XIX: Stay here

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Una vez que el llanto pasó y solo quedó el fantasma de los sollozos, Bakugou limpió el rastro de las lágrimas sobre las mejillas ajenas.

Silenciosamente, notando los iris bicolores cansados fijos en los rubíes que se dedicaron a simplemente limpiar las gotas en la piel. El nerviosismo que algunas veces sentían al estar juntos decidió no presentarse y darle lugar a la comodidad y complicidad.

De un momento a otro Todoroki se vio somnoliento y murmuró que quería dormir, que estaba cansado de pensar y de llorar, aunque esto último realmente le ayudó. Se sentía más ligero, igual de culpable, pero sabía que esta simplemente disminuiría poco a poco. Al menos ya había dado el primer pasó y la aceptó.

Bakugou se separó para marcharse y dejarlo descansar, también lo necesita. Pero, al dar un solo signo de movimiento, las manos que se mantenían todavía sobre las mejillas ajenas fueron detenidas en su lugar por las contrarias, por el toque frío y cálido que luego entrelazaron los dedos con aquellos de una temperatura uniforme.

—Quédate, por favor —pidió Shouto. La voz conservaba el rastro de tristeza y los iris que miraban los rubíes también—. Quiero dormir, pero... No quiero estar solo.

El breve silencio se formó entre ellos, mantenían la mirada fija en el otro pero aquella de iris desiguales fue la primera en bajar. Bakugou resopló y, sin más, alejó sus manos de la piel y agarre ajeno, levantándose sin dar explicaciones.

—Eres un jodido mocoso —murmuró, caminando hacia la puerta —. Al menos deja que me cambie la puta ropa y ordena un poco este jodido desastre. Ni creas que porque las luces están apagadas no veo la ropa esparcida.

La mirada bicolor se alzó. La sorpresa que brilló en el color gris y azul rápidamente se cubrió de una suave felicidad, un alivio que se reflejo en una pequeña sonrisa.

—La meteré al ropero sin ordenarla —comentó Shouto. Katsuki volvió a dar un bufido.

—Es tu jodido problema, solo hazlo.

Mientras el rubio se cambiaba de ropa a por una más cómoda, Todoroki hizo lo mismo y, tal como dijo, medio la ropa de vuelta al armario sin importarle que estuviese arrugada o algunas enredadas con otras.

Pasaron solo quince minutos hasta que el rubio regresó. Cuestionó a Todoroki si tenía otro futón o algo donde pudiera recostarse, pero no había más que aquel que el bicolor siempre ocupaba. El tenue nerviosismo de la adolescencia regresó y aumentó más al estar consientes de lo que sentían por el otro, pero entre esa timidez también se asomó el anhelo por estar tan cerca como sentían necesitarlo.

Durante tanto tiempo sus corazones habían estado tirando en el sentido contrario y ahora, al fin, jalaban correctamente de la cuerda que los conectaba a la persona que querían; estaban más que dispuestos a dejarse arrastrar.

La oscuridad de la habitación fue agradecida. La falta de luz además del tenue brillo de la luna en el exterior fue bienvenida y ocultó los tonos rojizos que se posaron en sus mejillas cuando, después de algunos balbuceos y maldiciones, ambos se metieron bajo las mantas de futón, sin hablar, intentando no tocarse pero siendo conscientes del deseo de querer hacerlo. Respetando la lejanía que querían romper, mantuvieron la mirada fija en el otro cuando apoyaron la cabeza contra la tela, mirándose de frente; la almohada demasiado pequeña para dos personas fue dejada de lado.

Simplemente mirándose. El color de los iris contrarios fueron perfectamente visibles y, los propios, se reflejaron sobre el color de estos combinándose perfectamente hasta lograr una armonía tricolor. Los sentimientos eran fácilmente visibles, incluso si el resto del rostro se mantenía tranquilo, todavía un poco deprimido, un poco solitario, silencioso o muy enojado; el reflejo de la luna sobre sus miradas no mentía.

Why are you so angry? [©]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora