Bipolaridad.

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—¡Cállate! ¡No me hables! —
Chilló Adele, mientras se cruzaba de brazos y le volteaba la cara. El chico rodó los ojos y se puso de pie para ir a la cocina. Se la había pasado bipolar toda la mañana y bueno... no era muy divertida la situación para él.
—¡¿A dónde vas?! —
—A la cocina, ¿no quieres algo de comer? —
Los ojos de la chica se iluminaron. De un salto, se puso de pie y brincó cómo niña pequeña mientras pensaba que era lo que quería.
—Quiero... ¡quiero un pedazo de chocolate! Y... y también quiero... ¡quiero una rebanada de pay! ¡Y también una malteada de fresa! Y... y... —
—¿Más?—
—¡No sólo como yo, también tu hijo! —
Dijo indignada, a la vez que dejaba de saltar.
—De acuerdo —
Acarició sus mejillas y la miró con ternura, ella tenía un puchero en el rostro.
—¡Algodón de azúcar! —
Pidió recuperando ese brillo en los ojos. Él asintió, le dió un beso en la cabeza y fue a buscar lo que le había pedido su esposa.
Mientras, Adele bajó hacia la sala y puso una película en el televisor. Venía con cobijas y almohadas. Se sentó en el sofá y se cubrió.
—¡Apúrate, Kon! ¡Eres muy lento! —
—Cielo... conseguí todo, menos el algodón de azúcar... ¿crees poder sobrevivir sin eso? —
Exclamó un poco asustado por la posible reacción que tendría ella. La peli-negra ladeó la cabeza y alzó una ceja.
—Deja lo consulto con tu hijo... uhm... ¡dice que muevas el trasero y lo traigas! —
—P-pero... —
—¡Ahora!... ¿o acaso no te importamos? —
Dijo con un hilo de voz, al mismo tiempo que acariciaba su estómago y bajaba la cabeza con decepción. "¿Acaso no te importamos?" Era su nueva técnica de chantaje y pobre de él si no cedía.
—Vuelvo enseguida —
Depositó un beso en su frente y con ayuda de su súper velocidad, fue a conseguir el algodón de azúcar.
—Papá nos ama mucho —
Murmuró Adele mirando su estómago ya bastante hinchado. Sonrió al sentir una pequeña patada de él, que probablemente significaba algo como un si. En verdad, ese bebé, sería muy amado. Los Kent estaban vueltos locos por conocerlo y ¡ni se diga de los Wayne! La enemistad entre Bruce y Clark, crecía poco a poco, por saber quién sería el abuelo favorito, o el mejor. Peleaban constantemente. Decían cosas cómo: "Apuesto a que amara los inmensos regalos que le haré." "Pues todos los niños aman a los héroes con poderes... así que... seré su favorito." "Lo que pida, lo tendrá." "¿No te parece que lo tendrás bastante mimado?" "¡¿Quién pidió tu opinión, Kent?! Es mi nieto y por lo tanto, debe estar lleno de lujos."
—Lo conseguí... era el último... un hombre iba con su hijo, dispuesto a comprarlo... me miraba mal... pero entonces le dije, "esposa embarazada" y él me señaló a la suya, que también estaba embarazada y no se veía feliz —
Explicó Conner, sentándose en el sofá a su lado. Le entregó la golosina y ella, en segundos, se la devoró. Veían una película de romance, que empezaba a aburrir al chico de acero.
En el momento en que hubo una escena muy linda y cursi, Adele puso la mano cerca de la de su esposo, pero él estaba tan aburrido que no se dió cuenta de esa acción.
—¿Por qué no me tomas de la mano? ¿Eh? —
Preguntó con indignación.
—Ah... claro —
Le tomó la mano, pero ella la alejó con brusquedad.
—¡No! ¡Es que a la fuerza no! —
—Pero no es a la fuerza, cariño —
Dijo con dulzura, pero ella lo ignoró. Pasado unos segundos, volvió a hablar con dramatismo.
—¡Ah! ¡¿Y no me insistes?! —
—B-bueno es que yo pensé... —
—¡Pues no pienses!—
Se cruzó de brazos y volteó a ver a otro lado con una mueca de disgusto.
