Capítulo 31: ¿Despedida?

137 7 0
                                    

Rachel había llegado a su despacho después de haber ido a visitar un par de clientes en horas de la mañana. Había dormido allí la noche anterior. Ya pensaría en volver a casa para tener un merecido descanso, por los momentos, debía atender varios casos que necesitaban su presencia y experiencia. Siempre tenía todo lo que podría necesitar en su amplia oficina, así que no tuvo necesidad de recorrer media hora de camino hasta la mansión para volver de nuevo al despacho.

Pidió a Alesya, su secretaria, que le llevara dos pastillas para el dolor de cabeza que ya comenzaba hacer estragos sobre si misma. Estaba cansada y lo sabía, pero si algo era más importante dentro de su mundo, eran los negocios y de allí nadie había logrado hacerla desistir por lo menos para que aterrizara en el mundo real, ni diez minutos.

Dejó a un lado el informe que estaba redactando en su portátil al escuchar el escándalo que afuera de su oficina se desarrollaba. Se levantó rápidamente y caminó hasta la puerta del despacho. Al salir, Alesya estaba hecha un mar de nervios de pie, delante de una mujer rubia quien en ese momento le exigía ver a Rachel Berry, a toda costa.

— Puedes decirme Becca, ¿qué estás haciendo aquí?

— Hola Rachel — Dijo la mujer dejando de gritar a la chica — Vine a verte porque necesito hablar contigo.

— Lo siento Rachel, hice lo que me dijiste pero ésta señorita quiso imponerse a la fuerza...

— Ésta imbécil que tienes como secretaria no quería dejarme entrar.

— Pues, Alesya tiene órdenes estrictas mías de no dejarte pisar ésta oficina, ¿entiendes? — Aclaró la castaña totalmente ofuscada. Becca, la miró atónita.

— ¿Qué?? ¿¿Estás loca?? Mi padre es tú mejor cliente, Rachel. No puedes venir a negarme el acceso a tú oficina que en parte, mi padre paga, gracias a su dinero.

— No seas idiota y ven acá — Le dijo tomándola del brazo y llevándola casi a rastras a su despacho.

Estando dentro, cerró la puerta con fuerza y la soltó. No le gustaba hacerle daño a las mujeres. Estaba totalmente en contra pero hubo un momento en que Becca, aquella mujer tan insistente, le hacía perder la cordura y la sacaba tanto de quicio que estaba a punto de perder la razón.

— Me hiciste daño — Dijo la rubia frotando su brazo donde Rachel le había tomado con fuerza. La mujer comenzaba a caminar de un lado a otro.

— ¿Ahora qué quieres Becca. Qué vienes a buscar?

— Quiero llevar la fiesta en paz, es todo — Se sentó.

— ¿Pretendes que te crea? Por favor... Ves el escándalo con el que te anuncias, gritándole a mi secretaria que eres la reina del mundo!! — Se detuvo frente a la chica.

— Ay Rachel, no te salgas de tus casillas — La mujer estaba cruzada de piernas, algo que le facilitó rozar las de Rachel con su pie.

— No seas absurda por favor, Becca — Caminó hasta su escritorio — Nunca dices nada bueno. Siempre buscas un conflicto. ¿Se te olvida la última vez que viniste a amenazarme?

— Como olvidar ese momento... Inmemorable — Se puso de pie comenzando a caminar de manera sensual por los alrededores del despacho. Rachel la miraba con ganas de decirle de todo, menos algo agradable — La lame botas de tú amiguita no dejaba de defenderte....

—Deja de insultar, Becca... Aquí vienes a comportarte decentemente y no a insultar a nadie. Termina de hablar de una buena vez — Se recargó sobre la silla.

— Ya te dije, solo quiero estar bien contigo, sin pelearnos... Que... Tú y yo volvamos a ser las de antes, ¿me entiendes? — Se mordía el labio mientras caminaba hacia Rachel con aires de frivolidad. Apoyó sus brazos sobre el escritorio y se inclinó para quedar muy cerca de la castaña — Quiero... Que me vuelvas a tocar como antes...

— No!! Eso no va a suceder otra vez Becca, así de simple — Se levantó ignorando a la mujer — Solo te pido que te marches...

