Capítulo 3. Viva de nuevo

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El campo, el olor de la naturaleza, el cantar de los pájaros, recordar sus vivencias, todo aquello podía hacerlo cuando se sentía totalmente libre, cuando era ella.

Rachel Berry, mujer, abogada y piloto profesional de 31 años de edad. Tenía todo lo que la vida le pudo dar. Cosechó y recogió todo lo que se había propuesto hasta ahora. No tenía que rendirle cuentas a nadie, hacía y manejaba su propio dinero y era mucho, a decir verdad. Pero para ella era solo eso, un simple papel con que comprar lo que a muchos les hacía feliz.

Un Husky Siberiano llamado Luke, su gran helicóptero Vader (como le había nombrado) su motocicleta, una TRIUMPH DAYTONA 675R del año, llamada Amidala, eran sus más preciadas pertenencias. Sus grandes tesoros.

Qué si era amante de la saga STAR-WARS? Si lo era. Todas y cada una de sus cosas materiales, llevaban los nombres de cada uno de sus personajes favoritos y es que estaba matada por esa serie, no había nada más importante para ella que su fanatismo. Eso, la hacía sentir segura.

Ese día, había regresado de su despacho más temprano que de costumbre. Delegó algunas responsabilidades a su fiel asistente Alesya y salió dispuesta a hacer su rutina diaria de ejercicios. Ya se había acostumbrado a trotar cada día, junto a su fiel amigo Luke. Era una actividad que la ayudaba a pensar, a respirar, a salirse por un instante de ese mundo tan "perfecto" donde vivía.

Una hora después, regresó a casa. Ya se había duchado y cambiado sus ropas de deporte por algo más casual, cuando subió a su camioneta e hizo que Luke también subiera, tomó un rumbo distinto esta vez después de haber dejado la mansión, para desviarse unos cuantos kilómetros e ir a su lugar favorito.

Cuando llegó al este de Manhathan, precisamente a The Hamptons, no dudó en aspirar todo aquel cálido y playero aire, hasta que calara dentro de sus pulmones. Hace cinco años, había adquirido una casa muy veraniega, donde iba cada vez que necesitaba pensar, estar a solas con ella misma. Algo de lo que realmente disfrutaba.

Cuando Luke bajó del auto, no dudó en perderse dentro del enorme jardín, así que ella aprovechó para rodear la piscina y llegar hasta el enorme garaje donde tenía guardada a Amidala. Tenía tiempo que no la usaba y se sentía algo triste el recordar el porqué. Dejando los recuerdos atrás, pasó al espacioso hangar donde descansaba Vader, bajo una gran cubierta. Hacía una semana exactamente que le habían hecho mantenimiento pero ya llevaba varios días que no subía a pilotearlo.

— Te apetece dar una vuelta conmigo Luke? — Le preguntó jocosamente a su perro que llegaba a su encuentro en ese momento. Con un fuerte ladrido, le hizo entender que no sería capaz de subirse a esa cosa en toda la vida perruna que le quedaba por vivir.

Acarició el lomo del Husky y sonrió a medias para proceder a quitarle la cubierta al helicóptero. Sabía que no podía conducirlo. Aún sentía muy recientes las secuelas que Amidala había dejado en su pierna izquierda y no quería cometer una locura peor esta vez. Sin embargo, se subió a él y acarició los controles de mando añorando por un instante, todas las aventuras que había vivido. Bajó, y volvió a tierra una vez que se sintió volar sin haber encendido los motores de la gran nave.

De nuevo se dirigió hacia el jardín, donde caminaba, siempre con Luke detrás de ella. Chequeó su móvil y se percató que tenía un correo. Se sentó sobre una banqueta que rodeaba una pequeña fuente de mármol y el perro hizo lo mismo bajo sus pies. Trató de abrir la información, pero su señal era bastante interrumpida y no le permitía leer el contenido. Ya tendría tiempo para hacerlo cuando regresara a casa.

Sin darle importancia más que a despejarse un poco la mente, permaneció unas horas afuera, contemplando el atardecer y los relajantes colores que le ofrecía la naturaleza. Amaba el naranja y el rosa que se dibujaban sobre las lejanas montañas de aquel espectacular paisaje. La hacían sentir que no pertenecía a este mundo cuando el aire fresco la arropaba, aunque fuera consciente que era un tiempo de relax que se dedicaba cuando podía. Se levantó de su asiento cuando miró su reloj de pulsera, observando a lo lejos el río que formaba parte de aquel pintoresco paisaje.

