XII: Second chance

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Enji jamás creyó que aquel día llegaría, pero ahí estaba, con el menor de sus hijos en una heladería.

Sentados en una de las mesas que daban a la ventana e ignorando la ligera incomodidad de Shouto por sentirse tan expuesto. Ni siquiera la gran copa de helado que le compró lograba tranquilizar al chico, pero bien, Endeavor había ignorado cada uno de sus pedidos por cambiarse de mesa y, en ese momento, todas estaban ocupadas.

Tampoco ayudaba a calmar su incomodidad el que llamaran tanto la atención. El mayor más que nadie. Podía escuchar los murmullos de la gente a su alrededor, hablando sobre el héroe que actualmente ocupaba el primer lugar y sobre la extraña escena que estaban presenciando. El chico agradeció que, antes de salir, el mayor se hubiese cambiado el traje que utilizaba por simple ropa de civil. Aún así, seguía siendo muy reconocible.

Pero bien, Shouto produjo esa situación y ahora tenía que soportarla. Al menos el helado era bueno, aunque sentía que había un ligero sabor agridulce, pero no era el postre. Era su propio paladar, sus propios sentimientos y pensamientos que no le permitían alcanzar la dulzura. Suspiró, el helado se derretía por los bordes. Volvió a revolver aquello que se transformaba en líquido.

Enji se mantenía en silencio, una copa de helado de café frente a él, pacientemente esperando que su hijo comenzara a hablar. Llegaron al local hace casi viente minutos, pasaron quince desde que ordenaron y Shouto a penas había dado unas bocanadas a este. No quería apresurarlo ni obligarlo a hablar, cada libro que leyó sobre consejo paternal decía que debía ser paciente, debía darle su tiempo y espacio a su hijo para revelarle lo que sentía, pero se estaba preocupando.

Sabía que la adolescencia era compleja y que, difícilmente, los chicos buscaban apoyo de sus padres. Quería hacerlo bien, quería ayudarlo lo más que pudiera incluso si se trataba de algo que, siendo sincero, no era el fuerte de Enji. Era horrible con los sentimientos, pero tenía la suficiente experiencia y se esforzaría si eso significaba que podía aliviar, aunque fuese un poco, las dudas de su hijo.

El problema recaía en cómo hacerlo hablar. Pasaría media hora y Shouto seguía mirando la copa de helado. Ni siquiera estaba utilizando su lado derecho para evitar que se derritiera, no, simplemente dejaba que lo hiciera y parecía a punto de desbordarse del cristal.

—¿Planeas beberlo? —preguntó. Había un poco de tensión en su voz, esperando que el chico no lo ignorara, pero para su suerte, los ojos heterocromáticos se elevaron confusos—. Se está derritiendo mucho, Shouto.

La mirada bajó. Enji comprendió que solo en ese momento, su hijo notó el desastre que estaba por suceder.

—Oh —Dejó la cuchara a un lado y extendió el frío desde su mano derecha, pero la crema se convirtió en un pequeño iceberg—. Ah, esta demasiado congelado...

El mayor suspiró. Resistió el impulso de masajearse la sien y, simplemente, recordó que su hijo era despistado por naturaleza. Aunque en ese momento era un nivel de distracción que nunca vio. Sin duda significaba que no se sentía bien.

—Esta bien, te compraré otro —intentó levantarse, pero el menor lo tomó del antebrazo y lo obligó a quedarse ahí.

—No, déjalo así, no tengo apetito.

Endeavor volvió a sentarse. Observó el rostro distante de su hijo. Los ojos perdidos en pensamientos o recuerdos que desconocía y que, tal vez, jamás sabría. Se veía deprimido, perdido, había una ligera capa de tristeza cubriendo su cuerpo y para cualquiera no hubiese sido notorio, pero él, como padre, podía verlo.

—¿Qué tal si caminamos? —sugirió Enji—. Hay muchas personas en este lugar.

Los ojos heterocromáticos lo observaron. Un tenue brillo de calma apareció en estos y el chico, con la mandíbula tensa, los puños apretados y el cansancio emocional; asintió.

Why are you so angry? [©]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora