer, ya habían conseguido librarse del grupo que los seguía, aunque ella no estaba muy segura de cómo.

—¿La salida? —Preguntó y el Sr. Medkiavar asintió.

—Esta vez mandaremos exploradores fuera para averiguar dónde estamos y saber si es seguro.

—Sería preferible —asintió Aisdal—. Os agradezco la información —le dijo antes de que el Sr. Medkiavar se volviese a alejar.

Y entonces se dio cuenta de que si bien, cuando estaban dentro de aquel lugar perdidos, deseaba salir, ahora que se acercaba ese momento sentía miedo al dejar la protección de la cueva y salir de nuevo al mundo real. Un mundo en el que ya no estaría Xritt, pensó, pero de inmediato apartó aquellos pensamientos. La moral del grupo estaba alta debido a que los problemas inmediatos evitaban que pensasen en la causa por la que estaban allí y esperaba que aquello se mantuviese, al menos, hasta que llegasen a Absad.

—Por fin —celebró Rush dejando traslucir en su voz todo el alivio que sentía al saber que por fin iban a salir.

—Yo no estaría tan contento. Ahora es cuando empieza realmente lo difícil, no debemos olvidar que estamos en territorio hostil sin ningún lugar donde resguardarnos —le recordó.

—No creo que decir eso ayude —replicó Rush molesto.

—Al contrario, saber cuál es nuestra situación es, quizás, lo único que nos dé una oportunidad.



      Apenas dos horas después, y tal y como dijo el Sr. Medkiavar, el aire comenzó a volverse menos viciado y al confirmarse que iban a salir, el grupo pasó por diferentes estados de humor, que acabó con un ambiente pesado debido a que todos eran conscientes de que se había acabado lo fácil y que a partir de ahora volverían a contar bajas.

—Nos detendremos aquí mientras mando a un grupo a explorar —les comunicó el Sr. Medkiavar y ella asintió mientras Rush ordenaba parar.

—¿No crees que deberíamos ofrecernos para ayudar? —Le preguntó Pria.

—No desean ayuda —negó ella mientras se sentaba y veía como el Sr. Medkiavar organizaba a sus soldados.

      Allí había algo extraño. Era cierto que los soldados obedecían a los evaluadores, y que en ocasiones eran mandados exclusivamente pero ellos, pero lo normal era hacerlo a través de oficiales, ya que los soldados no los apreciaban demasiado y sólo después de años comprobando que los evaluadores tenían razón, es decir cuando eran oficiales, aceptaban las órdenes con rapidez y sin cuestionarlas, pero el Sr. Medkiavar daba las órdenes directamente aunque lo más lógico hubiese sido darlas a través de un oficial, puesto que ella sospechaba ocupaba Zul, aunque no estaba muy segura. Sin embargo, Zul se comportaba como un segundo al mando, ocupándose de las cosas en ausencia del Sr. Medkiavar. Parecía como si el Sr. Medkiavar fuese un soldado más y aunque el haber acudido al cónclave significaba que era el evaluador más apreciado, aquello era excesivo.

      Además, a pesar de usar los mismos términos que ellos, tenía la sensación de que la organización de Liniven respondía a otro sistema y que si bien el Sr. Medkiavar era llamado evaluador, no tenía nada que ver con ellos y cuanto más observaba su manera de comportarse, más convencida estaba de ello.

—Son extraños, ¿no es así? —Le preguntó Xon y al levantar la cabeza lo vio acompañado de Rasen y Lenx.

—No más que nosotros para ellos —contestó después de un momento.

—Pero aun así son extraños —insistió— y a todos nos gustaría entender mejor lo que está pasando.

—Me temo que en eso no puedo ayudaros —negó ella mirándolos.

—¿Pero son de confianza? —Le preguntó Rasen.

—Aceptamos su oferta —asintió.

—Las cosas han cambiado desde que lo hicimos.

—No tanto. Lo único que han hecho ha sido confirmar que nuestra confianza en ellos era fundada, así como su fama, haciéndose cargo de todo sin más.

—Cierto —aceptó Xon—. Pero todos agradeceríamos que nos tuviesen más en cuenta. Nosotros también somos soldados y aunque no seamos tan buenos como ellos, creo que podríamos serles de ayuda.

—No os aceptarán —le advirtió ella.

—¿Y eso por qué? —Le preguntó Xon.

—Porque hay algo que no quieren que sepamos —contestó Rush por ella acercándose—. Es evidente que entre sus tácticas hay algo que quieren mantener oculto a toda costa y prefieren tener problemas con nosotros antes que correr el riesgo de que lo descubramos.

—No somos tan fáciles de impresionar —negó Lenx algo molesto.

—Ellos no opinan eso —negó Rush.

—En cualquier caso, llevan a cabo su labor de una manera encomiable, de manera que sugiero que aprovechemos eso y descansemos, ya que tarde o temprano dependeremos de nosotros mismos —intervino Pria dejándose caer a su lado pensativa—. No creo que debáis quejaros de que otros hagan vuestro trabajo.

—Somos soldados, no nos gusta depender de otros —rechazó Lenx.

—La niña tiene razón —lo contradijo Xon—. Deberíamos estar contentos de que otro corra todos los riesgos, pero lo cierto es que no lo estamos —añadió serio—. Aquí ocurre algo, es evidente que hay algo más que una diferencia de costumbres. Todos lo sentimos y por eso preferiríamos no tener que depender tanto de ellos.

—Habláis como si tuviésemos elección cuando en realidad no es así —dijo Aisdal por fin—. Nosotros los necesitamos a ellos. Ellos no nos necesitan a nosotros. Si partimos de ese sencillo principio, vemos que nuestras opciones no son muchas.

—¿Y si no nos necesitan por qué nos están ayudando? —Preguntó Tasex y todos se volvieron hacia él—. Después de todo para ellos hubiese sido más fácil esperar a que los atacantes arrasasen la ciudad y luego conseguir la piedra. O en caso de que no quisieran correr el riesgo de perderla, podrían haber huido con ella, o habernos matado en el camino, ya que es evidente que nosotros sólo somos un lastre y nadie carga tan alegremente con un lastre cuando sobre él hay un territorio entero lleno de atacantes.

—Tasex —lo reconvino Xon.

—Sólo estoy haciendo una pregunta —se defendió Taxes—. No entiendo por qué se están tomando tantas molestias.

—¿Sabes Tasex? —Le preguntó Aisdal—. Es una pena que no quisieses ser evaluador.


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