III: They don't know

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Se sentía bien. La calidez del sol, la suave brisa, el aire puro.

Las manos que acariciaban su cabello, aquellas que lo hicieron dormir y que sabía intentaban despertarlo. Pero no quería hacerlo. No quería regresar a la realidad. Estaba cómodo, se sentía amado, tranquilo. El calor del pecho sobre el cual estaba recostado era reconfortante. El aroma, el suave pero constante palpitar del corazón ajeno, los tranquilos movimientos de su pecho al subir y bajar. Sentirlo vivo, tan cerca, solo ellos dos.

Escuchó un bajo suspiro, los dedos seguían enterrándose en su cabello.

—¿No vas a despertar? —Respondió con un gruñido—. Tenemos que regresar al palacio.

Un quejido más. Envolvió los brazos alrededor del torso del otro Rey. Usualmente sería al revés, sería el otro quien siempre se aferraría a él en todo momento, y él a regañadientes se lo permitiría, a pesar de que después de tres años desde su boda real se había acostumbrado, mucho más, a la constante necesidad de contacto del otro. Y esa necesidad también creció en él. Ese anhelo constante de sentirlo cerca, vivo, real.

Los dedos dejaron de acariciar su cabello, bajaron hasta su mejillas, haciéndole cosquillas en la nariz hasta que no tuvo más opción que abrir los ojos rubíes y mirar a su esposo con enfado. Pero, ¿cómo podría enojarse con la mirada tan suave, tan llena de amor que el otro le daba? El afecto resplandecía fuertemente en los iris bicolores, casi sintió que podía oler la dulce fragancia del amor entre ambos.

Shouto sonrió. Calidamente, con esa expresión que solamente mostraba cuando estaban solos, lejos del palacio y sus responsabilidades. Juntos al calor del sol.

Poco a poco se levantó. Estaba un poco desorientado, y no sabía si se debía a que sus ojos a penas se acostumbraban a la luz aún fuerte del día, o se debía a ese efecto de somnolencia constante que producía el amor.

—Despertaste.

—Contra mi voluntad.

—Me haré responsable. —Los labios se posaron en su frente—. Hay que regresar. Tenemos una reunión con los nobles, ¿o lo olvidaste?

—¿Alguna vez he olvidado algo, medio Rey?

—No. —Le robó un beso—. Tienes buena memoria. Por eso me casé contigo.

— Y yo no sé porqué me casé contigo.

—No lo dices en serio.

No, no lo hacia. Había muchas razones, grandes y significativas, por las cuales se había enamorado de aquel idiota.

El bicolor lo ayudó a levantarse de sobre el apacible césped.

Estaban al otro lado del palacio, la mitad perteneciente a los dragones, su gente. El castillo se cernía sobre ellos en el acantilado, la división que el bicolor había cruzado el día en que se conocieron tantos años atrás. A pesar del tiempo, aquel pequeño paraíso natural no había cambiado en nada. Seguía siendo tan puro, tan mágico, tan hermosamente iluminado por las luces del atardecer.

Shouto tomó su mano, entrelazaron los dedos y comenzó a guiarlo de regreso a su hogar. Solo caminó, sin negarse a ser guiado. El calor de la mano ajena era agradable, era familiar. Era el toque que siempre necesitó y que siempre necesitaría. Era el lugar al cual pertenecía.

Escuchó el rugido de un dragón, y luego la silueta de este los cubrió por un breve segundo. Los ojos rubíes se elevaron, confiando plenamente en su esposo que no le dejaría tropezar o chocar. Miró al dragón de escamas rojizas que contrastaba con el azul del cielo.

Why are you so angry? [©]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora