Capítulo 24: Un calendario muy particular (2da parte) / Un deseo.

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Día 2. Sábado, 7:33 a.m

El sólo hecho de tener una buena taza de café en sus manos y admirar aquel paisaje que ante sus ojos marrones vivían con vida propia, era totalmente fascinante. Apenas llevaba horas en aquella ciudad antigua y podía sentir el olor a vida, a castañas y a agua. A pinochos de madera y a Vespas. Cerró los ojos y aspiró hondo, mientras su taza humeante calentaba entre su mano, sintiendo y compartiendo aquellos pensamientos. 

Roma olía a mojado, olía a gente. Olía a Cristianismo y a Fe. Olía a Miguel Ángel a Bernini a Rafaell. A pinturas y esculturas. Olía a leones y a gladiadores... simplemente, Roma le olía a toda aquella historia que jamás se cansaría de leer y sobretodo vivir.

Saboreó gustosamente su bebida caliente y se reclinó sobre la baranda de hierro macizo forjado, característico de las casas italianas, con la vista fija en los transeúntes que no conocían la palabra "Descanso" pero si conocían de sobra las de "Optimismo" y "Lealtad". Le resultaba algo grandioso ver como despertaban a tempranas horas, simplemente para hacer lucir la potencialidad de la ciudad, en la que se hospedería al menos una semana.

No era la primera vez que visitaba ese país. Siempre había tenido el placer de pisar aquella tierra cuantas veces le fuera posible, salvo que las anteriores, había sido con el fin de ir a laborar. Esta vez, haría el intento de descansar de todo lo que la rodeaba, de todos sus pensamientos, de todo lo que le asfixiaba aunque, no mucho iba a poder librarse, lamentablemente.

Dio vuelta sobre sus talones y volvió adentro, a su habitación, donde aún las sábanas de su cama estaban a medio tender, donde la simple imagen de Quinn sobre ellas se le dibujó en la mente, haciendo que mirara su reloj de cabecera y su móvil. Seguramente la rubia aún estaría durmiendo, considerando que en Ohio eran dos horas más que en Roma.
Abandonó la idea, al menos por el momento de escribirle a su chica. Siempre esperaba que ésta lo hiciera antes.

— Buenos días Rachel, ¿cómo has pasado la noche? — Saludó Daniela al ver entrar a la morena al comedor. Santana apenas alzó la mirada de su portátil, mientras bebía una taza de su TÉ TWINIGS BREAKFAST.

— Buenos días, tengáis las dos — Dijo saludando con dos besos a la chica, para luego sentarse a la mesa — Descansé mucho y la habitación es bastante reconfortante. Me ha gustado de más. Gracias por tú hospitalidad — Se colocó la blanca servilleta sobre su regazo, bebiendo de una copa con leche.

— Venga, que para mí es un honor teneros a vosotras dos en mi casa, bueno, en casa de mi tía Luciana que con mucho gusto os recibirá siempre. Ahora no se encuentra porque acaba de salir a jugar al tenis — Dijo. Rachel dejó a un lado lo que bebía. San se unió a la conversación.

— Supongo que sabrás que tenemos una reunión importante en la tarde con mi socio de la compañía —Le preguntó a la morena, quien alzó la mirada hacia la de esta.

— Supuse bien, entonces este no había sido un viaje de "relajación" tal como me hiciste saber — Indicó lanzándole una mirada mortal a su esposa, quien sonreía mientras no quitaba su vista de la pantalla del IPad.

— Querida, sabes que sólo me interesáis los negocios y que en Italia, tengo una de las mejores empresas. Siempre radicaré en mis asuntos laborales, aunque ya tendrás tiempo de relajarte, o no has tenido los suficientes momentos de grata satisfacción mientras te ocupas de tus asuntos? — Santana sabía sacar muy bien las garras y era experta en hacerlo cuando le daba la gana. Daniela se aclaró la garganta.

— Bien chicas, que el tema de sus asuntos laborales, podéis atenderos luego — Aclaró para cambiar la conversación — Rachel, ¿qué vas a desayunar?

— Pues, no tengo apetito — Dijo levantándose de la silla, colocando suavemente la servilleta sobre la mesa — Iré a caminar un rato por allí, sabes que me gusta hacerlo. Siento mucho no quedarme pero...aprovecharé cada segundo de mis vacaciones en Italia antes de que se vuelvan milagrosamente aburridas — Dijo saliendo del comedor. Santana seguía sin prestar atención a lo que a su alrededor ocurría. Su prima llamó su atención.

— No entiendo San, ¿no se suponía que estabas realmente preocupada por la salud de Rachel? ¿Cómo es que ahora la haces trabajar estando tan lejos de casa y en otro país? — Concluyó la mujer, mirando a su prima que se entretenía en sus asuntos, como si nada más existiera en el mundo.

— Sabes que mi relación con Rachel, es netamente laboral — Dijo apartando al fin su IPad frente suyo — Simplemente me importa cerrar esta semana un gran negocio que tengo en manos y Rachel será el trampolín — Continuó bebiendo de nuevo de su taza de té — Rachel tiene una amante — Dijo así no más. Daniela abrió los ojos mientras dejaba la taza del café sobre la mesa.

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