VIII: Fireworks

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Su horario de sueño de una u otra forma se arruinaba durante las vacaciones. Se permitía ser "libre" por un tiempo, además sus padres tampoco lo dejaban dormir temprano.

Masaru iba de un lado a otro en el hotel, con el teléfono apoyado entre la oreja y el hombro, distintas prendas en las manos, hablando y pidiéndole a Mitsuki anotar tallas, arreglos, detalles, telas y tantas cosas que Katsuki ignoraba por voluntad propia. Después de tantos años de ver a su padre trabajar en el taller en casa, escucharlo explicar sobre lo que hacia, tal vez con el oculto deseo de que su hijo también fuese diseñador, el rubio menor acabó por aprender mucho de costura.

Lo que aprendió, en cuanto diseño, solo lo utilizó una vez y fue al crear su traje de héroe. Pero, si era por ropa o estilos, le daba igual. Todo el trabajo y detalle que su padre ponía en cada prenda le parecía innecesario, pero comprendía la emoción de su viejo por ese encargo en específico. Masaru amaba diseñar trajes tradicionales. Mientras que la especialidad de su madre era la moda acorde a lo que dictaminaban los diseñadores parisinos, el hombre prefería lo cultural. El toque elegante y antiguo, capaz de transportarte a otra época y sentirte como si fueras, realmente, un señor feudal.

Estaba lejos de ser un señor samurai, pensó Katsuki. Conocía bien su vida pasada, y ser un Rey de las bestias le venía mejor.

Pero bien, no lo dejarían dormir. No obtuvo el gusto por el diseño y la moda de sus padres, pero ellos si obtuvieron algo de su concepción. Un excelente modelo. En ese mismo momento, a eso de las diez de la noche, inmediatamente después de cenar Masaru le pidió ponerse el traje de uno de los actores. Casualmente tenían una contextura similar, aunque el interprete era unos centímetros más bajo que Katsuki. De todas formas, el rubio serviría para arreglar los últimos detalles.

Creyó que simplemente sería probarse el traje y ya, pero su madre necesitaba ver la obra completa. Con cada pieza en su lugar, cada pequeño trazo en el lienzo donde debía ir, con su combinación de colores y su armonía magistral.

Los accesorios que habían preparado fueron puestos en su hijo. Los aros, los broches, los collares ceremoniales, el abanico en la mano, con los kanjis de "eternidad" en un costado. Y el maquillaje. El maldito maquillaje.

¿Peleó? Por supuesto que lo hizo. ¿Reclamó? Mucho. ¿Gritó? Fuerte, pero Mitsuki lo hizo con mayor intensidad y, después de ser pinchado por la aguja y recibir un moderado golpe en la nuca, tuvo que resignarse, refunfuñar por lo bajo y dejar que su madre lo maquillara.

¿El problema? La obra del viernes sería al estilo del teatro Kabuki. El traje que su padre estaba arreglando era para un actor que interpretaba a una mujer. Cerca de las once de la noche, Katsuki estaba vestido con un kimono blanco con detalles de camelias en el borde de las mangas y una cinta roja alrededor de la cintura. El rostro pintado blanco pálido, la sombra de ojos y el labial del mismo rojizo color del cinturón.

Quería morirse. Mirarse a un espejo, golpearse a si mismo y luego morirse.

—¡Listo! —exclamó Masaru, y con una sonrisa complacida miró a su esposa—. ¿Crees que Tanaka esté despierto? Quiero mostrarle el resultado, y saber si necesita un arreglo más.

—Debe estarlo —comentó Mitsuki—. De todas formas enviemos fotos del resultado. Si hay que arreglar algo más, lo haremos mañana. Katsuki, no te muevas

—Tapa mi puto rostro, ¿quieres?

—No prometo nada —La rubia tomó el teléfono y enfocó—. Quiero una foto tuya vestido con kimono en el álbum familiar. ¿Tal vez algún día podre enseñársela a ese novio tuyo? O al chico de esta tarde.

Why are you so angry? [©]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora