Capítulo 18: Veinte años.

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Eran las 20 horas con 47 minutos cuando aterrizó en el aeropuerto de Ohio. Estaba cansada y con algo de sueño.

Una valija de mano era su única acompañante, bajo el clima frío de la ciudad.

Llevaba una gabardina larga, una bufanda ajustada a su cuello para cubrirse un poco del invierno y unos guantes de cuero, color marrón. Sabía que todo aquello era una locura, una que ya se le estaba escapando de las manos, pero que necesitaba hacer.

Guardó su teléfono móvil después de haber hecho una reservación en un hotel cercano a la ciudad. Todo había sido muy improvisado, hasta ahora.

Ubicó con la mirada un taxi y le hizo señas para abordarlo.

— Buenas noches, caballero — Dijo asomándose a la ventana de la puerta del copiloto. El chófer era un hombre joven, algo regordete y con un bigote bastante poblado que lo hacía lucir algo gracioso.

— Buenas noches señorita, hacia dónde se dirige? — Preguntó amablemente el conductor.

— Si, podría llevarme al Renaissance Columbus Downtown Hotel, por favor — El joven asintió y Rach se apresuró a abordar el coche. Afuera hacía (-10) grados de temperatura. Endemoniadamente congelante.

Su oscura mirada contemplaba el frío paisaje que pasaba a 70 kms por horas frente a sus ojos. Las calles estaban solas y sólo tenía un único pensamiento en su cabeza: Quinn.

No supo cuántas veces había abandonado la idea de ir a buscarla estando apenas 10 minutos dentro de aquel coche. No sabía si estaba haciendo mal, si aquello había sido una buena idea.

Dejó todo simplemente por correr al lado de una mujer que apenas conocía, pero algo muy dentro de ella le pedía a gritos que no abandonara aquella locura, por nada del mundo.

Decidió cerrar los ojos un momento previniendo no quedarse dormida, ya encontraría el momento para hacerlo. Ahora lo único que necesitaba era una ducha para relajarse.

Bajó del taxi cancelándole al chófer y tomó su valija, cubriéndose lo que más podía con su gabardina. Caminó más rápido de lo que aventuraba normalmente y al llegar al lobby, asintió con alegría por sentir un poco de calidez en su cuerpo.

Al finalizar el registro, amablemente le indicó al botones que no hacía falta la ayuda para trasladarse a su habitación, al fin y al cabo no llevaba mucho consigo aquella noche.

Abrió la puerta y encendió la luz quitándose luego el abrigo y la bufanda para dejar todo sobre un amplio sofá donde las prendas pasaron hacerle compañía a su maleta. Se sentó en la cama sacando con afán sus zapatos y se acostó suspirando agradecida por encontrarse descansando, al menos su cuerpo ya lo estaba haciendo en aquel momento, pero su mente no. Sus pensamientos seguían girando acerca de aquella carta que su hermana le había dedicado y una confesión que le había dado la mejor lección de vida, la que jamás nadie le había ofrecido nunca.

Un albornoz blanco cubría su cuerpo. Su cabello recién lavado destilaba apenas unas cuantas gotitas de agua que resbalaban por su cuello. Sobre una mesa en el interior de la habitación, descansaba una bandeja con frutas que había solicitado al servicio hacía unos 15 minutos atrás.

Tomó un trozo de alguna fruta y degustó un poco mientras sacaba voluntad de donde no tenía en ese momento y marcaba un número móvil.

Mientras el repique de la otra línea sonaba en su oído, caminó hasta el ventanal que ocupaba su habitación, con un andar pausado sobre la alfombra, con sus delicados pies descalzos sobre ella.

Hola! — Dijo la voz ronquecina de la rubia.

— Hola Quinn, cómo estás? — Preguntó Rachel con la mirada puesta sobre la ciudad y el corazón amenazándole con salir de su pecho.

Emh! Me...encuentro bien y tú?

— Bien, aunque sé que no lo estás y en parte tengo culpa. Suelo ser tan torpe a veces que no sé como decir las cosas ni como afrontarlas y te hice un daño trayendo un recuerdo bastante doloroso para ti...

No te preocupes Rachel, en verdad, me encuentro bien... Ese recuerdo siempre va a estar allí presente... y...

— Quinn, estoy en Ohio — Interrumpió sintiendo el silencio apoderarse de inmediato de la situación.

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