— ¿Me echas de tú despacho, Rachel? — Se volvió para verla a la cara. Rach asintió — A ver Rachie, no me gusta que me apartes así de ti y menos si vengo con buenas intenciones — Lanzó en el escritorio un sobre amarillo que guardaba en su cartera.

— ¿Qué es eso?

— Mi trato de paz, Rachel Berry, tan sencillo como eso — Volvió a tomar asiento mientras veía a Rachel caminar hasta su escritorio y tomar el sobre. Una llamada a su directo, impidió que abriera el folder que ya tenía en sus manos. Resopló.

— Dime Alesya... — Hizo una pausa y suspiró — Lo que me faltaba! — Dijo al teléfono y colgó.

La puerta se abrió a los cinco segundos que el aparato volvió a su lugar, dejando entrar a Santana. Rachel al verla, cerró los ojos y volvió a suspirar. El ambiente se puso tenso y la mirada de la latina se clavó de inmediato sobre la rubia que aún permanecía sentada en el mueble del despacho como si estuviera en su casa.

— ¿Qué hace esta mujer aquí, Rachel? — Preguntó sin perder la compostura y con la mirada sobre la misma mujer.

En aquel momento, la castaña solo quería que la tierra se la tragara y la escupiera en Marte, si fuera posible.

— Ella, ya se iba — Dijo. Becca simplemente sonreía con cinismo. Santana no se movía ni un centímetro de su lugar.

— Pero si es la misma Santana López, la que se llevó el premio mayor.

— Te hice una pregunta Rachel. ¿Qué hace esta mujerzuela en tú oficina y a solas?

— Vine a traerle unos papeles muy importantes que le competen y que ojalá, analice muy bien — Se levantó y tomó su cartera — Pero ya me iba querida. Tu esposita últimamente no tiene ojos para mí.

— Has que se retire Rachel, por favor — Solicitó la latina parándose al lado de su mujer. Rach comenzaba a sentir las palpitaciones de su pulso sobre la sien como tambores que tocaban alguna música sin sentido.

— No te preocupes Santana, que ya me voy.

La rubia caminó hasta la puerta pero para su sorpresa cuando iba a salir, se encontró con Shelby Córcoran de pie, frente a la misma. La personalidad de la castaña y madura mujer era imponente, haciendo que Becca se quedara de piedra en su lugar.

— Vaya! No sabía que tenías reunión de mujeres hoy, Rachel — La castaña rodó los ojos. La frutilla del pastel!

— Madre, por favor — Dijo caminando hacia la puerta para abrirla de par en par — Becca, has el favor y te marchas.

La mujer no esperó un segundo más allí y salió marchando con pasos bastante prominentes, haciendo que sus tacones dejaran una marca por todo el recorrido hasta el ascensor. Shelby entró y Rachel se dispuso a cerrar la puerta, quedando un rato de pie contemplando ahora a su progenitora y a su esposa. ¿Qué hacía Shelby allí? Su cabeza iba a estallar en cualquier momento.

— Aún no has respondido mi pregunta, Rachel — cuestionó la latina tomando asiento.

— Creo haberte respondido ya San. Sólo vino a por unos documentos. Estos documentos — Alzó el sobre entre sus manos para volver a dejarlo encima del escritorio — Su padre es mi cliente más importante... Vino a eso y... Y tú madre, ¿qué haces aquí?

— Pues, eres mi hija y tenemos negocios en común, Rachel. No le veo cabida a tu pregunta.

— Ya lo sé Shelby — Se sentó de nuevo en su lugar. Aquello parecía una conspiración de mujeres y de la más absurda — Parece que se pusieron de acuerdo para irrumpir mi horario de trabajo.

— No seas ridícula, Rachel — Continuó San ganándose una mirada fría de su suegra — Tenías una reunión con mis hermanos el día de hoy...

— La cual suspendí porque no puedo atenderlos.

— Mi estadía acá será breve — Anunció Shelby ignorando la pequeña discusión de las dos — Así que no te molestes en ofrecerme asiento — Rachel le lanzó una mirada de desagrado por el comentario el cual su madre evadió muy bien — Toma.

Recibió un sobre de parte de la madura mujer el cual cogió y abrió. Allí había varios informes médicos con el logotipo de alguna clínica de New York.

— ¿Qué es esto, Shelby? — La mujer castaña miró a Santana quien le regalaba una sonrisa bastante falsa para el momento.

— Son, exámenes médicos de tú padre. Necesito que los leas, analices y des tú opinión.