Después de esa mini escena, llegó la hora de dormir. Adele se puso del lado derecho y Conner del lado izquierdo, la intentó abrazar, pero ello lo evitó. El chico apagó su lámpara, que estaba en la mesita de noche, pero ella prendió la suya.
—¡¿Y no vas a preguntar que me sucede?! —
Rodó los ojos y tomó aire para no perder la paciencia.
—¿Qué te sucede? —
—¡No! Sí no te lo pido yo, no lo preguntas —
—Bieeen —
Le dió la espalda y cerró los ojos para dormir un poco.
—¡Kon-El! ¡Pregúntame que sucede! —
Gruñó y dió la vuelta para verla.
—¿Qué te sucede, Adele? —
—Pero así no —
Dijo con un puchero en el rostro.
—¿Y entonces, cómo? —
Preguntó con la poca paciencia que le quedaba.
—Sé más lindo —
—Bien... ¿qué te sucede, cariño?—
Habló esa vez con dulzura, mientras acariciaba su brazo.
—Nada —
El chico volvió a gruñir y a darse la vuelta.
—¡Ja! Que poco cariñoso y atento eres conmigo...¿o sea que no te importamos ni un poco? —
—¿Qué es lo que le sucede a la dueña de mi corazón? —
Preguntó aún más dulce y empalagoso que su segundo intento.
—¡Ya te dije que nada! —
Volvió a rodar los ojos. Se cubrió de pies a cabeza con la cobija y decidió dejar de intentar.
—¿Ves que no le importamos? —
Escuchó decir a su esposa. Se descubrió el rostro y la miró; acariciaba su barriga y soltaba pequeñas lágrimas.
—Cariño... —
—Es que yo dije, a la otra vez que me pregunte, le voy a responder —
—Bien, no volveré a preguntar, porque ya sé que te sucede —
Comentó con una gran calma, a la vez que la abrazaba y besaba su hombro.
—Siento ser una enfadosa contigo... —
Mencionó de manera tranquila, mientras acariciaba su mejilla, él le sonrió y besó su mano.
—Creo que es normal todo esto, así que... no te preocupes... además, te amo mucho —
Ella sonrió y se acurrucó a su lado. Hubieron unos segundos de silencio, estaba más que claro que no importaba cuantos problemitas tuvieran... jamás se iba a enfadar uno del otro.
—Conner, tengo hambre —
Murmuró, indicando que era hora de que él fuese a buscar comida.
—Y ahí vamos otra vez —







—Escucha... no quiero que vayas a la empresa o salgas sola, si necesitas algo, dímelo, ¿de acuerdo? —
—De acuerdo —
Respondió con una sonrisa de lado, porque no haría nada de lo que su esposo le estaba ordenando. Sabía que sólo quería protegerla, y también a su hijo, pero le parecía que era demasiado exagerado, al igual que el resto de su familia, que nunca la querían dejar sola.
—Adele... —
—¿Si? —
—¿Entendiste? —
—¡Por supuesto que si! ¿Por quién me tomas? —
Exclamó indignada, mientras mordía una galleta.
—Recuerda que falta poco para que el bebé nazca, así que, cualquier cosa que pase, llámame —
—Si, ya lo sé, lo repites todos los días... ahora, anda, ve al trabajo o te echarán y no tendrás para comprarle los pañales a tu hijo —
Comentó divertida, causándole una risa a él. Se dieron un corto beso y se sonrieron.
—Te amo, no lo olvides... cuida a tu mamá, eh, porque es muy necia —
Dijo mirando el estómago hinchado de su esposa.
—No soy tan necia... —
—Lo que tú digas... amigo, no permitas que salga, ¿de acuerdo? —
Esa vez, miró a Krypto, el cual ladró en respuesta. Le dió un último beso y salió de la casa. Confiaba en que ella atendería la orden y no la volvería a encontrar, encima de una silla a punto de caerse, sólo para alcanzar el frasco de gomitas. Aunque, bueno, eso había sido su culpa... no debió dejar el frasco en un lugar tan alto.
—Bien, Krypto, ¿qué dices de dejarme escapar a Wayne Enterprise? ¿Ah? —
Miró al canino y le sonrió de forma traviesa. Durante todo su embarazo, Krypto no se había despegado de Adele, al parecer quería mucho al bebé, pues siempre que salían para dar una vuelta al parque, solía ladrarle a los extraños o incluso, cuando Conner no estaba en casa, la seguía a todas partes. Oh, y en ocasiones, dormía a su lado, pues sus intenciones eran proteger a la chica y a su bebé.
Adele se vistió apropiadamente y tomó su bolso, para ir a la empresa. Hacia mucho que no iba y eso de estar en casa sola, ya la había aburrido, al igual que le enfadaba que siempre hubiese alguien que la siguiera a todas partes. Por eso, decidió "escaparse", prometiéndole a Krypto, que todo estaría bien y que no había nada de que preocuparse.
Al llegar, rápidamente visualizó a Damian, saliendo de la sala de reunión.
—¿Qué haces aquí? Creí que estarías en Gotham —
Le dijo la azabache con el ceño fruncido.
—Eso debería preguntar yo, ¿no te ordenaron salir de casa acompañada y de lo contrario, mejor no salir? —
—Sabes que soy una necia —
Respondió rodando los ojos.
—Si, eso lo sé —
—Señorita Wayne, ¿no debería estar en casa? —
Preguntó su secretaria, acercándose a ella con confusión.
—Si, bueno, eso dic... —
Se quedó callada a media frase, al sentir una punzada en el vientre. De inmediato, abrió los ojos ampliamente al suponer lo que estaba a punto de pasar. «¿No faltaban dos semanas?» Se preguntó a sí misma.
—Adele, ¿estás bien? —
Cuestionó su hermano, con preocupación.
—¿Si?... no, un segundo... —
Sintió un dolor aún más fuerte que el primero y gritó, llamando la atención de todos los empleados.
—...¡No estoy bien! ¡NADA BIEN! —
Chilló retorciéndose del dolor. Damian rogaba internamente que no pasara lo que pensaba que iba a pasar, pero no se le logró cumplir. Ya había soportado el parto de su esposa... ¿y también debía soportar el de su hermana? ¡Nop! ¡Antes muerto!
—Supongo que llamaré a Kent  —
Informó el chico Wayne, un poco nervioso, porque sabía perfectamente que su hermana se pondría histérica.
—¡¿Esto en verdad debe dolor mucho?! —
Exclamó con frustración.
—Oh, por supuesto que si —
Respondió la secretaria, tomando su brazo. Le empezó a dar palabras de aliento, para que se calmara un poco... bueno, si es que se podía.
Minutos después, una Adele muy histérica, un Conner asustado -que sólo sabía hablar, hablar y hablar sin sentido por los nervios- y un Damian desesperado, iban rumbo al hospital, para por fin conocer, al pequeño nuevo integrante de la familia.
—¡Que te calles! —
Le gritó la azabache con histeria, mientras lo miraba con molestia.
—Y-yo lo siento... e-estoy nervioso... aún n-no estoy preparado lo s-suficiente... b-bueno, si lo estoy, p-pero... —
—¡Que te calles! —
—N-no puede ser... dice que me calle, quiere que me calle y sigo hablando... ¿por qué no me callo? —
—¿Ah? ¡¿Acaso quieres dar a luz?!... ¡conduce más rápido, Damian! ¡¿O es que vengo en tortuga?! ¡No quiero que mi hijo nazca en un coche! —
—¡Hago lo que puedo! ¡¿Quieren mejor, callarse los dos?! ¡Este no era mi problema y lo hicieron mi problema! —
El chico Wayne estaba igual de frustrado que la pareja.
—E-está bien... pequeño, no hagas sufrir más a mamá, ¿de acuerdo?... amor, sólo resiste un poco, lo harás bien —
Comentó con emoción el chico de acero, al saber que pronto conocería a su hijo. Depositó un tierno beso en la frente de su esposa con amor.
Cuando llegaron al hospital, rápidamente los médicos y enfermeras se acercaron para atenderla, Conner entró a la sala de parto, junto a Adele, mientras que Damian se quedó afuera, haciendo llamadas telefónicas para informar a todos sobre la llegada del bebé.

The Life of a Wayne Girl.Where stories live. Discover now