Capítulo 33: Verdades

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Al abrir la puerta del apartamento, entró como alma que lleva el diablo y pasó a su habitación, lanzándose en su cama y llorando con tanta intensidad, que cualquiera hubiese pensado que la vida se le estaba escapando tal y como estaba sucediendo literalmente en aquel instante.

Sus manos se aferraban a las sábanas blancas de su cama, mientras lágrimas saladas mojaban la tela de su almohada, empapándola del caudal que de sus ojos emanaban sin control alguno. Alzó su cara para poder respirar un poco ya que le hacía falta de vez en cuando el aire y la luz del sol le dieron en el rostro. Levantándose sin ganas, fue a correr un poco las persianas para quedar en total oscuridad, como se sentía por dentro.

Volvió a su lecho, tomó a su muñeco de peluche, aquel que de vez en cuando la acompañaba en sus momentos solitarios y lo abrazó con todas sus fuerzas. El llanto no cesaba y no iba a cesar por lo menos unos cuantos minutos más.

Prefería alejarse sin hacer escándalos, sin despedidas, sin una nueva oportunidad que la llamara y le obligara a darse vuelta y correr, correr a aquellos brazos que la poseían con locura y sobre todo con mucho amor. Aquellos brazos que le hacían daño y del que estaba segura, que la dueña de los mismos no permitiría verla sufrir.

Se sentía tan cobarde por haber escapado como lo hizo. Aún tenía la imagen del fino cuerpo de su amada grabado en su memoria aquella mañana donde tomó ella misma la decisión de apartarse de ese camino que supo, no podía seguir recorriendo. La amaba con locura y sentía que aquella morena también lo hacía con la misma intensidad, pero se conformaría con recordarla bonito, sin errores... perfecta...como el amor quiso hacerla.

Había pasado una hora o tal vez más tiempo. Se durmió después de haber llorado lo que quiso. 

Aún abrazada a su peluche, despertó sintiendo que los párpados le pesaban una barbaridad. Levantándose, fue al cuarto de baño con pesar, viendo su rostro hecho añicos en el espejo. Una lágrima quiso salir pero la ahogó con agua mientras lavaba su rostro, sacando toda la tristeza que la volvería a invadir durante ese momento.

Salió de su habitación, y cayó en cuenta que volvía a estar sola de nuevo, como siempre lo había estado dentro de aquellas cuatro paredes. La puerta principal sonó. De inmediato, su corazón comenzó a palpitarle a gran velocidad pensando en quien se encontraba detrás del pedazo de madera.

Abanicó un poco sus ojos para retener el llanto nuevamente y abrió la misma, frunciendo el ceño, mirando atentamente a la mujer que estaba parada delante de ella. Jamás la había visto en su vida, pero la chica llevaba unas gafas de sol que no permitían verle lo más importante: su mirada.

— Hola...

— Hola — Respondió la rubia aún dubitativa sosteniendo la perilla de la puerta. ¿Para qué carajos pagaba un servicio de vigilancia privada en el edificio? — ¿Quién eres? — La otra chica la miró de abajo hacia arriba, descubriendo un poco su mirada. Quinn se percató de aquellos grandes ojos azules y que algo no le gustaba en ella.

— No me conoces, niña... Pero me llamo Becca, a secas... Solo eso quiero que te grabes. Por cierto... — Continuó dándose paso para entrar. Quinn giró sobre sus pies y sin quitarle la vista de encima a la mujer, se quedó en su mismo sitio — No imaginé que fueras tan, niña.

— ¿Quién eres tú y a que vienes? Y la niña puede echarte a patadas de su casa cuando gustes.

— Hey!! — Dijo alzando los brazos en defensa. La rubia detalló que llevaba un bolso caro y un folder amarillo entre las manos — Me gusta tú porte! No eres tonta y me estás agradando — Quinn, entrecerró sus ojos.

— ¿Quién te envía y que quieres?

— Quinn... — La rubia abrió los ojos un tanto sorprendida — No me mires así, sé tú nombre y no vengo hacerte daño ni a tocarte un pelo. Sé de tus padres y no soy tan tonta como para meterme con una chiquilla de oro.

— No soy una imbécil, así de simple y mucho menos le tengo miedo a la gente. Tercera vez que te pregunto... Be...cca, ¿qué haces aquí y qué quieres?

— ¿Puedo? — Señaló el sofá y Quinn sólo cerró la puerta. Becca se sentó sin esperar respuesta alguna y cruzó sus piernas, estirando el brazo con el sobre en la mano.

— ¿Qué es eso? — Cuestionó Quinn dudando si coger o no el sobre.

— Toma. Te aseguro que no es una bomba. No soy tan idiota como para hacernos volar en pedacitos a las dos... Al menos no me conviene morir ahora.

Quinn tomó el sobre sin quitarle la mirada de encima a la mujer que luego de quitarse las gafas, le regaló una sonrisa de lado a la rubia quien abría el contenido. De inmediato, la cara de Quinn cambió. Abrió los ojos como platos viendo con bastante asombro las tres fotografías que en sus manos tenía.

Amigas Con DerechosHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin