Capítulo 12: Acaso no saben tocar la puerta?

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Te amo...

— Mucho?

— Más que nada en el mundo...

— Entonces, no te vayas y me dejes aquí sola por favor. Te necesito tanto.

— Yo también te necesito, más de lo que te imaginas pero no puedes venir conmigo...

— Cuándo volveré a verte?

— Cuando tú quieras, siempre voy a estar aquí... Para siempre...

— No te vayas por favor... Hoy no... No te vayas!!

El grito retumbó en toda su habitación haciendo que de inmediato su cuerpo se levantara como un resorte de la cama, mientras que su corazón se desbocaba dentro de su pecho. De su frente, brotaban pequeñas perlas de sudor mientras trataba de controlar su agitada respiración.

Parte de sus dorados cabellos, estaban adheridos a su empapada frente y sus ojos verdes, se mantenían bien abiertos, mirando a un punto de la nada, rodeada aun de la oscuridad entre las cuatro paredes.


Apoyó sus brazos sobre sus piernas y tapó su rostro con sus manos tratando de controlarse. Al descubrirse, miró hacia el reloj despertador sobre su mesa de noche. Faltaban tres horas para que amaneciera apenas, pero sabía que no volvería a conciliar el sueño nuevamente.

Buscó un albornoz y cubrió su cuerpo, saliendo de su habitación a oscuras. La noche, apenas iluminaba a medias con la luna a cuestas, el balcón de la amplia terraza. Hacía frío, y sin importarle nada más que sus propios pensamientos, se sentó sobre el helado piso mirando hacia el horizonte, donde pequeñas luces sobre el despejado cielo, brillaban a la par que una lágrima corría por su mejilla.

— Si tan solo estuvieras aquí... — Dijo en voz alta, sintiendo la brisa comenzar a calarle la piel.

Borró todo rastro de llanto y dolor de su cara con el borde de su bata. Las lágrimas que se había dedicado a derramar durante quince largos minutos en aquella noche, ya habían desaparecido por completo.

Recordar era lo más grato y a su vez desagradable quele quedaba en su vida. Hermosos recuerdos vividos, recuerdos que jamás iba aolvidar porque los llevaba tatuados en su corazón podían ser los mismos que leocasionaban las peores pesadillas.

Caminaba alrededor de su apartamento. Había pasado ya una hora. Sesenta minutos más que quedaban atrás con el pasar del tiempo, aquel gran maestro que llevaba a la vida de la mano y que nunca, aunque así lo hubiera deseado más que nada, iba a poder hacer que retrocediera. Sólo le quedaba vivir con lo que su mente y su corazón guardaban muy dentro de su alma. Ese era, su más preciado tesoro.

[...]

La luz del sol hizo que sintiera un poco de calor y abrió los ojos. Se había quedado dormida en la encimera de la cocina, con un vaso que contenía agua en la mano. Talló sus ojos para despertarse por completo.

El reloj del microondas marcaba las 9:12 am. Había pensado que no volvería a dormir después de lo sucedido esa madrugada, pero el cansancio y su tristeza, la vencieron esta vez.

Un nuevo día, una nueva reprimenda de parte de su madre.

Resopló pesadamente levantándose de la butaca, estirando todas las extremidades que sentía entumecidas por la posición en la que había dormido. Seguramente su móvil había estallado en llamadas, pero ya tendría tiempo para averiguarlo, primero, debía ducharse.

[...]

Once de la mañana y la autopista estaba colapsada. Se ajustó de nuevo sus gafas oscuras sobre su rostro cansado, apoyando su antebrazo en la ventana, observando desganadamente a las personas caminar por las veredas, los coches sin moverse... Su aburrimiento hacerse más gigante.

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