— Vamos Luke, tenemos que regresar. Ya es tarde.

De nuevo subió a su camioneta y tomó el camino de regreso, de nuevo a la ciudad de Nueva York, a su mansión, a su mundo de cristal, donde poco a poco se estaba resquebrajando, pero que con su ímpetu y sosiego, hacía todo lo posible para que no terminara de estallarle encima e incrustársele en el alma.

— Buenas noches señora — dijo Martha apenas vio que entraba por la puerta principal. Luke, salió corriendo escaleras arriba. Miró como su amigo se perdía más allá del pasillo y volvió la vista a la mujer de servicio.

— Buenas noches Martha, como ha estado todo por acá?

— Muy bien señora Berry, como siempre. Va a cenar o esperará a la señora Santana para hacerlo?

— No ha llegado todavía mi esposa? — Preguntó caminando hacia su estudio.

— Aún no señora. Solamente llamó y dio indicaciones para la cena e informar que llegaría sobre las 21 horas. Quiere que le traiga un vaso de zumo de naranja? — Dijo la chica de pie en la puerta de la habitación.

— Solo tráigame agua, si eres tan amable y avísame apenas mi esposa llegue. Voy a revisar unos documentos para aprovechar el tiempo.

Martha asintió amablemente a la orden, dejando a solas a Rachel quien ya se había acomodado frente a su portátil que descansaba sobre su escritorio.

Su estudio era bastante amplio e imponente. Sobre su biblioteca personal, descansaban todo tipo de libros de Derecho, traducidos al idioma, algunos en italiano y otros en francés. Lenguas que manejaba a la perfección gracias a su coeficiente intelectual, el más avanzado en los últimos tiempos.

No se sentía una genio porque consideraba que no lo era. Tenía todos los errores del mundo y tampoco era perfecta. Era un ser humano como todos, con un trabajo como todos, con una vida como todos. Por qué hacer una excepción con ella, teniendo un cerebro más que genial? Era parte de la herencia que su madre, Shelby Corcoran, le había dejado al nacer. Mucha inteligencia y mucha prepotencia para exportar nivel mundial. Pero de su madre no hablaría ahora, era un tema bastante sentimental y personal que no le gustaba tocar.

Al encender su laptop, encontró de nuevo el mismo aviso que le indicaba que tenía una gran cantidad de correos por revisar. Tomó un sorbo de su vaso con agua que Martha le había traído y comenzó a chequear su buzón.

Negó con la cabeza y torció una sonrisa al visualizar que casi todos los mails eran de su mejor amiga y socia Mercedes. Vaya que si le gustaba llenarla de trabajo y fastidiarle la vida. Aunque la quería mucho desde que eran dos adolescentes, sabía que Mercedes estaba un poco loca con el trabajo, pero así la quería.

Suspiró y siguió haciendo click sobre su buzón hasta dar con un correo en particular. Se extrañó de sobre manera porque nunca había recibido uno de esa dirección. Se quedó pensando un rato mientras leía nuevamente el nombre del extraño remitente y dio un click allí. Al abrirse la página, leyó el mensaje que en él había escrito desde la noche anterior:

"Hola Barbra31. Vamos, no seas mala, pero me alegra que te esté gustando mi historia y que esta vez mi pellejo se haya salvado de un mal comentario. Lo que escribo, lo hago por todas vosotras. Gracias por comentar".

Leyó una y otra vez el comentario y rió para si misma. Era primera vez que alguien le enviaba una respuesta por un comentario que había hecho sobre una historia que le llamó la atención en un foro de adolescentes, donde seguro todas eran sin duda, unas niñas con una súper imaginación, pero en particular, una le había llamado la atención y esa se hacía llamar "Psichoheart".

"Tal vez sea como su seudónimo lo indicaba, una loca" Pensó en una oportunidad cuando se detuvo a leer lo que esta chica había escrito.

Amigas Con DerechosDove le storie prendono vita. Scoprilo ora