Epilogo: Why are you so happy?

2.7K 379 198
                                    

La luz que entraba por la ventana lo despertó, golpeando directamente contra sus ojos. Katsuki gimió, se dio vuelta en la cama y buscó el cuerpo que debía estar durmiendo a su lado, aquel que debió cerrar las cortinas de su ventanal la noche anterior, pero que, una vez más, lo olvidó.

Jodido Shouto, ¿cuántas malditas veces tenía que repetirle que no olvidara cerrar las cortinas? Después de todo, al bicolor era a quien le gustaba asomarse y mirar el exterior; su jardín, las casas a su alrededor, el atardecer que tanto amaba y observar como las aves volaban hacia las montañas que cubrían el mar en el cual el sol se sumergía cada día. Además, no era como si fuese una discusión reciente, desde hace malditos quince años que le pedía no olvidar cerrar las cortinas y, sí, en invierno si lo hacía, pero en primavera o verano simplemente esa información se borraba de su memoria hasta que la nieve llegase una vez más.

De todas formas, el medio idiota no estaba a su lado. Abriendo, con dificultad los ojos de una persona que estaba absolutamente cansada de tener que ordenar todos los días el mismo desastre, observó las sabanas y mantas ligeramente arrugadas del lado de la cama que le correspondía a su esposo. No era demasiado tarde, y agradecía que tampoco muy temprano. A penas eran las nueve y media de la mañana, aunque era un sábado y debería tener la posibilidad de dormir hasta el mediodía, pero sabía que no podría volver a dormir una vez que despertaba. Tampoco le dejarían dormir. Lo mejor era levantarse y buscar al idiota con el cual se había casado tantos años atrás para regañarlo por la misma razón. Ya ni siquiera era gracioso, ni molesto, era simplemente un detalle al cual se acostumbraron y Katsuki sabía que algo raro le sucedería a Shouto el día en que recordara cerrar las cortinas.

Antes de salir de la habitación, se dirigió al baño. Se lavó la cara y los dientes, miró su expresión cansada y rezó para que el día fuese más tranquilo que los anteriores, pero realmente lo dudaba.

Salió al pasillo y comenzó a bajar lentamente las escaleras hasta el primer piso de su casa. Observó de reojo los múltiples cuadros en las paredes, fotografías y una que otra fea pintura que consiguieron durante sus vacaciones y que, para Shouto, era bonitas mientras que para el rubio eran horrorosas, pero bien. Si el bicolor quería derrochar su dinero en feos cuadros, era su problema. Tendría que escuchar sus quejas. Al menos no había ni una imagen de un gato alrededor, aunque su esposo siempre estaba tentado en comprar aunque fuese uno pequeño.

Había un olor dulce en la primera planta; miel, leche, un poco de chocolate, café y la voz de su esposo siendo llevados a través del aire hacia Katsuki. Todo venía desde la cocina y sus pasos se dirigieron hacia ese lugar de su hogar, pasando primero por el salón donde la televisión llevaba apagada tan solo un par de minutos, la mesa de café entre el sofá y el aparado tenía un par de papeles desordenados con bosquejos en él, unos más entendibles que otros. Los lápices de colores estaban esparcidos sobre la madera, había un muñeco de felpa, obviamente de gato, acurrucado al medio del sillón con una manta lila a su alrededor y Katsuki tuvo que levantar los pies para evitar pisar o tropezar con los juguetes repartidos por el piso que, estaba seguro, recogió la noche anterior.

Mientras más se acercaba, la voz de Shouto se hacía más clara. Le tomó un poco de tiempo comprender que el bicolor estaba contando una especie de historia y, cuando captó de que se trataba, sus pies se detuvieron. Escuchó, oculto para no ser visto por las personas dentro de la cocina, aquello que su esposo relata.

— Fue durante un festival—explicó el bicolor, dejando un vaso de leche en la mesa de la cocina—, ahí nos besamos la primera vez.

—¡Que jodido asco! —gritó uno de los tres niños sentados en la mesa de la cocina, mientras los otros dos se mantenía callados y expectantes a la historia.

Why are you so angry? [©]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora