I: Home

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El departamento vacío se sentía frío.

Shouto dejó las llaves en el cuenco de porcelana a un lado del interruptor de la luz al entrar. Se quitó la chaqueta y la dejó sobre el sofá, sin tener que preocuparse por si alguien le regañara por dejarla en cualquier lugar del hogar en vez del perchero. Poder dejar sus cosas donde quisiera era una de las ventajas de estar solo, aún así el tenue sentimiento de libertad no le agradaba.

El lavaplatos tenía los mismos tazones sucios que había dejado durante la mañana antes de salir. Con un suspiro decidió dejar los pequeños quehaceres para después, primero cocinaría y comería algo, luego seguramente intentaría terminar de revisar y firmar los informes que Endeavor le obligó llevarse a casa antes de recordar que debía lavar los platos y guardarlos en la alacena.

Pero después, primero lo primero; la comida.

Con los años de independencia tuvo que aprender a valerse por sí mismo; cocinar, lavar y limpiar. A veces extrañaba las sirvientas que hacían todos los quehaceres en el hogar de su infancia, pero había sido una elección que él y Katsuki hicieron cuando se mudaron juntos; sin empleados que se inmiscuyeran en su privacidad, en los cuales no sabrían si confiar o no, y que podrían darle a las plataformas de chismes sobre héroes detalles sobre su vida personal, aunque en ese momento inicial, su relación con el rubio no fue un secreto para nadie...

Su relación con Katsuki... Ah, realmente lo extrañaba. Extrañaba su presencia a su lado, su voz demasiado alta cuando se emocionaba o enojaba, o el tono suave que poseía a penas despertar o cuando estaban a punto de dormirse. Extrañaba su calor, el olor dulce al que se acostumbró y que desde hace seis meses le hacía falta. Y su cocina, dios, extrañaba demasiado los platillos que el rubio preparaba. Incluso si el ya sabía cocinar como un adulto funcional, jamás igualaría el nivel culinario del otro hombre y ser consciente de ese detalle lo hizo extrañarlo mucho más.

Seis meses... Seis meses sin verlo. Mientras la comida se preparaba a fuego lento sobre la estufa, sacó su teléfono y revisó los mensajes de textos. Conversaciones pendientes con algunos amigos, con Enji, con su madre o hermanos. El chat que poseía el nombre del rubio continuaba vacio.

Suspiró, acercó un taburete de la cocina y se sentó, pasándose los dedos entre el cabello. ¿Debería enviarle un mensaje? ¿Llamarlo? Cada cual estaba ocupado por su propia cuenta, no quería interrumpirlo si estaba a mitad de una misión, aunque simplemente podría dejarle un mensaje y esperar a que quisiera hablar.

Lo dudaba, realmente. El tiempo que poseían en ese punto de sus vidas era tan reducido que los momentos para recordarle al otro que estaba vivo, eran breves. No más allá de dos mensajes, no más allá de una llamada de cinco minutos, todo el resto del día con la cabeza centrada en el trabajo, en salvar, rellenar papeleo y luego dormir sin pensar ni soñar.

Ah, quería regresar a la adolescencia. Regresar a ese tiempo en que las preocupaciones y responsabilidades eran mínimas, cuando tenía a Katsuki con él, cuando podían ir a aquella tienda de té. Extrañaba ese té, pero extrañaba mucho más al rubio.

La sorpresiva vibración de su teléfono lo asustó. Por un momento casi lo dejó caer, y más cuando vio el nombre de su padre aparecer en la pantalla, llamándolo como cada día desde que salió de casa de su madre y se negó a vivir en la suya.

Podría simplemente cortarle... Dejar que la llamada sonara hasta que Enji se aburriera de intentar querer hablar con él, pero ya no era un niño. El rencor que sintió hacia Endeavor en su adolescencia se apaciguó solo poco tiempo atrás, regresaba si volvía a replantearse su vida, pero en esos atareados días ya casi ni tiempo poseía para las crisis existenciales.

Why are you so angry? [©]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora