Capítulo 49

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      Despertó sobresaltada, tenía la sensación de que llevaba haciéndolo mucho tiempo, sólo que aquella vez el sueño no la volvió a vencer antes de despertar del todo. Miró a su alrededor. Se sentía terriblemente cansada y le dolía el cuerpo, como si le hubiesen dado una paliza, se miró a la tenue luz de algunas plantas luminiscentes y se sorprendió al ver lo que parecían marcas. No recordaba que le hubiese pasado nada dentro de Miriem, sólo recordaba avanzar y cosas confusas. Se obligó a centrarse.

      Recordaba nítidamente cómo salieron de los túneles y avanzaron hacia la Miriem, recordaba al niño y su expresión, recordaba haber entrado y haber visto a los Sir acercándose, luego el camino y aquellas sombras siniestras, lo recordaba todo perfectamente hasta que empezaron a encenderse las luces de la ciudad y el viento comenzó a arrastrar aquellos lamentos y después todo se volvía confuso y su mente insistía en volver una y otra vez al principio, cuando las sensaciones y lo que recordaba tenían alguna lógica, negándose a recordar nada más. Y aunque tenía la sensación de que si se esforzase, recordaría lo que había oído, incluso sería capaz de darle algún sentido, dejó que aquellos recuerdos se le escapasen entre los dedos, volviéndose cada vez más confusos, como hizo con la pesadilla en Lexta. Pero tuvo la sensación de que, si bien conscientemente no sería capaz de recordar nada, más de una vez despertaría como ahora, asustada sin estar muy segura del porqué y aquella perspectiva no le agradó. Pero al menos no se había vuelto loca.

      Se miró las manos descubriendo dos cosas. La primera que las manos aún le temblaban incontroladamente y a pesar de sus esfuerzos, siguió sin ser capaz de evitar que temblasen así. La segunda que aún sujetaba la capa del Sr. Medkiavar entre los dedos, de manera que, como aquello ya no tenía sentido, se obligó a soltarla descubriendo que le dolían los dedos y que le costaba trabajo moverlos. Al parecer había sujetado la capa con demasiada fuerza demasiado tiempo.

      Miró a su alrededor y vio sombras temblorosas que dormían con un sueño intranquilo como el que ella había tenido. Quedaban tan pocos de los que entraron... y se dio cuenta de que tuvo suerte de salir de allí entera y no haber descubierto lo que ocultaba Miriem y qué fue de todos los que desaparecieron en ella al tener el mismo destino. Los únicos que parecían normales eran los soldados de Liniven, que de nuevo tenían un aspecto humano y que estaban bien hablando en grupos, bien durmiendo. Finalmente distinguió al Sr. Medkiavar y se levantó acercándose a él.

—Vuestra capa —le dijo tendiéndosela cuando llegó hasta él.

—¿Cómo os encontráis? —le preguntó el Sr. Medkiavar levantándose.

—Me gustaría decir que bien —contestó—. Pero no os preocupéis. Hemos salido de Miriem y eso es lo importante. Quisiera disculparme por haberme apropiado de vuestra capa de esta manera. Aunque no sea una excusa, os aseguro de que no he ido consciente de lo que hacía.

—No os preocupéis —negó el Sr. Medkiavar recuperándola—. Pero ¿estáis segura de que queréis devolvérmela?

—Una capa no creo que me ayude mucho —negó ella.

—Comprendo —asintió.

—¿Dónde estamos?

—A unos dos días de Miriem.

—¿Dos días?

—No lo recordáis, ¿no es así? —Aisdal negó con la cabeza—. ¿Recordáis algo?

—Los Sir —contestó—, y que tenéis muchas cosas que explicarnos, pero después de entrar todo es confuso, sobre todo cuando se encendieron las luces en Miriem. Tan sólo recuerdo que hubo un momento en el cual os marchasteis y debo decir que siento auténtica curiosidad por saber qué era eso tan importante como para dejarnos solos en semejante lugar.

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