— ¿Qué sucede con Sergey? — Preguntó Santana. Shelby ignoró la pregunta y continuó relatando de pie frente a Rachel quien en aquel momento sintió vibrar su teléfono móvil que estaba encima del escritorio, donde había olvidado quitarlo y en el que se podía leer en la pantalla, la llamada entrante de Quinn.

— Entonces Rachel, ¿cuento contigo?

— Madre, no soy médico ni nada parecido — Respondió un tanto incómoda al ver la insistencia de Quinn al llamar. Nunca había dejado de responderle las llamadas, pero esta vez, tenía las manos atadas.

— No se preocupe Señora Córcoran, Rachel cuando tenga un tiempo le hará saber su opinión, ¿verdad mi amor? — Rachel asintió sintiendo su móvil vibrar entre sus manos.

— Entonces, esperaré a que me llames. Nos vemos luego, veo que acá es difícil tener una conversación familiar — Dio la vuelta sobre sus pies y dirigiéndose hacia la puerta del despacho — Y atiende esa llamada que de seguro es importantísima — Santana inmediatamente dirigió su vista efectivamente hacia las manos de su mujer quien sostenía el teléfono en sus manos.

Al cerrarse la puerta, Santana se puso de pie y caminó hasta una de las sillas que estaban frente al escritorio de la castaña. Apoyó sus manos sobre ella y miró a su esposa que tenía la mirada perdida sobre la puerta que recién se cerraba delante de sus ojos.

— Tú madre tiene razón.

— ¿A qué te refieres? ¿A esto? — Volvió a señalar los informes médicos.

— No — Dijo acomodando su cartera en el brazo — A que deberías contestar esa llamada que desde hace más de cinco minutos, colapsa tú teléfono móvil y tus nervios, mi amor.

Besó la comisura de sus labios inclinándose un poco para poder alcanzarlos, luego, se marchó del mismo modo que las otras dos mujeres lo habían hecho.

Rachel suspiró un tanto aliviada por la situación. Necesitaba algo que le apaciguara los nervios pero tomó su teléfono y marcó de regreso la llamada a Quinn. Sólo repicó del otro lado dos veces cuando escuchó la voz ronquecina de la rubia, entre lo que parecía una muchedumbre.

— Quinn...

— ¿Rachel? Por dios Rachel, te he llamado infinidades de veces y no contestabas.

— Lo siento Quinn, estaba en una reunión. Dime, ¿qué sucede, dónde estás?

— Estoy en New York — Rachel abrió los ojos como platos al escuchar aquello.

— ¿Qué haces aquí? En New York, Quinn.

— Necesito hablar urgentemente contigo y no podía hacerlo por teléfono. Estoy... En el Café Grumpy, lo conoces?

— Claro que si... Estaré allí en veinte minutos.

— Te espero — Quinn colgó y Rachel cerró el cajón donde guardaba chocolates y barras dulces para cuando se sentía presionada. No tenía tiempo de probar bocado alguno y como pudo, apagó la portátil, cogió las llaves de su coche y salió directamente hacia donde Quinn se encontraba..... Que mañana!

Condujo hasta el centro de la ciudad y estacionó frente al café. A simple vista no podía ver a Quinn. Apagó la camioneta y bajó. Adentro, buscó nuevamente con la mirada por todas las mesas hasta hallar a la rubia sentada en una mesa bastante alejada de la entrada. Llevaba una bufanda que cubría parte de su cabeza, y unas gafas oscuras tapaban sus ojos. Bebía una taza de café.

— Hola — Dijo mientras rodeaba la mesa para sentarse frente a Quinn — Pareces actriz de cine — La rubia dibujó una media sonrisa lo cual le hizo pensar que algo estaba pasando.

— Hola, Rachel.

— ¿Qué pasa hermosa, qué estás haciendo aquí? ¿Pasa algo verdad?

— Lamento haber venido hasta New York sin avisarte Rachel. Tal vez te estoy ocasionando un gran problema...

— ¿Quieres que vayamos a otro sitio? — Cuestionó un poco intrigada. El mesero se acercó a la mesa esperando que las chicas hicieran su pedido pero Rachel no quiso pedir nada.

— No te preocupes Rachel, lo que tengo que decir será breve... No quiero que nos veamos más!!

Amigas Con DerechosWhere stories live. Discover now