XIV: Patience

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Llevaba alrededor de una hora apoyado contra la pared del edificio. Había revisado una y mil veces las redes sociales, le envió algunos mensajes a sus amigos, platicó un rato con Kirishima pero el pelirrojo no demoró en despedirse, mascullando que en ese momento iba saliendo del dormitorio juntos a Bakugou, Midoriya y Todoroki a por la tela para los trajes que utilizarían algunos durante el festival. Le envió un mensaje de despedida, la pantalla se apagó y guardó el teléfono una vez más.

Kaminari suspiró. Subió el zipper de la campera y miró hacia el cielo. Estaba nublando, seguramente las lluvias otoñales no demoraban en llegar a ellos. Era un problema para él y su quirk. Bajo la lluvia era difícil de controlar la potencia de la electricidad e incluso con su arma direccional, los rayos se extendían a cualquier lugar si es que había demasiada humedad en el aire. Bien, por ese momento continuaría entrenando bajo techo, pero debería comenzar a pensar seriamente qué haría una vez que se graduara y le tocara patrullar durante un día lluvioso. Debía entrenar, no podía arriesgarse a dañar a los civiles en el futuro.

Tomó su teléfono una vez más, observó la hora. A penas pasaron cinco minutos desde que dejó de hablar con Kirishima. El tiempo se movía muy lento. Volvió a suspirar, apoyó el peso contra la pared a su espalda y, lentamente, se dejó caer. La sesión aún no terminaba y aunque Shinzou le dijo que no era necesario que lo esperara, decidió hacerlo. Decidió ser paciente como nunca antes lo fue y acompañar al chico en aquel proceso.

Sabía que no era fácil, él mismo pasó por ese tipo de consultas psicológicas cuando era más pequeño, aunque por su actitud nadie podía adivinarlo. No eran observadores, pensó, nadie es tan feliz y alegre siempre. Nadie podía imaginar el estrés mental que su propio quirk le produjo de pequeño, no poder controlarlo, no poder tocar a sus amigos o a sus propios padres sin electrificarlos le hizo aislarse de todos, siempre preocupado de salirse de control y dañar a alguien. Produjo un trastorno de ansiedad que con demasiada terapia logró controlar a la par de su poder. Casi podía decir que en ese momento estaba "curado", pero había ocasiones en las cuales seguía dudando de usar o no su habilidad, y aquella inseguridad lo llevaba a fallar muchas veces.

Sabía que por lo que él pasó era completamente diferente a lo de Shinzou. Comprendía que el pelimorado, así como Bakugou, estaban más cercanos a un trastorno de estrés postraumático; pesadillas, falta de sueño y más. Notaba que el rubio parecía haberlo superado, pero Hitoshi no y por eso él estaba ahí como un apoyo.

Conocía perfectamente bien el sentimiento de necesitar a alguien después de una larga sesión, saber que no estaba lo suficientemente mal de la cabeza como para estar solo o ser rechazado por sus pares, aunque a veces necesitaba un tiempo a solas, confiaba en que Shinzou le diría si lo requería o no. Hasta ese momento, aunque el chico le decía que no era necesario que lo acompañara, no había una negativa.

La puerta del edificio se abrió. Kaminari se levantó inmediatamente y con una sonrisa amistosa, recibió a Hitoshi. El chico intentó devolverle el gesto, pero fue imposible. Se veía cansado, mucho más de lo normal. Denki sabía que no durmió bien la noche anterior. Seguramente por algún recuerdo, y debía ser bastante malo por la magnitud de las ojeras ajenas.

Comenzaron a caminar rápidamente hacia los dormitorios de la UA, deteniéndose una sola vez para comprar un milkshake y algunas golosinas que hacían falta en el recinto. Volvieron a retomar el camino a paso lento. A penas era casi el medio día, no había apuro y el aire, aunque húmedo, se sentía bien.

—¿Demasiado aburrida la sesión? —cuestionó, Kaminari.

—Estresante, supongo —respondió Shinzou, mirando al frente—. Creo que el mayor problema es que aún no termino de recordar toda mi vida pasada, así que el psicólogo aconsejo aumentar el número de sesiones para que sepa que hacer en el futuro.

Why are you so angry? [©]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora