Capítulo 1. Una extraña sensación

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Comenzaba un nuevo día en la ciudad de Ohio. El tiempo estaba en su mejor apogeo. La temperatura era cálida en aquella mañana despejada de aquel día lunes. El tráfico, un poco pesado, pero no difícil de tolerar como en muchas ocasiones.

Desde uno de los más elevados edificios, diseñado con una estructura de un roble y totalmente cubierta de vidrio cristalizado, podía leerse claramente la razón social de lo que era el imperio de los Fabray: FABRAY ENTERPRISE INC., situada en el centro de la capital estadounidense.

Llegando al inmenso Parque de Cristal ( como algunos ingenieros decidieron bautizarle a la torre) un Audi-R8 color blanco, hacía como todas las mañanas, su entrada al parqueadero, estacionándose en el lugar indicado y únicamente reservado para la ahora heredera de todo aquello.

Una mediana pero elegante figura descendió de tan portentoso coche, llevando consigo sus pertenencias para así dar comienzo a una "pesada" (como ella misma le llamaba) rutina laboral.

— Buenos días Raymond, cómo estás? — saludó al amable y cuarentón vigilante que se encontraba postrado en la puerta principal del ala oeste de la entrada.

— Buenos días señorita, un placer como siempre el tenerla por acá todos los días.

— Venga Raymond, no es para tanto. Se hace lo que se puede, todo sea por no escucharle la lengua a... tú sabes quién — susurró por lo más bajo, arrancando un sonrisa inesperada al tranquilo hombre.

— Y se puede saber Quinn, a quién no quieres escucharle la lengua? — Dijo una femenina voz muy cerca de ambas figuras, trayendo la palidez al rostro del apacible vigilante y dejando fría en el acto a la chica, que sin pensarlo dos veces, giró sobre sus pies hasta quedar de frente a la rubia y alta mujer que ahora había hecho (fantasmalmente) acto de presencia.

— Buenos días madre, cómo amaneces? — dijo con la mirada perdida sobre los hombros de Judy. Detrás, Russell reprimía una carcajada negando con la cabeza.

— Buenos días. Ahórrate los comentarios y sabes que te espero en mi oficina en.... — chequeó su reloj de pulsera —... 30 minutos. Tenemos una reunión importante y necesitamos de tu presencia.

— Como digas madre...

— Ah!! — Judy interrumpió sus pasos hacia el elevador, girándose nuevamente hacia Quinn — Guarda tus irónicos comentarios delante del personal — dedicándole un vistazo rápido a Raymond para luego perderse por el pasillo. La rubia menor rodó los ojos.

— Buenos días papá — saludó besando afectivamente la mejilla de Russell — Creo que tu esposa no está de muy buen humor ésta mañana, verdad?

— Quinn, Quinn... — devolvió calurosamente el afecto — vas a sacarle canas verdes a tu madre, y es en serio.

— Pues, que se las tiña.... No le queda de otra.

Las risas compartidas entre padre e hija se perdían por el pasillo de la gran empresa, comenzando así entonces, una larga rutina de trabajo.

[...]

La puerta de su oficina resonó al escuchar dos golpes leves pero audibles, que llamaron su atención.

— Adelante — dijo sin quitar la vista de unos documentos que en ese momento firmaba.

— Buenos días Señora Judy. Acá le traigo los estados financieros que solicitó para la junta — dijo una joven y castaña chica desde la elegante puerta color caoba, donde fácilmente podía leerse el anuncio de: Judy Fabray — VICEPRESIDENCIA — grabado en una pequeña pero elegante placa dorada.

— Buenos días Marley, muchas gracias; pero puedes llevarlos directamente a la sala de juntas donde se efectuará la reunión. Ya han llegado los demás socios? — preguntó mirando por encima de las gafas de lectura.

— Si, ya están todos reunidos allí. Solamente hace falta su hija.... Señora.

— Bien, entonces sigue que yo me encargo de Quinn y por favor, dile a Angela, que por ningún motivo me envíe llamadas a la sala de conferencias.

— Como usted diga Señora Judy. Con su permiso — dijo para dar vuelta y cerrar la puerta, pero una mano le interrumpió la acción y la llevó a tropezar con la chica que atrás de ella se encontraba — Lo siento señorita Quinn...

— Dime Quinn, por favor — dijo la rubia casi a centímetros del níveo rostro que ahora sus ojos tenían al acecho — lo de señorita, no creo que a éstas alturas lo siga siendo...

— Quinn!!! — alzó la voz Judy que no se había percatado de lo que estaba sucediendo detrás de su puerta. Al menos, eso pensaban ambas — termina de entrar por favor.

— Con su permiso señ... Quinn — dijo Marley para retirarse a sus deberes un poco, acalorada por el encuentro.

— Aquí estoy madre. Venía a buscarte, porque allá en la sala de juntas, aclaman por ti.

— Iba a por ti en estos momentos. Vamos — dijo levantándose de su asiento y caminar delante — Quinn... — se detuvo sin girar a verla, desde la puerta —...compórtate y sabes a lo que me refiero.

La rubia puso sus ojos en blanco para no darle importancia a lo que siempre su madre le reprochaba. Tener un poquito de decencia dentro de la empresa, pero sobre todo, mantener el apellido bien en alto y no buscarle que hablar al qué dirán.

[...]

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