Capítulo 9: Chocolate, y...verde que te quiero verde? (Parte 3)

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Cuando decía que Mercedes era lo suficientemente asfixiante, no exageraba para nada. En el almuerzo lo era. Dormida lo era. Debajo del agua, lo era. Acaso follando también lo era? Sacudió la cabeza después del último pensamiento. Lo que menos quería en ese momento era imaginarse a su mejor amiga cogiendo con quien sabe quién, en alguna sucia posición del Kama Sutra y haciendo miles de ruidos extraños, en una cama.

Necesitaba llegar a su vejez sin ningún tipo de traumas.

No podía quitarle lo tozuda a su mejor amiga, ni tampoco lo intentaría porque ya el desperfecto venía directamente de fábrica. Era una adicta de mierda a lo que hacía, se tomaba el trabajo demasiado en serio. Al menos tuvo la suerte de haber tomado la mejor decisión de su vida, cuando se hicieron socias en el bufete.

Tenía rato ya sentada nuevamente tras su amplio escritorio volviendo a trasladar su vista hacia más y más expedientes que la morena le dejó para la revisión.

Podría empapelar muy bien su casa, la misma oficina, el baño, con la cantidad infinita de documentos que a diario le llegaban.

Pero a pesar de todo, aquello la hacía feliz. Ella era Rachel Berry. La chica con un coeficiente totalmente digno de admirar. La chica responsable y sumergida en sus labores. La chica solitaria que pesar de tener a todo el mundo a sus pies, se sentía vacía.

Su mundo daba vueltas como lo hacía normalmente la tierra, girando alrededor de todos. Su carácter frío, amargo, eran consecuencia de muchas cosas vividas en su adolescencia, que le hacían siempre estar a la defensiva. Pero así era ella. Dura, con una vida que no supo tener piedad, cuando solo necesitaba un abrazo. Eso. Una sola palabra, formada por seis letras. La falta de esta, había dejado muchas marcas en su destino.

Cogió su móvil. Noah, pensó de repente. Quedaría con él para despejarse un poco la mente.

Vio su reloj, que marcaba una hora fija, haciéndola caer en cuenta que el tiempo pasaba inclemente. Texteó algunas palabras y volvió a depositar su teléfono donde siempre solía estar. A su lado.

Paseó su mirada a través de la portátil y allí estaba de nuevo un mensaje de aquella chica, quien esta vez le estaba haciendo la solicitud de un correo personal.

Pero para qué?

Suspiró mientras maquinaba algo rápido, donde soloella tuviera acceso, lejos del alcance de cualquiera. Era su vida y necesitabaalgo de privacidad también. 

Estaba ansiosa, aunque muy en el fondo lo negara. Era una experiencia totalmente nueva y eso la hacía sentirse feliz. Por qué? Pues, porque el mundo está loco y las cosas llegan cuando tienen que llegar.

Esperó unos minutos. Ya había enviado la respuesta y solo faltaba esperar a ver que consecuencias traía todo aquello. Buenas nuevas, malas nuevas? Estaba que se comía las uñas, pero eso no iba a suceder. Era muy amante de la pulcritud y los buenos modales.

Pasaron exactamente diez tormentosos minutos.

Cuando chequeó la bandeja, tenía dos correos a la vez. Así que decidió abrir primero el del blog, donde Quinn le pedía que cuando tuviera tiempo, revisara algo que había enviado, marcando claramente en el asunto: "Espero que te gusten".

Qué esperaba aquella chica que le gustara, acaso? Joder! Debía haber estado más nerviosa que nunca porque en un solo sorbo y sin respirar, se bebió el vaso de Coca sin quejarse de que las burbujitas le hicieran cosquillas en su garganta.

Resopló. Fue hasta el nuevo correo que había creado, observando como la notificación de un nuevo mensaje, el único que había en aquella cuenta, llamaba su atención.

Volvió a resoplar moviendo un poco su flequillo. Se despojó del saco que hacía juego con sus bien tallados pantalones, decidiendo que necesitaba levantarse de la silla un rato.

Debía estirar las piernas o allí se iba a entumecer de un momento a otro y no quería morir en esa posición. Absolutamente no!!!! Lo haría de una forma normal, como todo el mundo, como cualquier ser humano que se respete, como cualquier mujer que se respete.

Caminaba de allá para acá, tratando de hallar un poco de tranquilidad.

— Cálmate, Berry — Le dijo a la nada. Estaba sola, íngrimamente sola en aquella oficina, casi faltando un minuto para las 20 horas y más nerviosa que bailarina en su primer recital en el lago de los cisnes. Que comparación más absurda.

Tronó sus dedos, como si estuviera a punto de dar un recital de piano y decidió trasladar su firme trasero nuevamente hacia la silla donde de frente, le quedaban su ordenador, su portátil, su móvil personal, papeles, papeles, papeles...

Amigas Con DerechosWhere stories live. Discover now